Esta obra magníficamente editada propone una experiencia inmersiva en la que el lector puede acceder a la mente del fotógrafo en el instante concreto en el que disparó la foto. Una forma distinta de admirar la fotografía a través de la voz del autor, ilustrando todo tipo de detalles, contextos y trasfondos que de otra manera se presentarían como inaccesibles. Un manual en el que la belleza cinematográfica de cada imagen recupera su dimensión documental, y explica y evoca al momento histórico y social que vivía Francia. 

Así explicaba Ronis su forma de trabajar: «En general, no cambio nada de lo que sucede, yo sólo observo y espero. En cada foto me impresiona una situación, sin más, e intento encontrar el lugar adecuado donde ubicar mi instantánea para que lo real se revele en su verdad más vivida. Da mucha satisfacción encontrar el punto exacto, forma parte de la alegría de la toma y a veces es también un tormento, porque esperas cosas que no ocurren o que sucederán cuando ya no estés».

Vida

Con el fin de la Segunda Guerra Mundial, los periódicos franceses y sus redacciones vuelven a entrar en actividad. Eludiendo la fotografía periodística o propagandística se inicia un movimiento de fotografía humanista. Se van definiendo así las líneas narrativas de una nueva fotografía en la que se mezclan tintes naífs y edulcorados con la crítica y el realismo. En esta escuela se enmarcarían fotógrafos como Bresson, Brassaï, Klein o el que a nosotros nos incumbe en esta ocasión, Willy Ronis, que describió este movimiento como «la mirada del fotógrafo que ama al ser humano».

De origen parisino, Ronis quiso durante sus primeros años continuar con la tradición de melómanos que le precedía en su familia y enfocarse en la carrera de compositor. Sin embargo, pronto terminaría inclinándose por el estudio de fotografía que su padre llevaba en el barrio de Montmartre. A los quince años le regalaron su primera Kodak y desde el principio rechazó la rigidez de los retratos de estudio para retratar el bullicio de las calles y sus gentes.

Después de unos años muy tristes, en los que realizó el servicio militar y su padre enfermó de cáncer, Ronis se hizo cargo de su estudio de fotografía. En sus ratos libres escapaba a la Societé Française de Photographie para seguir nutriendo el ojo con las exposiciones de profesionales internacionales.

Tras la muerte de su padre, su suerte cambió. Liquida el estudio y tras la guerra comienza a vender algunas de sus fotografías a muchas de las cabeceras más importantes de la época. También al ministerio de turismo y a la red de ferrocarriles franceses. Esta vertiente de su fotografía más comercial le permitió dar a conocer su nombre dentro de la industria y conocer a otros fotógrafos como Robert Cappa.

Ronis observa su entorno y con calma y pasión indaga con una mirada atenta en los fragmentos de cotidianidad que le rodean: «Viendo todas estas fotografías soy consciente de que me quedo con lo cotidiano, con mi realidad, pero así soy yo. No soy novelista, no puedo inventar, lo que me interesa es lo que tengo ante los ojos». Una vez revelada la foto explora su ser más íntimo y sus impulsos como artista los pone en común con el lector, sin tapujos. Describe la vida de los retratados, sus suposiciones y divagaciones o qué paso antes o después del instante.

Así cuenta lo que veía en sus trayectos en tren, sus paseos por el Mercado de las Pulgas en Porte de Vanves, sus veranos en Gordes, los viajes con Marie-Anne, los bailes, el trajín de las calles, los niños y los reportajes de encargo. Él mismo propone el diálogo que une a las imágenes, lo que le recuerda la una de la otra o lo que cree que deben pensar los retratados. Todo ello a través de su particular y brillante mirada que no solo reluce con la fotografía sino también con la narración: «Nunca he perseguido lo inusual, lo extraordinario, lo nunca visto, sino lo más sencillo de nuestra existencia diaria. En cualquier lugar donde me encuentre…Lo importante para mí es la búsqueda sincera y apasionada de la belleza modesta y cotidiana».

Aquel día

Willy Ronis

Traducción de Regina López Muñoz

Editorial Periférica & Errata naturae

144 páginas

26,50 euros

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