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Maswell Hillbillies y el reencuentro americano de los Kinks

A pesar de contar con una amplia y excelsa discografía, a pesar de haber permanecido grabando discos y tocando en directo durante más de tres décadas, a pesar de ser seguramente el grupo que mayor número de buenas canciones ha dejado registradas, a los Kinks parece que no los conoce ni Dios.

El cuarteto londinense es una especie de patito feo del pop británico, un patito quizá algo desarrapado en el plano corto de algunos de sus trabajos que se convierte en impecable cisne cuando se contempla el conjunto de su abrumadora discografía, la sucesión de fantásticas canciones que editaron a lo largo de las tres décadas en las que estuvieron en activo (los Kinks no se han separado nunca oficialmente, y, de hecho, los rumores sobre un posible regreso al estudio de grabación son una constante en el mundo del pop que no acaba nunca de concretarse, pero lo cierto es que su último disco, Phobia, se publicó en 1993 y su último concierto se celebró tres años después).

No supone, pues, una gran sorpresa que cuando se cumplen nada menos que cincuenta años de su edición original –gancho idóneo para que el jefe de sección de cualquier medio de información general acceda a dedicar casi a quien sea un espacio más o menos generoso en la sección de cultura–, haya pasado prácticamente desapercibida la lujosa, cuidada y muy atractiva reedición de los discos que el cuarteto londinense editó en 1971 y 1972, Muswell Hillbillies y Everybody´s in Show-Biz, dos discos bien diferentes que marcan la peculiar transición de la banda desde su característico sonido genuinamente británico –no ha habido en la historia de la música pop un grupo más británico que los Kinks– hacia una visión más universal, que viene a coincidir con un acercamiento mucho más evidente que nunca a las raíces americanas del rock and roll.

La conexión de los Kinks con Estados Unidos fue siempre peculiar, una intensa relación de amor y de odio con fases bien diferenciadas. Formaron parte, en primera línea e inicialmente con todos los honores, de la conocida como Invasión Británica [1], la irrupción en el mercado americano de un buen montón de grupos y artistas procedentes de las islas, propiciada, sobre todo, a partir del arrollador éxito con que fue recibida la primera visita de los Beatles a los Estados Unidos, a comienzos de 1964.

Su primer número uno en Inglaterra, la maravillosa You Really Got Me, alcanzó el puesto número siete en las listas americanas y supuso un impacto descomunal en la escena musical del nuevo continente, generándose, en gran medida gracias a aquella formidable canción, un potente movimiento de música tan genuina, fresca y directa como elemental: el rock de garaje.

Lanzado en Estados Unidos como You Really Got Me (en Europa se llamó simplemente The Kinks), el primer álbum del grupo llegó al puesto número 29 de las listas. Solo unos meses después se lanzó un nuevo álbum, exclusivamente para el mercado americano. Kinks-Size subió hasta el puesto 13 y la Kinkmanía parecía estar a punto de estallar.

Las cosas pintaban mejor que bien de cara a la gira que el cuarteto emprendería a mediados de 1965 para consolidar su posición en aquel mercado.

La ansiada gira americana, sin embargo, fue un desastre total. Con un prólogo que ya adelantaba oscuros nubarrones en el horizonte. La banda había hecho algunos conciertos en Australia y algunos países del sudeste asiático y, de camino a casa, hicieron parada y fonda en Nueva York, donde tenían que actuar en el programa de la cadena televisiva NBC Hullaballoo, muy popular en aquellos tiempos. En lugar de la interpretación convencional esperada por los productores, los hermanos Davies se pusieron a bailar y bromear entre ellos con coqueteos e insinuaciones de carácter sexual, algo que en los Estados Unidos de la época era toda una osadía que una entidad como la NBC no podía de ninguna manera consentir. El propio Ray Davies reconocería que el productor del programa, completamente fuera de sus casillas, probablemente “sería la primera vez que veía a dos tíos comportarse como maricas en televisión”. Primer paso en falso. Y no sería el único.

En el verano de 1965 los Kinks emprenderían su primera gira americana para apoyar el lanzamiento de Kinks-Size. Después de unos conciertos un tanto desiguales en los que la organización había dejado un tanto que desear (cancelaciones de última hora, desajustes en el pago de los correspondientes honorarios…), un irritado Ray Davies, que, con veintiún años recién cumplidos, tenía a su mujer y a su hija recién nacida esperándole al otro lado del Atlántico, salió a bofetada limpia con un representante de los poderosos sindicatos de músicos americanos, lo que les proporcionó un veto que les prohibía actuar en aquel país durante los siguientes años. La operación “conquista de América” quedaba, pues, abruptamente suspendida.

La imposibilidad de promocionar su trabajo con su presencia en directo hizo que sus más brillantes álbumes de los sesenta –Face to Face, Something Else by The Kinks, The Kinks Are the Village Green Preservation Society o Arthur (or the Decline and Fall of the British Empire)– apenas se vendieran en aquel mercado, convirtiéndose los Kinks en una especie de grupo de culto solo para el público más selecto y avezado. Así, mientras los Beatles, los Rolling Stones, los Who, los Hollies y otras bandas algo menores como los Searchers, Herman´s Hermits, Dave Clark Five, Gerry and the Pacemakers, Manfred Mann o los Yardbirds acudían a por su correspondiente parte del enorme pastel del mercado americano, la banda de los hermanos Davies padecía el doloroso impacto que suponía ni siquiera asomarse a las listas de éxitos.

Todos esos álbumes son discos típicamente británicos, discos en los que Ray Davies (compositor de la inmensa mayoría de las canciones) ofrecía una genuina, aguda, incisiva, a veces sarcástica, a menudo sutilmente humorística y habitualmente nostálgica visión de la rutinaria existencia de la clase trabajadora británica. (Y en ellos, por cierto, está también buena parte de sus canciones más deslumbrantes y reconocidas).

Felizmente, sin embargo, el idilio entre la banda y Estados Unidos tendría una segunda parte. La edición de su álbum de 1970, Lola Versus the Powerman and the Moneygoround, coincidió con el levantamiento del dichoso veto de los sindicatos americanos y los Kinks pudieron volver, por fin, a girar en aquel país, lo que modificaría sensiblemente la manera de escribir y, sobre todo, de arreglar las canciones de Ray Davies. Lola, single extraído del álbum, fue un notable éxito tanto a uno como a otro lado del Atlático, un buen preámbulo para la segunda y definitiva aventura americana del grupo.

Después de un disco algo fallido (Percy, que era en realidad la banda sonora de una película intrascendente, formada por instrumentales prescindibles y, eso sí, dos o tres canciones brillantes), el grupo abandona el sello discográfico en el que habían permanecido desde sus comienzos, Pye Records, y ficha por la multinacional americana RCA, más abierta a sus nuevas ambiciones, que, básicamente consistían en grabar álbumes con una entidad propia, más que colecciones de sencillos de éxito, que era lo que les exigía Pye.

El estreno con su flamante nueva discográfica fue ciertamente alentador. En noviembre de 1971 se editaba Musswell Hillbillies, un disco mayúsculo que abría considerablemente el abanico de estilos e influencias de la banda y que, en cualquier caso, ofrecía otra incontestable muestra del singular y formidable talento de Davies como compositor. Sin perder la esencia británica, los Kinks llenan su música de sonidos típicamente americanos, cercanos al rhythm and blues, al country o a la música de Nueva Orleans, con el creciente protagonismo de la sección de viento de Mike Cotton. Al mismo tiempo, las letras de Davies vuelven a retratar personajes, ambientes y escenas típicamente británicas, algo que trasladan también al diseño del álbum, para cuya portada el grupo se fotografía en la Archway Tavern, un clásico pub ubicado en Muswell Hill, el barrio en el que crecieron los hermanos Davies y empezaron a funcionar los Kinks como grupo.

Desprovisto de canciones de impacto inmediato que pudieran funcionar en las listas de éxitos, el álbum obtiene buenas críticas en general y, si en Inglaterra pasa más desapercibido, en Estados Unidos va calando poco a poco, logrando unas ventas considerables.

El disco, pues, supone un punto de inflexión para la banda, que lo presenta en una extensa gira con la que definitivamente se ganan el favor del público americano. A partir de entonces, sus discos tendrían allí una respuesta mucho más positiva que en su propio país.

The Kinks. Beautiful Delilah

The Kinks. You Really Got Me

The Kinks. Tired of Waiting for You

The Kinks. Till the Endo f the Day

The Kinks. Most Exclusive Residence for Sale

The Kinks. Sunny Afternoon

The Kinks. David Watts

The Kinks. Waterloo Sunset

The Kinks. The Village Green Preservation Society

The Kinks. Phenomenal Cat

The Kinks. Victoria

The Kinks. Australia

The Kinks. Lola

The Kinks. God´s Children

The Kinks. 20th Century Man

The Kinks. Have a Cuppa Tea

The Kinks. Supersonic Rocket Ship

The Kinks. Celluloid Heroes