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Responsabilidad

El escriba sabe que los orígenes de cualquier obra pueden rastrearse hasta una mirada distraída por la ventanilla, una conversación al azar, una imagen de History Channel, un blues de John Lee Hooker, o cualquier reverberación de la realidad que siembre en su imaginación el aroma de la idea. Durante meses, el escriba gira alrededor de ella como el cerdo que olfatea la trufa, hasta que un buen día, como hoy, Venus sale desnuda de su concha, y Botticelli (es decir, él, confiemos que no resulte pretencioso) la atrapa en el aire y ocurre “la magia”.

El argumento en curso gira alrededor de un hombre que despierta dentro de su sueño. Anota a toda velocidad, porque en estos casos hay que actuar con la diligencia de un enólogo. Un gran vino se puede avinagrar si no se embotella a tiempo. Dos meses de precipitación, y sale un caldo olvidable; dos semanas más en la barrica pueden ser irremediables. Detiene el vertiginoso curso del bolígrafo. Le duele la mano. Estira los dedos para desacalambrarlos, enciende un cigarro que humeará por su cuenta durante ocho minutos en el cenicero, y continúa.

Por fin, coloca el bolígrafo sobre la mesa, echa mano a los cuatro folios que ha garabateado y comienza a releerlos. Tacha, corrige y añade anotaciones en los márgenes. Una cucharadita de orégano, una pizca de comino, hierbas provenzales, salpimentar a gusto y ya está preparado para meterlo en el horno, es decir, en el cajón donde se cocerá a fuego lento. Déjelo enfriar y colóquelo entre dos tapas de cartoné policromadas. Da para cuatro raciones.

Cuando termina la primera revisión, saca un H. Upmann Majestic del estuche que le regaló el ministro de Cultura la semana pasada. Me lo merezco, piensa mientras gira la vitola para que el encendido, con fósforos de madera, por supuesto, sea homogéneo. Brandy en la diestra y H. Upmann en la siniestra, se recuesta en la butaca y cierra los ojos.

Algunos días, como hoy, lo reconcilian con su oficio. Ya no es como antes, cuando pergeñaba poemas en servilletas de papel sobre la mesa de cualquier bar, ante la mirada fiscal del camarero que esperaba para colocarle la nota, como despedida, sobre la última estrofa. Ha pasado meses de sequía. Cometió refritos de sus propias obras, y no han sido Variaciones Goldberg.

Inhala una larga bocanada de humo y siente que merece mucho más. Ha trabajado como un esclavo de sí mismo durante veinte años. Sus doce horas al día frente a la computadora le han pasado la cuenta en presbicia, escoliosis y síndrome del túnel carpiano, la última moda en enfermedades profesionales. Ya se lo dijo su ortopédico: No corrijas tanto. Dosifica el ratón. Si dosifico el ratón, doctor, me come el gato. Y así tengo la muñeca. Pero esta idea me gusta. Lo mejor es el dato escondido. Nunca se sabe qué obsesión obnubila y conduce al protagonista. Mejor así. Cada vez que una idea nos propone redimirnos, termina en dictadura. Y si aparece otra, creeremos de nuevo. Los humanos padecemos debilidad por la magia. Abracadabra y a fabricar felicidad sin costo alguno.

Lo único que le preocupa es que el secretario de Cultura se considere retratado en el “ideólogo” de su historia, “el ideólogo de una sola idea”. Para ser justo, en sus siete años de ejercicio, el secretario ha manejado cuatro ideas: la defensa de los valores culturales tradicionales; el apoyo a la diversidad intelectual (nunca sabremos bien qué coño es eso); su defensa de la mediocridad, “el aporte de los artistas menores al corpus integral de la cultura”, y, ahora, “la integración del arte en los nuevos medios de comunicación social”. Pero es mejor precaver. Y corrige todas las referencias al ideólogo que puedan malinterpretarse.

Confía que el ministro no vea en ese “blog clausurado por defectos de forma” una alusión a su ley de derechos intelectuales en la Internet, o considere una alusión personal mi referencia a “la ciberpolicía”. Sería lamentable. Una larga calada al Majestic reafirma sus convicciones. Y se apresura a desclausurar el blog y disolver la ciberpolicía de su historia. No propiciar malentendidos siempre que ello no atente (demasiado) contra la autenticidad de la obra.

El ministro sabe que nuestra relación ha sido siempre cordial. Por eso hago mutis cuando en los corrillos culturales se chismorrotea acerca de su obra. Ya nos juzgará la historia. De momento se reedita. Sus libros. Esperemos que no reediten al ministro. ¿Ves? Ese es el tipo de chiste que Alfredo Azcuy comete en el bar de la Asociación de Escritores. Yo he aprendido a reírme para mis adentros. Carcajadas de incógnito. Por eso Azcuy no ha integrado ninguna delegación oficial a las ferias internacionales del libro. Ni contarán con él en las próximas, aunque su barrio, su edificio, sea el país invitado. Primero enrolarían al portero. Se puede hacer literatura y no una carrera literaria. O una carrera literaria sin necesidad de hacer literatura. Intentar ambas al unísono es extenuante.

Sabe que el argumento está apenas esbozado. Deberá rellenarlo con cuidado, para evitar que algún cabo suelto termine en soga para su pescuezo. Tampoco nuestro ministro de Defensa tendría que sentirse aludido por mi “ministro de la Guerra” sin escrúpulos y con un título falso. Conmigo el ministro fue muy amable al proponerme los guiones para seis cortos promocionales de las Fuerzas Armadas. Vivir dos años de esos guiones me permitió limpiar las tarjetas de crédito y el préstamo del coche. Y a veces no es que te paguen adecuadamente. Una deferencia, un gesto, denotan el respeto a la persona, no sólo al profesional. El escriba se sirve otra copa de este Cardenal de Mendoza que debe pertenecer a alguna partida especial destinada al Ministerio de Defensa, porque no es un brandy gran reserva común y corriente. Confío en que el título del ministro no sea falso. Nadie creería en la casualidad poética. Es preferible suprimir ciertos detalles irrelevantes para la feliz condensación de la historia.

Quizás deba afinar las sentencias categóricas sobre la clase política. Sin distingos. No hará felices a democristianos y socialdemócratas verse metidos en el mismo saco con “cleptócratas africanos y narcogenerales, los del tea party y los del café con leche”, vendiendo “sin éxito la película del poder desde sus videoclubs en quiebra”. O que “la política es el arte de manejar la credulidad y el miedo de la ciudadanía”, porque “una humanidad feliz sería ingobernable”. Sin abaratar la literatura o incurrir en escriturerías serviles a intereses bastardos habrá que atemperar esas veleidades adolescentes. No se trata de subastar al escritor para subvencionar al hombre, sino de escribir desde la responsabilidad. Esa es la palabra. Responsabilidad.

El habano está en las últimas y el escriba disfruta sus humos terminales. Del brandy queda media botella y otras cuatro sin descorchar en la caja. De su argumento original queda constancia en acta, el aroma, la espuma. Sea cual sea la redacción final sabe que deberá ser inquietante sin llegar a peligrosa, elegante sin desatender las listas de los más vendidos, profunda pero inteligible, arropada por una escritura high tech, pero sin exabruptos culturosos que leerán con admiración cuando ya él esté muerto. Lo esencial consta en acta, se dice mientras despliega sobre la mesa los folios manuscritos. Si algo le ha enseñado su larga experiencia en el oficio es que una idea puede ser infinitamente aprovechable.

Más sobre el Premio de Cuentos Breves Maestro Francisco González Ruiz

El gran número de autores innovadores y la gran calidad del cuento español en el panorama literario contemporáneo es un fenómeno reconocido tanto por la crítica especializada como por los aficionados a la literatura en general y a la narrativa breve en particular. Con el objetivo de promover y difundir este género, hoyesarte.com, primer diario de arte y cultura en español, y KOS, Comunicación, Ciencia y Sociedad, con la colaboración de Arráez Editores SL, convocan la primera edición del Premio Internacional de Cuentos Breves ‘Maestro Francisco González Ruiz’, dotado con 3.000 euros.

El certamen se desarrolla en una fase previa y otra final. Durante la previa, el viernes de cada semana, el Comité de Lectura selecciona el relato que, a juicio de sus miembros, sea el mejor entre los enviados hasta esa fecha, publicándose el lunes siguiente en hoyesarte.com. Este es el caso de Responsabilidad, quincuagésimo sexto cuento seleccionado.

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