Salvo un frottage fechado en 1957, todas fueron realizadas entre 1922 y 1928, una etapa de experimentación en la que, partiendo de un interés inicial por el dadaísmo, Ernst evolucionó hacia las propuestas más trasgresoras formuladas por el surrealismo. Fue en este contexto donde pudo aportar novedades teóricas, técnicas y creativas que hoy son consideradas fundamentales para el desarrollo del arte del siglo XX.

Buena parte de este conjunto –los 14 óleos, cuatro dibujos y dos frottages–, al que se ha incorporado en préstamo temporal una escultura y diverso material documental, se expone hasta el 30 de junio de 2025 en una nueva edición del programa La Obra Invitada. El recorrido expositivo, planteado por Miriam Alzuri Milanés, conservadora de Arte Moderno y Contemporáneo, busca poner de relieve la originalidad creativa de Ernst.

Figura central

A pesar de ser una figura central del surrealismo y de su impronta en el arte español gracias a la difusión de su trabajo en revistas especializadas y a su participación en exposiciones de la época (en el Ateneo de Tenerife en 1935 y en el Museo de Arte Moderno de Madrid en 1936 por iniciativa de su director, Juan de la Encina), Ernst está escasamente representado en las colecciones públicas españolas. Así, se conservan dos obras suyas en el Museo Reina Sofía y cuatro en el Thyssen-Bornemisza, a las que ahora se suma este conjunto depositado en el Museo de Bilbao.

Las obras proceden de una colección particular de origen español radicada en Londres que fue heredada por su actual propietario, nieto del prestigioso galerista inglés Aram Mouradian (Southport, Reino Unido, 1892-París, 1974). Son las que él compró –directamente al artista y también a terceros– y conservó para sí mismo, y dan buena idea tanto de su predilección por Ernst como de los múltiples intereses del artista.

Max Ernst. Fleurs-écailles (1925). Colección particular.

Entre las obras que Mouradian adquirió a Ernst en 1927 y ahora se exponen se encuentran los dibujos La Belle jardinière (c. 1921-1922), Deux enfants dans une chambre percée (1923) y L’Ombre (1923), y las pinturas Deux jeunes filles en de belles poses (1924), Cage et oiseaux (1924), Les Mains aux oiseaux (1925), Jeunes gens piétinant leur mère (1927), Petit monument aux oiseaux (1927), Forêt et soleil bleu (1927), Forêts-arêtes (1927) o Fleurs-écailles (1928).

Entre las compradas a terceros figuran Danseur sous le ciel (Le Noctambule) (c. 1922), L’Éloge de la folie (1924) y el dibujo original de Les Éclairs au-dessous de quatorze ans (1925), que después se reproduciría en fototipia para la carpeta Histoire Naturelle.


Programa La Obra Invitada. Max Ernst. París, 1922-1928. Salas 18-20. Hasta el 30 junio de 2025. El programa está patrocinado por la Fundación Banco Santander.

Periplo vital

Max Ernst. ‘Les éclairs au-dessous de quatorze ans’ (1925). Colección particular.

Pintor, escultor y autor de influyentes trabajos en el mundo del collage y la obra gráfica, Max Ernst fue un artista de formación autodidacta. Estudió arte, filosofía, literatura y psiquiatría en la Universidad de Bonn e inició su carrera artística en la primera década del siglo XX interesado por los lenguajes del expresionismo y el cubismo.

Tras la Primera Guerra Mundial –en la que combatió–, se vinculó al grupo dadaísta de Colonia y mantuvo contacto con los de Berlín, Zúrich y París. En esa época realizó sus primeros collages y fotomontajes, que pudieron verse en 1921 en la librería parisina Au Sans Pareil, propiedad de André Breton y Simone Kahn. En 1922 se instaló en París, donde se convirtió en una figura fundamental del movimiento surrealista por su imaginación creadora y su capacidad para incorporar a su trabajo nuevas técnicas, como el frottage –cuya invención se le atribuye–, el grattage o la decalcomanía –inventada en 1935 por el pintor canario Óscar Domínguez.

En 1938 abandonó el grupo surrealista y se trasladó a Saint-Martin d’Ardèche, localidad al norte de Aviñón, con la pintora surrealista Leonora Carrington. Tres años después, iniciada ya la Segunda Guerra Mundial, se instaló en Estados Unidos donde contrajo matrimonio con la coleccionista y mecenas neoyorquina Peggy Guggenheim. Después residiría unos años en Arizona con la artista surrealista estadounidense Dorothea Tanning. En 1953 regresó a París, ya convertido en una figura de renombre internacional.