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Coma y punto

Yo tenía una vida exitosa. Esa misma tarde me acababan de nombrar subdirector de la sede en España de una importante multinacional tecnológica. Natalia, mi mujer, estaba embarazada de pocos meses. Íbamos a ser padres por primera vez. La verdad es que no le podíamos pedir más a la vida.

Ese día volvía del trabajo, como de costumbre, por la avenida de la Constitución. Al llegar al cruce con la avenida de Asturias, el semáforo se puso en naranja y en vez de frenar, como hubiera hecho en cualquier otro momento, aceleré mi moto. Quería llegar pronto a casa y contarle a mi mujer mi nuevo nombramiento. Estaba impaciente, eufórico…

En esos mismos cuatro segundos, a un niño se le escapó su pelota. Se soltó de la mano de su padre y fue tras ella. Yo frené aunque no pude evitar atropellar al pequeño. Tenía tan solo seis años. Su padre corrió tras él y se arrodilló desconsoladamente junto al cuerpo inerte de su hijo.

En esos mismos cuatro segundos los coches que venían por la avenida de Asturias, con su semáforo en verde, se detuvieron al ver el accidente, salvo un camión. Su conductor no nos vio, iba contestando un wasap. Yo me encontraba sobre el asfalto, semiinconsciente, aun así pude escuchar el momento en que el camión impactó con nosotros.

Ya no recuerdo más de ese día.

Dicen que las personas que están en coma no pueden ver, ni oír, ni recibir estímulos externos. No es cierto.

Durante los diez meses siguientes a esos cuatro segundos he permanecido en coma y he podido escuchar, e incluso oler, a todas las personas que han venido a verme: mi mujer, mis padres, mis amigos, mis compañeros… y por supuesto, los médicos. En alguna ocasión incluso he llegado a oír el latido de sus corazones.

Las primeras semanas fueron un trasiego de gente. Mi habitación parecía la boca del metro, no paraban de entrar y salir personas a todas horas. Sin embargo, poco a poco dejaron de venir.

En esos primeros días, muchos lamentaron que el padre del niño estuviera inmóvil en un hospital de Toledo, y alguno se alegró de que el camionero perdiera los puntos del carné de conducir y le echaran del trabajo.

Un mes más tarde, solo venían a diario mis padres y mi mujer.

A los pocos días eché en falta a Natalia. Mis padres comentaron con tristeza la razón por la que no venía. Yo también debería estar triste, sin embargo, no sé por qué, desde que estoy en coma no siento ni tristeza ni alegría.

Mi padre pronto empezó a ausentarse y cuando aparecía, su aliento olía a güisqui segoviano.

Natalia volvió al cabo de un par de semanas. Su corazón latía más deprisa, y su olor era diferente. Yo sabía por lo que estaba pasando y me hubiera gustado poder darle un abrazo.

Durante estos meses he escuchado todas las conversaciones, e incluso monólogos, que han realizado junto a mi cama. Recuerdo cuando comentaron que a la madre del pequeño le recetaron ansiolíticos para poder dormir, hasta que una noche decidió tomárselos todos de una vez.

Mis padres critican que mi mujer últimamente sale mucho con Roberto, su compañero de trabajo. Supongo que esa es la razón por la que en el último mes ha dejado de venir a diario.

Yo llevo postrado en esta cama de hospital diez meses, en los que mi madre no ha faltado ni un solo día, y en los que mi única actividad ha sido escuchar sin derecho a réplica.

Ayer vino Natalia por última vez. Estuvo hablando con los médicos y han decidido desconectarme. Es posible que estas sean mis últimas horas.

Hay que ver, esos cuatro segundos, lo que han sido capaces de cambiar.

El niño perdió su vida, la de su padre se quedó vegetativa y la de su madre apenas aguantó tres meses.

El camionero perdió su trabajo.

Mi padre ha vuelto a beber y mi madre no duerme por las noches.

Mi bebé no llegó a nacer.

Mi mujer está rehaciendo su vida. No se lo reprocho.

Y yo…

Yo me quedé en coma, y punto.

Tic, tac, tic, tac, tic,…

Más sobre el Premio de Cuentos Breves Maestro Francisco González Ruiz

El gran número de autores innovadores y la gran calidad del cuento español en el panorama literario contemporáneo es un fenómeno reconocido tanto por la crítica especializada como por los aficionados a la literatura en general y a la narrativa breve en particular. Con el objetivo de promover y difundir este género, hoyesarte.com, primer diario de arte y cultura en español, y KOS, Comunicación, Ciencia y Sociedad, con la colaboración de Arráez Editores SL, convocan la primera edición del Premio Internacional de Cuentos Breves ‘Maestro Francisco González Ruiz’, dotado con 3.000 euros.

El certamen se desarrolla en una fase previa y otra final. Durante la previa, el viernes de cada semana, el Comité de Lectura selecciona el relato que, a juicio de sus miembros, sea el mejor entre los enviados hasta esa fecha, publicándose el lunes siguiente en hoyesarte.com. Como este Coma y punto , sexagésimo quinto cuento seleccionado.

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