Una masa corpórea en pleno movimiento, sutilmente erótico. Poco a poco se distingue que no es un cuerpo sino cuatro los que, en el escenario, representarán las pasiones, los desamores y los juegos de apego y enfrentamiento entre Octavio Paz (Ciudad de México, 1914-1998) y las tres mujeres más relevantes de su vida sentimental: Elena, Bona y Marie-Jo.
Su relación con la poeta mexicana Elena Garro es el principal hilo conductor de una obra que, a partir de fragmentos de los textos de Paz, de una atmósfera cargada de sensualidad y de una herida que nunca se cierra, representa la tiranía de una pareja que parecía todo menos estar acompañada, aunque con la clara ausencia de la violencia que definió gran parte de esa relación.
El camino de los diálogos, que recitan fragmentos de poesías, cartas y ensayos cargados de pasión, dolor y surrealismo, avanza de manera biográfica a lo largo de las relaciones del poeta. Después de Elena —o casi a la par— le siguió la artista italiana Bona Tibertelli, una mujer libre y transgresora, quien conoció a Paz en el universo de los surrealistas en París.
La obra cede a la pasión encarnada por los actores, que con facilidad interpretan, de un momento a otro, diversos personajes, emociones y registros que se entremezclan con la breve y onírica escenografía inspirada en la obra del artista hispano-mexicano Vicente Rojo.
Varias son las referencias al arte: desde los surrealistas y la representación de Los amantes, de René Magritte, hasta la presencia del pintor oaxaqueño Francisco Toledo, quien robó la mirada de una Bona quizá cansada o aburrida del círculo de diplomacia que envolvía su relación, para dar paso a la francesa Marie-Jo, a quien el escritor conoció en India mientras era embajador de México.
La obra transcurre y concluye como la definición misma del amor que enunció Paz: «El amor no es eternidad; tampoco es el tiempo sucesivo… es la percepción instantánea de todos los tiempos en uno solo, de todas las vidas en un instante». Y así, en una hora y media, la obra nos deja la interrogante sobre lo que es verdaderamente el amor, sobre la forma en que amamos y somos amados.
La obra según Jorge Volpi
Texto: Octavio Paz
Dirección: Rosario Ruiz Rodgers
Dramaturgia: Jorge Volpi
Reparto: Leonardo Ortizgris, Isabel Pamo, Lucía Quintana y Germán Torres
Producción: Teatro de La Abadía
Duración: 90 minutos
«¿Qué ve la pareja en el espacio de un parpadeo?», se pregunta Octavio Paz, cuyas reflexiones —y experiencias— sobre el amor lo ocuparon desde sus primeros poemas hasta su muerte. «Escribo sobre lo que he vivido y vivo», escribió en La llama doble (1993), su principal texto sobre el tema y uno de sus últimos libros.
En los años sesenta, cuando se traslada a la India como embajador de México, Paz padece los sacudimientos que lo llevan a escribir algunos de sus mejores poemas amorosos. Es entonces cuando al fin se divorcia de Elena Garro, su gran amor de juventud, con quien ha tenido un matrimonio siempre tormentoso y quien entonces es amante de Adolfo Bioy Casares.
Entretanto, el poeta inicia una relación no menos agitada con la artista Bona Tibertelli, esposa del poeta André-Pieyre de Mandiargues. Paz no saldrá de este juego de pasión, traiciones y celos hasta que, poco después, se enamore de Marie-José Tramini, con quien vivirá hasta sus últimos días. Los amores feroces se propone poner en escena los eternos sobresaltos del sexo, el erotismo y el amor.















