La tercera protagonista y elemento clave de esta pasional historia es Andrée Heuschling, la última modelo del pintor. Mujer incandescente que irrumpirá como una especie de elixir de juventud y alterará de raíz la existencia de padre e hijo.

Cuadros

Plástica y colorista desde su plano inicial, la película, que se estrena este viernes, quiere ser un gran friso en el que se van integrando, una tras otra, escenas-cuadro. Pero no cualquier cuadro, sino aquellos que respiran la atmósfera de las telas impresionistas. Lo consigue. Ver Renoir es, en buena medida, asistir a una exposición del artista que da nombre a la propuesta.

No falla el pulso del francés Bourdos, cineasta que tiene en el mundo de la pintura un referente creativo de primer orden, como demostró en su primera película, Disparus (1998), en la que el eje era la exposición de los surrealistas de 1938, y en Inquiétude (2003), en la que la cámara se centraba en la obsesión de un joven artista contemporáneo por el color blanco.

Logrando una ambientación y puesta en escena extraordinarias, Renoir nos traslada a la Costa Azul; al año 1915. Allí, entonces en el ocaso de su vida, Pierre-Auguste Renoir, ya para el mundo un reconocido artista, vive entre dolores: el de la pérdida de su querida esposa Aline; los que le provoca una terrible artritis que se ha apoderado de sus manos y la noticia de que su hijo Jean, combatiente en la Primera Guerra Mundial, ha sido gravemente herido.

Les Colletes

Los graves trastornos reumáticos venían de lejos. En 1888 había sufrido una parálisis facial parcial y brotes artríticos severos. El agarrotamiento de los dedos es progresivo y rápido, lo que aconseja la búsqueda de climas más suaves. Así, en 1903 se establece con su familia en Cannes, en cuyas inmediaciones en 1907 adquiere Les Colletes, una preciosa finca colgada sobre el Cabo de Antibes.

Ese es el escenario de la película. Allí, tras una existencia marcada por fieles modelos, contemplamos como en la primera toma llega a la casa, –en bicicleta, pelirroja y joven, muy joven–, Andrée Heuschling, la que será su última musa. Una mujer de belleza y sensualidad inquietantes que provocará una inspiración renovada para sus obras, hará revivir algunos sentimientos ya olvidados y llenará de vida el tramo final del artista.

Jean

Por otra parte, ya sabíamos de la herida de guerra de Jean. Ahora, con el fin de reponerse, lo vemos desembarcar en la casa paterna y en poco tiempo caer rendido ante la irresistible luz de la modelo.

En ese rincón idílico del Mediterráneo y pese a la reticencia, cuando no abierta oposición, del pintor, un cautivado Jean se entregará a esa mujer que con el tiempo hará de ese muchacho, hasta entonces sin vocación artística definida, un cineasta en ciernes. Aquel que con el tiempo Chaplin llegaría a calificar como “el mejor director de cine que el mundo ha conocido”.

Intérpretes

El actor Michel Bouquet (Todas las mañanas del mundo) da vida y logra que nos metamos en la piel del ilustre pintor. En una interpretación llena de matices (inevitable evocar el también brillante papel de Jean Roquefort en El artista y la modelo de Fernando Trueba), nos hace ver como la determinación de seguir creando le lleva a atarse los pinceles a la muñeca, cómo saca vigor de no se sabe dónde para, sin poder andar ni levantarse de su sillón, ser trasladado en volandas con su caballete y sobre el terreno fijar la luz y el ambiente en sus cuadros.

A su hijo Jean le presta cara Vincent Rottiers, acaso no tan sólido en su interpretación, pero también convincente. El director Bourdos dice de Jean: “Aplastado por la poderosa figura paterna, es un joven carente de vocación, un solitario falsamente alegre que encontró consuelo en la fraternidad de las trincheras. Es un producto de la burguesía, pero prefiere hacer el papel de audaz héroe de la clase obrera”.

Pero los años convirtieron a Jean en uno de los directores de cine más innovadores de la historia. Derrochó talento ya desde sus primeras películas, La fille de l´eau o La golfa, y posteriormente con obras maestras como La regla del juego o La gran ilusión. Increíblemente prolífico, dirigió 40 películas en las que abordó temas y géneros muy diversos aunque, según propia confesión, el realismo social era el modo de expresión que mejor dominaba.

El papel de Andrée

Respecto a Andrée, –convertida poco después en actriz y musa particular de Jean con el nombre de Catherine Hessling, protagonista de títulos como La fille de l’eau, Nana y La cerillerita–, también se beneficia de la veracidad que le aporta la actriz Christa Theret. Se ha dicho que la película magnifica el peso de Andrée a la hora de determinar la vocación del cineasta. Hay opiniones.

Las palabras de Bourdos, que se hacen eco de las vertidas en sus memorias por el propio Jean Renoir, son categóricas: “Decidida a convertirse en actriz, comunica al joven su pasión por el cine. Jean deja que ella decida por él, y en eso es fiel a la teoría de su padre: dejarse llevar por la vida como el corcho por el agua”.

Años después, recuerda también Bourdos, reconocerá que “me metí en el cine con la única esperanza de convertir a mi mujer en una estrella”.

En la vida real, Jean y Andrée se casaron. La unión familiar y artística duro hasta 1931. Ambos murieron en 1979. Ella completamente olvidada; él como cineasta de culto.

Renoir peliculaRenoir
Director: Gilles Bourdos
Guión: Jérome Tonnerre. Gilles Bourdos. Michel Spinosa.
(Basado en la obra Les tableaux amoureux, Jacques Renoir)
Intérpretes: Michel Bouquet. Chista Theret. Vincent Rottiers. Thomas Doret. Michèle Gleizer.
Fotografía: Mark Ping Bing
Música: Alexandre Desplat
Francia / 2012 / 111 minutos