La viuda del artista, Isabel Verdejo, ha donado a la Biblioteca del Museo el manuscrito original de Roca española, el ensayo que Gaya escribió en 1953 y donde dejó una de las definiciones más singulares de la institución: “una especie de patria”, escribió, recordando desde el exilio el vínculo que nunca pudo abandonar.

Para celebrar esta incorporación a sus fondos y compartir la mirada del artista con el público actual, el Prado ha difundido un vídeo en el que José Sacristán presta su voz a los textos de Gaya. El actor revive así el tono íntimo del pintor, su asombro ante las salas y maestros, y esa convicción de que el arte ofrecido por el museo no solo se contempla: se habita.

La institución ha vivido un año especialmente intenso, marcado por proyectos que han trascendido sus muros. Durante el Día Internacional de los Museos, obras maestras viajaron en forma de reproducciones a calles de Paiporta y otras localidades afectadas por la DANA de 2024, transformando espacios cotidianos en escenarios culturales abiertos y convirtiendo el arte en un signo de resiliencia colectiva.

También ha sabido consolidar su presencia digital con hitos inéditos. El pasado 15 de septiembre, la intervención del Rey celebró las 1.000 emisiones en Instagram dedicadas a comentar Las Meninas, una iniciativa que ya supera los 100 millones de visualizaciones y que ha hecho del Prado un escenario virtual donde millones de ojos comparten la experiencia del arte.

El homenaje a Gaya encierra un significado especialmente profundo. El artista descubrió el museo a los 17 años, gracias a una beca del Ayuntamiento de Murcia, y aquel contacto temprano marcó para siempre su mirada. Más tarde, en las Misiones Pedagógicas, copió obras para llevarlas a los pueblos, convencido de que el Prado debía ser un museo del pueblo, y el pueblo, una extensión natural del Prado. Ya en el exilio, convertido en símbolo de una España escindida y en búsqueda de sentido, evocó de nuevo ese refugio interior que hallaba en las salas del museo.

Hoy, la llegada del manuscrito a la Biblioteca del Museo no solo preserva un documento literario: devuelve al Prado una pieza de su propia historia emocional. En ese diálogo entre memoria y presente, la institución despide el año reafirmando su papel: no solo custodia de obras maestras, sino espacio donde la cultura sigue delineando quiénes somos.