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La leyenda del judío errante (XXI)

Estrechamente relacionada con la anterior se encuentra la figura del holandés errante, cuyo modelo parece concretarse en Bernard Fokke (s XVII), capitán de un intrigante barco que hacía la travesía entre Holanda y Java a una velocidad inalcanzable para otros navegantes, por lo que se creía que Fokke había realizado un pacto con el diablo. En el siglo XIX, Frederick Marryat y Washington Irving llevarían la historia a la novela, Edward Fitball al teatro y Richard Wagner a la ópera.

También resulta interesante analizar la literatura castellana de los judeoconversos de algunas comunidades europeas, como la de Ámsterdam, y su comparación con la de algunos de los moriscos en el exilio que, siguiendo un proceso inverso al de la aljamía, conservaron la escritura castellana, utilizándola para transcribir textos árabes. Especialmente interesante entre los “nuevos judíos” es el caso de Juan de Prado, médico andaluz y amigo del también importante médico Isaac Orobio de Castro, cuyas peregrinaciones han sido recogidas poco tiempo atrás por Natalia Muchnik.

Precisamente a los Países Bajos hace referencia otra de las leyendas que circularon de boca en boca y por las páginas de algunos de los tratados de viaje de la época. Se trata de la anécdota que cuenta la incredulidad del rey de Siam (actual Tailandia) ante la aseveración del embajador de Holanda de que en su país el agua se enfriaba tanto y se hacía tan sólida que “hasta un elefante podía caminar sobre ella”, planteando el eterno dilema de la verdad y la verosimilitud (en este caso, lo verosímil es todo lo que resulta creíble y, para el rey de Siam, lo creíble era todo lo conforme a sus opiniones, entre las que no estaba la realidad que trataba de mostrarle el embajador holandés).

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