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González Robles y su libreta negra

“En la historia del arte español -apunta Ignacio Amestoy-, siempre ha habido personajes que, desde la trastienda, han potenciado la labor de los más grandes creadores, ya sea desde el mecenazgo, la crítica o la gestión. A Velázquez le apadrinó el Conde Duque de Olivares. La relación de Picasso con Eugenio d’Ors, hasta 1936, es algo más que la de un crítico y un artista. Y el papel de Luis González Robles, sensible funcionario franquista, es para el arte español del siglo XX tan importante como el jugado, desde Nueva York, por el marchante Leo Castelli con respecto al arte universal”.

Diseño genial

González Robles fue el comisario español de la I Bienal de Alejandría de 1955, donde Álvaro Delgado y Luis Feito consiguieron el Primer y Tercer Premio de Pintura; de la IV Bienal de São Paulo de 1957, donde Jorge Oteiza fue Primer Premio de Escultura; de la XXIX Bienal de Venecia en 1958, donde triunfaron Chillida, Tàpies y el Pabellón Español completo; de la V Bienal de São Paulo en 1959, donde Modest Cuixart fue Primer Premio de Pintura.

Sin embargo, en palabras de Juan Manuel Bonet, la gran realización de González Robles, que "casi merece el calificativo de genial", fue el diseño de los envíos españoles a las Bienales de Venecia, São Paulo y Alejandría, y el de una serie de colectivas españolas en museos importantes que culminaría en 1960 con dos exposiciones definitivas en Nueva York, una en el MOMA y otra en el Guggenheim. A continuación, se sucederían los Primeros Premios de César Olmos, Joan Ponç y José Luis Verdes en Grabado, Dibujo y Pintura, también en São Paulo en 1963, 1965 y 1975, respectivamente.

La libreta negra

“Desde los años finales de la década de los cincuenta hasta el final de los setenta -recuerda en el catálogo de la exposición Juan Ignacio Macua de Aguirre-, cuando en el mundo del arte, español o latinoamericano, se citaba la palabra comisario, todos sabían que se trataba de Luis González Robles. Artistas y galeristas, críticos y dealers le buscaban afanosamente. Porque uno de los sueños de todo artista español o americano era que su nombre apareciera en una pequeña libreta negra, cerrada ruidosamente con su goma, que Luis González Robles llevaba en el bolsillo interior de su chaqueta negra, siempre negra. Eso significaba la posibilidad de ser seleccionado para participar en una Bienal, São Paulo o Venecia o cualquier otro certamen, lo que podía suponer premio y, por tanto, lanzamiento o galería importante y, por tanto, carrera asegurada. No era fácil, ni recomendaciones ni presiones políticas ni amistosas ni de galerías influyentes abrían las páginas de la libretita”.

 

Alcalá de Henares. Museo Luis González Robles [1].
Hasta el 11 de enero.