Pese a su pronta iniciación en el dibujo y su relativo éxito inicial a través de los grabados, las inconformistas teorías de William Blake sobre el arte y sus revolucionarias ideas sobre el mundo no fueron comprendidas hasta mucho tiempo después de su muerte. Pero el que fuera rechazado y condenado por el público de su época es hoy unánimemente reconocido como un artista integral que, trascendiendo las convenciones neoclásicas del momento, abrió la puerta a una concepción del arte no supeditada a dogmatismos sociales, religiosos y académicos.

Esta revolucionaria concepción, sumada a las visiones que le acompañaron a lo largo de su vida y que constituyeron para él una fuente de inspiración artística, son los rasgos definitorios de la temática y la técnica de Blake. De ahí que inconformismo y misticismo siempre vayan de la mano en su obra.

Librepensador

Por un lado se enfrentó al statu quo y plasmó en distintos soportes su particular interpretación de los grandes acontecimientos políticos y sociales de su época. Fue un librepensador, independiente y radical, cuyas creaciones reflejan debates morales y problemas sociales de su época. Este inconformismo derivó también en la búsqueda de nuevas técnicas artísticas que le permitieran reflejar sus inquietudes y que le alejaron de las convenciones del arte neoclásico asociadas a los valores de la Ilustración. Para obtener el efecto deseado en las líneas y el color, Blake diseña técnicas propias, a la vez que rechaza rotundamente algunos procedimientos imperantes.

Fue, asimismo, un firme defensor de la imaginación frente a la razón, considerándola no tan solo una facultad del alma, sino la existencia humana en sí misma. También en este sentido fue un creador visionario. Las visiones de otros mundos o del más allá están detrás del elaborado simbolismo y del desbordante misticismo de sus obras. Bebiendo de esta fuente de inspiración, el artista creó un sistema cosmológico único que transporta a un reino mítico donde las fuerzas del bien y del mal colisionan en eterno conflicto.

Grabador sin éxito 

Blake fue un artista precoz: tomó sus primeras clases de dibujo a los 10 años, aprendió acuarela y se convirtió en grabador de oficio. A pesar de que existía gran demanda de grabados por parte de la burguesía de la época, sus trabajos, muy personales, no tuvieron suficiente aceptación y no logró nunca vivir de forma acomodada. Su sinceridad, su resistencia a hacer concesiones al gusto contemporáneo, así como la necesidad de expresión personal como motor de la propia obra, le alejaron del público.

Sus primeros trabajos tuvieron un éxito relativo. Sin embargo, a medida que empezó a definir su estilo, el complejo simbolismo de sus imágenes provocaría el rechazo de los espectadores, que las consideraron absurdas, turbadoras e incluso de mal gusto.

Libros proféticos

Vivió una época turbulenta. Revoluciones sociales y guerras dejaron huella en sus ideas. Muy crítico respecto al sistema político, religioso y moral del momento, fue un revolucionario. Sus Libros proféticos, producidos en su mayor parte entre 1788 y 1806, son sus obras más complejas y originales: una serie de extensos poemas iluminados que tratan de la actualidad de su tiempo desde una perspectiva simbólica. Blake se inspiró en sus visiones y alimentó sus poemas con elementos procedentes de distintas tradiciones religiosas, fuentes literarias e ideas esotéricas.

En el frontispicio de Visiones de las hijas de Albión (1793) dibujó tres personajes encadenados entre sí, amarrados a las rocas de Inglaterra, prisioneros de un código social moral arbitrario y represivo. En esta obra, uno de sus primeros libros proféticos, Blake aborda temas relacionados con la libertad sexual y la igualdad entre hombres y mujeres.

Los grandes grabados

En los grandes grabados en color experimentó nuevos temas, técnicas y materiales. Son sus obras de mayor formato y están inspiradas en temas tan variados como la Biblia, Shakespeare, la historia moderna y las mitologías personales del artista. Blake denominaba a estos trabajos frescos, independientemente de si se trataba de acuarelas, grabados o pinturas al temple. De esta forma establecía un vínculo entre su obra y las grandes representaciones murales del Renacimiento italiano. Los frescos de Blake, como los de Miguel Ángel –su máxima referencia estilística–, incorporan elementos narrativos con vocación didáctica para el gran público.

Aunque Blake fue bautizado, contrajo matrimonio y recibió sepultura según los preceptos de la Iglesia Anglicana, durante toda su vida mantuvo una actitud muy crítica respecto al poder eclesiástico, integrado en el poder estatal. Fue un gran lector de los textos religiosos, en especial de la Biblia y sus libros proféticos, que estudió y analizó desde una perspectiva heterodoxa. Blake llegó a la conclusión de que la Biblia era una recopilación histórica, obra de distintas voces inspiradas por Dios, pero no dictadas por él. 

Un funcionario como mecenas

Un funcionario llamado Thomas Butts se convirtió en su principal mecenas, a pesar de no ser un hombre de gran fortuna. Muchos de sus encargos estaban relacionados con los textos bíblicos. Gracias a Butts, Blake pudo disfrutar de una mínima seguridad económica y pudo desarrollar sus ideas libremente.

A diferencia de la mayoría de sus contemporáneos, que utilizaban la pintura al óleo, Blake desarrolló una innovadora técnica de pintura al temple que le permitía plasmar líneas claras y definidas y obtener colores puros e intensos. En primer lugar dibujaba los contornos principales con tinta o pintura. A continuación aplicaba los colores y los sellaba con goma, y a veces con cola. Este procedimiento le permitía reflejar sus visiones a través de imágenes muy llamativas y espectaculares.

Además, uno de sus rasgos más característicos es la forma de representar el cuerpo humano. A su modo de ver, esta representación debía construirse desde la visión interna y no desde la observación de la naturaleza. Tomando como modelo el arte gótico y la pintura de Miguel Ángel, el cuerpo debía expresar valores y estados espirituales. En sus obras, el trazo y la silueta resultan fundamentales, por encima del efecto y el color. Esta elección no responde únicamente a una preferencia estética: es un imperativo moral.

Los Antiguos

Los primeros artistas que acusaron la influencia de Blake fueron los miembros del grupo Los Antiguos, jóvenes pintores, algunos de ellos apenas salidos de la academia, que veían a Blake como un sabio, un ermitaño que les indicaba el camino a seguir. Conocieron a Blake a través de John Linnell (ver recuadro) y se sintieron profundamente atraídos por la miniaturización y el aspecto visionario de su pintura.

Aunque compartían la pasión por Milton y la Biblia, Los Antiguos eran más convencionales en su interpretación de dichas fuentes. No les interesaban los escritos proféticos ni los complejos sistemas mitológicos de Blake, que consideraban impenetrables e imposibles de reproducir. Sus obras tampoco comparten ninguna de las vehementes críticas sociales de Blake, ni sus representaciones del horror, ni sus imágenes sexuales explícitas. Su arte era más nostálgico y estaba concebido como una reacción frente a la sociedad industrial.

Los prerrafaelitas y simbolistas

Los artistas que integraban la hermandad prerrafaelita eran más radicales en su oposición al establishment artístico que Los Antiguos, y siguieron a Blake de forma más directa al denunciar las enseñanzas y preceptos de la Royal Academy. Tomaron de Blake el tratamiento del espacio, el color y la dinámica del cuerpo humano, así como muchos de sus temas: el amor, la muerte y el juicio, la primacía del ojo interno y el cuerpo trascendente.

El simbolismo surgió a finales del siglo XIX como una reacción esteticista, irreal y poética al materialismo de la cultura europea. Blake fue considerado, retrospectivamente, como un simbolista cuya vigorosa espiritualidad y mitología personal ejercieron una gran influencia en los artistas de dicho movimiento. Como Blake, los simbolistas creían que el artista era un visionario, un profeta, y desarrollaron un lenguaje figurativo que revitalizó el género histórico e introdujo la temática psicológica en el arte.

El principal exponente de esa tendencia fue G.F. Watts, quien, en una serie de obras de gran formato, desarrolló un sistema alegórico personal al servicio de la transmisión de mensajes espirituales arcanos y denunció los abusos de la sociedad contemporánea. A pesar del carácter a menudo impenetrable de sus imágenes, Watts tuvo más éxito que Blake en su época. Los tiempos habían cambiado, el público aceptaba formas y temas que expresaban una nueva sensibilidad y los simbolistas eran aceptados por el sistema artístico.

El redescubrimiento

Dante Gabriele Rossetti (1828-1882) fue uno de los miembros fundadores del movimiento de los prerrafaelitas y, junto con John Linnell (1779-1882) y Alexander Gilchrist (1828-1861), una de las piezas clave del «redescubrimiento» de Blake a partir de mediados del siglo XIX. Gilchrist quería escribir una biografía de Blake y supo que Rossetti tenía un libro de bocetos del artista. Los dos artistas entablaron amistad. Cuando Gilchrist murió de escarlatina en 1861, Rossetti, con la ayuda del hermano y la esposa del amigo, terminó la biografía. Rossetti y los prerrafaelitas convirtieron a Blake en una referencia indispensable en el arte moderno.

En 1918 salió a subasta la colección de dibujos y grabados de Blake propiedad de John Linnell. A partir de ese momento, tanto las instituciones públicas como los coleccionistas particulares realizarían un importante esfuerzo económico para asegurarse de que la mayor parte de la obra de Blake permanecía en Inglaterra. Poco a poco su obra empezó a ser leída bajo una nueva luz: a sus innegables valores artísticos se sumaban ahora sus valores morales, asumidos por nuevas capas sociales. Como consecuencia, Blake –un artista nacional– se convirtió en una de las figuras más representativas e influyentes del arte británico.

Los neorrománticos ingleses

La obra de Blake encuentra su eco en los pintores ingleses de las primeras décadas del siglo XX, que recuperan temas y formas del Romanticismo.

  • Cecil Collins (1908-1989). La pérdida de la inocencia, la expulsión del paraíso y la búsqueda de una luz espiritual son temas comunes en Blake y Cecil Collins, quien siempre negó la influencia directa del autor de Las bodas del cielo y el infierno. En cualquier caso, compartía con él la inspiración religiosa.
  • John Piper (1903-1992). En sus ensayos sobre arte se refirió a menudo a la obra de Blake, a quien consideraba un precursor. En 1948, adaptó algunas de sus imágenes para los decorados del ballet Job: a Masque for Dancing (Job, una mascarada para bailar), de Ninette de Valois. En The Forum, Piper siguió la senda de Blake y trató la arquitectura como un palimpsesto de la historia.
  • Graham Sutherland (1903-1980). Los grabados en madera de las Églogas de Virgilio y las acuarelas de la Divina Comedia ejercieron una gran influencia sobre Sutherland, que ambientó su obra Black Landscape (Paisaje negro) en Clegyr Boia, un afloramiento rocoso galés similar a los que Blake plasmó en sus grabados.
  • Ceri Richards (1903-1971). Ceri Richards interpretó el lamento del poeta Dylan Thomas «Do not go gentle into that good night» (No entres dócilmente en esa buena noche). Su obra sugiere analogías visuales con las figuras luminosas y dinámicas de las obras de Blake.
  • Eduardo Paolozzi (1924-2005). La producción de Eduardo Paolozzi, que suele vincularse al arte pop, comprende complejas referencias a los antiguos maestros, a las culturas del mundo, a la literatura, la filosofía y la ciencia. En su Newton posmoderno, que reinterpreta en tres dimensiones el retrato de Blake, el filósofo y matemático aparece como una figura fragmentaria y robótica en la que se fusionan lo mecánico y lo humano.

La muestra William Blake (1757-1827). Visiones en el arte británico, organizada por la Tate Britain y producida por la Obra Social ”la Caixa”, se enmarca en la línea de actuación de la institución para establecer alianzas estratégicas con grandes instituciones del ámbito cultural, como el Museo del Prado, el Louvre o el MACBA. En concreto se trata de la tercera gran colaboración con la Tate Britain, tras las exposiciones en torno a las figuras de William Turner y William Hogarth.

 

Tres trabajos capitales

El Libro de Job. 1818: Blake, con 61 años, vivía una difícil situación económica. Un joven artista, John Linnell, le encargó los dibujos para el Libro de Job y las acuarelas de la Divina Comedia de Dante. Además compró la mayor parte de sus escritos publicados. La amistad y la colaboración entre ambos duró los últimos diez años de la vida de Blake. El legado de Linnell fue el puente que conectó su obra con las generaciones posteriores. Blake se identificaba, personal y profesionalmente, con la historia de Job: el hombre bueno que sufre, que rechaza la idea de que este sufrimiento sea culpa de sus propios pecados y que, en la defensa de su virtud, llega a enfrentarse al propio Yahvé.

La Divina Comedia. A propuesta de Linnell, Blake ilustró la Divina Comedia de Dante. El trabajo comenzó en otoño de 1824 y debía publicarse como una serie de grabados. A la muerte de Blake, en 1827, solo habían sido impresas siete láminas y los diseños se encontraban en distintas fases de realización. Se desconocen las razones por las que la mayor parte de estas acuarelas corresponden al infierno. Tal vez porque Blake no pudo terminar la obra. El encargo de Linnell dio pie a una importante producción formada por 102 acuarelas y algunos bocetos originales. La Divina Comedia no es tan solo el más importante de sus proyectos inacabados, sino una de sus obras más significativas, donde puede observarse la amplitud y gran poder de su imaginación.

Libros iluminados. Los libros iluminados o miniados, impresos entre 1788 y 1806, marcan el periodo más prolífico de su obra y son testimonio de su audaz experimentación técnica y conceptual. Sus imágenes no deben ser entendidas únicamente como ilustraciones que adornan el texto, sino como un importante elemento que lo amplía y complementa. Imágenes y palabras aparecen grabadas en relieve. Antes de sumergirla en ácido, Blake pintaba la plancha de cobre con una solución resistente. Una vez obtenido el dibujo o el texto en relieve, le aplicaba tinta y lo imprimía utilizando varios colores en la misma plancha. Por ello nunca encontramos dos versiones iguales de la misma imagen, ya que Blake, junto a su esposa Catherine, terminaba los grabados a mano, reforzando las líneas más tenues y otorgando a cada ejemplar un color y una textura únicos. Blake atribuyó la invención de esta técnica a su hermano menor, Robert, cuyas aspiraciones artísticas quedaron bruscamente truncadas por su trágica y temprana muerte en 1787. Este suceso tuvo un profundo efecto en Blake, quien sostenía que Robert le visitó en una de sus visiones y le explicó los principios de un nuevo método de grabado en color.

 

 

Madrid. William Blake (1757-1827). Visiones en el arte británico. CaixaForum Madrid. 

Del 4 de julio al 21 de octubre de 2012.

Comisaria: Alison Smith, conservadora de Arte Británico (hasta 1900) de la Tate Britain de Londres.