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Pastrana y sus tapices

Estos tapices regresan a la Colegiata tras su restauración en la Real Manufactura De Wit, en la ciudad belga de Malinas. Tan significativa colección de tapices, considerada una de las más importantes del mundo de finales del XV, regresa a Pastrana, tras un itinerario por destacados museos de Europa y Estados Unidos.

La Colegiata es una de las piezas clave de la rica historia de Pastrana, que se integra en un entorno arquitectónico propio en el que las figuras de los primeros duques y príncipes de Éboli imprimieron un carácter único a esta localidad, donde conviven espacios medievales y renacentistas con la esencia de la arquitectura popular castellana.

De Flandes a España

La Colegiata posee una colección de nueve tapices flamencos, seis de los cuales narran las conquistas del rey Alfonso V de Portugal. De estos seis, cuatro (con medidas de 11 x 4 metros) reflejan varias etapas de la toma de las ciudades de Arcila y Tánger por el monarca portugués (que por estas hazañas recibió el sobrenombre de “el africano”) junto a su hijo Don Juan, es decir: Desembarco en Arcila (20 de agosto), Cerco de Arcila (24 de agosto), Toma de Arcila (24 de agosto) y Entrada en Tánger (28 de agosto).

Se sabe muy poco de la procedencia de estos paños. Con casi seguridad se puede afirmar que fueron realizados en Flandes en el prestigioso taller de Passchier Grenier en Tournai por encargo del mismo Alfonso V. Aunque no existen documentos que lo demuestren, las similitudes con otros tapices procedentes de este taller apuntan en esta dirección.

Es incierta la forma en la que los paños llegaron a Pastrana y existen varias hipótesis al respecto. Algunos piensan que formaron parte del botín español obtenido en la batalla de Toro del 1 de marzo de 1476, que enfrentó Isabel la Católica a Alfonso V en la lucha por el trono español, mientras otros creen que el monarca portugués no los llegó a recibir nunca y que pasaron directamente al patrimonio de Felipe el Hermoso, duque de Borgoña, que se los llevaría a España al aceptar la corona de España en nombre de su esposa.

El único dato que se conoce a ciencia cierta es la fecha en que fueron donados por el duque del Infantado a la Colegiata. Ahora, un equipo de investigación trata de establecer qué itinerario previo siguieron hasta figurar en la testamentaría del duque en 1630.