En sus últimos trabajos, Tornero parte de fotografías que toma en su vida cotidiana, que tienen como escenario el paisaje inmediato del Madrid donde reside, y que retratan desde lo pequeño y nimio de las interacciones sociales en la ciudad hasta la monumental arquitectura del poder que caracteriza a la capital. Esas fotografías –fragmentos en sí mismas de una realidad mayor–, las recorta, las superpone a otras imágenes e intercambia escalas y motivos para dar lugar a collages de gran complejidad donde se insertan los restos de una multiplicidad de representaciones posibles de la ciudad.
Para Manuel Segade, director del Museo Reina Sofía, Gran friso, siguiendo la tradición de la Procesión de las Panateneas del Partenón de Atenas o del Ara Pacis en Roma, «muestra una narrativa visual que se descubre al rodear el edificio, pero donde los frisos de la tradición de los templos clásicos contaban grandes gestas Tornero toma el pulso de la ciudad en sus mitologías mundanas, dando espacio a la vida misma».
El artista presenta su obra como «un espejo fragmentado de la ciudad, una especie de arqueología urbana reciente que combina lo cotidiano y lo simbólico, lo efímero y lo permanente. Las imágenes, ensambladas en un juego casi artesanal, se convierten en una suerte de crónica urbana que invita a reflexionar sobre la deriva de las ciudades contemporáneas y sobre las tensiones entre lo monumental y lo cotidiano, entre lo íntimo y lo público». Para Tornero, «la interacción entre las lonas, la estructura del Palacio y los elementos externos en obra añade una capa adicional de complejidad, donde la arquitectura y la intervención artística se entrelazan en un diálogo continuo».
Diálogo continuo
La técnica con la que ha producido su obra también mantiene la intimidad de lo cotidiano y la simplicidad de la naturaleza circulatoria de lo usado. El proceso comienza con la manipulación de los recortes de unas fotografías impresas de un máximo de 15 centímetros de alto, pegados unos a otros con cinta adhesiva doméstica. Luego son colocados sobre una maqueta de madera y cartón que reproduce la arquitectura, para ser finalmente fotografiada.
La lona resultante reproduce esas tomas a una escala de más de 6 metros, en un ejercicio de cambio de escala radical, en el que la estructura original parece sostener el edificio con sus puntales de cartón. Las imágenes de la ciudad se convierten así en bodegones de desmedida escala urbana, pero también esa misma condición monumental convierte Gran friso en un inmenso diorama, que no renuncia tampoco a hablar del estado actual del interior en construcción del propio Palacio de Cristal. La condición transparente del edificio se mantiene así metafóricamente en la lona que lo cubre: una ciudad que se hace transparente a sí misma dando voz a sus representaciones más pedestres en el corazón mismo de su gran parque real.
Para la realización de la lona se ha utilizado la tecnología de impresión de gran formato HP Latex, que garantiza una gran calidad de impresión. Gracias a sus tintas a base de agua, se eliminan los olores y los contaminantes. Además, su durabilidad y resistencia aseguran que los colores se mantengan vibrantes y nítidos durante mucho tiempo.
Joya arquitectónica de 1887
El Palacio de Cristal es una de las dos sedes expositivas del Museo Reina Sofía en el Parque de El Retiro de Madrid. Fue concebido originalmente como invernadero para la Exposición de Flora de las Islas Filipinas (1887), y su diseño, a cargo del arquitecto Ricardo Velázquez Bosco, refleja a un tiempo el impacto de los materiales de construcción más vanguardistas de la época y la historia del colonialismo del siglo XIX.
Las columnas de hierro colado, combinadas con grandes superficies de cristal, y su planta diáfana resultan de gran monumentalidad, y fueron, en su época, muy novedosas. Durante aquella Exposición, el Palacio presentaba especímenes de vegetación exótica enmarcados en un contexto arquitectónico técnicamente innovador, una fusión destinada a producir una imagen de fantasía e irrealidad en los visitantes.
Tras la Exposición de 1887 se utilizó como sede regular de la Exposición Nacional de Bellas Artes. Desde 1990 ha albergado proyectos e instalaciones específicas de artistas contemporáneos. Permanece cerrado desde abril de 2023 por importantes obras de restauración que se prolongarán al menos hasta 2027.