Dirigida por Tylor Norwood, la película rememora la vida del inolvidable, humanísimo profesor de El Club de los Poetas Muertos, -protagonista también de largometrajes tan icónicos como El indomable Will Hunting, Señora Doubtfire, Jumanji o El rey pescador-, se detiene especialmente en sus últimos meses de vida y arroja luz sobre algunas informaciones, cuando menos inexactas, surgidas a raíz de su final.

A través de múltiples testimonios, muchos de los cuales no se habían pronunciado en público hasta ahora sobre la muerte del actor, la película profundiza en la demencia con cuerpos de Lewy, la enfermedad nunca diagnosticada que padecía el protagonista y que resultó determinante en su dramática decisión.

Entre la emoción y la comprensión, por el documental desfilan familiares y amigos como el director Shawn Levy; el guionista David E. Kelley, creador de la serie The Crazy Ones, protagonizada por Williams; neurólogos y psiquiatras y Susan Schneider, quien en 2016 publicó en la revista Neurology el artículo Un terrorista en el cerebro de mi marido, en el que relató las consecuencias que el trastorno mental provocó en la vida del actor.

Para Norwood, «esta es la historia de un hermoso ser humano que debería haber tenido un diagnóstico. No hay cura para su enfermedad. Hubiese muerto de todos modos. Pero tener un diagnóstico le habría proporcionado un nivel de paz decisivo para el relato de sus últimos días”.

Sin saber

Esa ausencia de diagnóstico fue decisiva, como también relata su mujer, Susan Schneider: “Se fue sin saber qué le pasaba, cuál era la razón de su progresivo deterioro mental. A qué se debían las alucinaciones y delirios que sufría, la dificultad de controlar sus movimientos, la ansiedad y la depresión y el insomnio…  Si hubiera sabido la razón de todo eso, si hubiera tenido un diagnóstico, habría sentido algo de paz”.

El informe final de los forenses dejó muy claro que Robin Williams padecía demencia con cuerpos de Lewy, una enfermedad mental degenerativa e irreversible, que los especialistas definen como devastadora, rápida y progresiva para la que, hasta el momento, no existe cura. Una enfermedad trágica, apunta uno de los expertos, “que te lleva por delante como una ola inmensa”.

Williams sentía sus efectos. “Ya no soy yo. Sólo quiero reiniciar mi cerebro”, le confesaba a su mujer el hombre al que todos los que le conocieron, así lo declaran en el documental, califican de brillante y mentalmente rápido. El hombre que en una de las secuencias finales del documental habla del valor de la humildad: “Con el tiempo el yo desaparece. Adiós al ego. Y te das cuenta de que hay muchas personas increíbles a las que estar agradecido”. Robin Williams lo dijo. Sin duda él es una de ellas.

El deseo de Robin

Dirección y Fotografía: Tylor Norwood

Guion: Tylor Norwood y Scott Fitzloff

Testimonios: Susan Schneider Williams, Shawn Levy, David E. Kelley, Mort Sahl, John R. Montgomery

Música: Aaron Drake

Estados Unidos / 2020 / 77  minutos

Distribuidora: Filmin