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Vital Ida Vitale

Cuando me lo dijeron pensé que era una broma [1]. Soy consciente de que mi nombre rodaba desde hace años entre los candidatos. Se había convertido en una especie de travesura española. Ahora tomo esa travesura como un ejercicio de reconocimiento y amabilidad”.

Lo dice desde Austin, Texas, el lugar en el que vive desde 1989, tras pasar más de una década en México, país al que se siente muy ligada y al que llegó en los primeros años setenta escapando de la dictadura que con mano de hierro gobernaba Uruguay.

Exilios

                        …tras tanto acá y allá yendo y viniendo».
                                                       Francisco de Aldana

Están aquí y allá: de paso,
en ningún lado.
Cada horizonte: donde un ascua atrae.
Podrían ir hacia cualquier fisura.
No hay brújula ni voces.

Cruzan desiertos que el bravo sol
o que la helada queman
y campos infinitos sin el límite
que los vuelve reales,
que los haría de solidez y pasto.

La mirada se acuesta como un perro,
sin siquiera el recurso de mover una cola.
La mirada se acuesta o retrocede,
se pulveriza por el aire
si nadie la devuelve.
No regresa a la sangre ni alcanza
a quien debiera.

Se disuelve, tan solo.

(De ‘De procura de lo imposible’. 1998)

Los tratados la incluyen en la llamada generación uruguaya del 45, en la que teniendo en prosa como icono a Juan Carlos Onetti también se inscriben voces poéticas tan diversas como Mario Benedetti, Idea Vilariño o Ángel Rama. Pero la realidad es que Vitale trasciende el marco de grupo alguno y prefiere declararse liberada de cualquier generación y citar como sus referentes a Delmira Agustini y Enrique Casaravilla, reconocer el magisterio de Juán Ramón Jiménez, al que conoció cuando éste pasó por Montevideo, declarar su admiración por Octavio Paz y José Bergamín, del que fue alumna, y citar a José Ángel Valente por ser “grande entre los grandes”.

Viajera constante –»no necesito más que una biblioteca y un aeropuerto para sentirme en casa»–, Ida Vitale visita periódicamente España. En Madrid, la Residencia de Estudiantes sabe de sus estancias. En 2010 su tono cadencioso resonó en sus aulas para hablar de Valente; el pasado año la emblemática institución volvió a tenerla entre sus huéspedes. Se refirió a la fuerza de la palabra.

La palabra infinito

La palabra infinito es infinita,
la palabra misterio es misteriosa.
Ambas son infinitas, misteriosas.
Sílaba a sílaba intentas convocarlas
sin que una luz anuncie su dominio,
una sombra señale a qué distancia de ellas
está la opacidad en que te mueves.
Van a algún punto del resplandor y anidan,
cuando las dejas libres en el aire,
esperando que un ala inexplicable
te lleve hasta su vuelo.

¿Es más que su sabor el gusto de la vida?

(De ‘De procura de lo imposible’. 1998)

Desde hace décadas su nombre ha rodado en los previos a la concesión de los premios Cervantes y Reina Sofía,»siempre estoy en esas quinielas y no me gusta nada», comentaba en 2014.  Esta vez la justicia ha cuajado al serle otorgado el Reina Sofía en su XXIV edición, siendo la quinta mujer premiada en la historia del galardón, «un número que debería ser más parejo aunque, en general, las mujeres han tenido muchas más dificultades para la difusión de su obra».

«En general –puntualiza– es más difícil transmitir la alegría que el dolor. La alegría se encierra más sobre sí misma. El dolor necesita ser primero aceptado y después superado y aunque sea indeseable siempre deja algo entre las manos; y el hecho de escribir es ya calmante y satisfactorio».

Aclimatación

Primero te retraes,
                                      te agostas,
pierdes alma en lo seco,
en lo que no comprendes,
intentas llegar al agua de la vida,
alumbrar una membrana mínima,
una hoja pequeña.
                                       No soñar flores.
El aire te sofoca.
                                    Sientes la arena
reinar en la mañana,
morir lo verde,
subir árido oro.

Pero, aún sin ella saberlo,
desde algún borde
una voz compadece, te moja
breve, dichosamente,
como cuando rozas
una rama de pino baja
ya concluida la lluvia.

(De ‘Parvo Reino’. 1984)

Adicta a la lectura, Ida Vitale confiesa desconocer como surge la necesidad y fragua el hecho de escribir el primer verso de un poema. «No tengo nada claro como viene ese relámpago, sobre todo el primer verso es mágico, porque los demás vienen arrastrados».

Obstáculos lentos

Si el poema de este atardecer
fuese la piedra mineral
que cae hacia un imán
en un resguardo hondísimo;

si fuese un fruto necesario
para el hambre de alguien,
y maduraran puntuales
el hambre y el poema;

si fuese el pájaro que vive por su ala,
si fuese el ala que sustenta al pájaro,
si cerca hubiese un mar
y el grito de gaviotas del crepúsculo
diese la hora esperada;

si a los helechos de hoy
-no los que guarda fósiles el tiempo–
los mantuviese verdes mi palabra;
si todo fuese natural y amable…

Pero los itinerarios inseguros
se diseminan sin sentido preciso.
Nos hemos vuelto nómades,
sin esplendores en la travesía,
ni dirección adentro del poema.

(De ‘Reducción del infinito’. 2002)

A lo largo de su veintena de poemarios – aunque su obra ensayística también ocupa lugar destacado en tratados y medios de comunicación, además de su labor como traductora- Vitale aborda temas muy diversos y lo hace desde la atemporalidad. Destinados a cualquier tiempo, sus libros no tienen edad ni temática definida.

Residua

Corta la vida o larga, todo
lo que vivimos se reduce
a un gris residuo en la memoria.

De los antiguos viajes quedan
las enigmáticas monedas
que pretenden valores falsos.
 
De la memoria sólo sube
un vago polvo y un perfume.
¿Acaso sea la poesía?

(De ‘Parvo Reino’. 1984)

Al borde de los 92 años ella sigue en esa búsqueda. Continúa escribiendo. Además de ultimar unas memorias sobre su exilio mexicano y una recopilación de artículos periodísticos prepara una antología sobre el conjunto de su obra y remata un nuevo poemario. «La poesía es la intimidad que coincide con la intimidad de otros, una herramienta para conectar gente».

Ella lleva casi un siglo en la brega. Vitalmente, lográndolo.