El impacto de un bloque de hielo desprendido de un tejado dejó ciega a Ingrid. Desde que perdió la vista vive encerrada en ella misma sin salir de su casa, a solas con sus pensamientos y cercada por los recuerdos. No le ayuda a escapar de esa situación un marido «plano» que no aporta una chispa de vida a la vida. Con la única compañía de los sonidos que percibe desde la ventana de su apartamento, Ingrid parece irremisiblemente abocada al aburrimiento.
Otra realidad
Sólo lo parece porque ese ejercicio de introspección y ese escarbar en su mundo interior va derivando a que «vea» otro tipo de realidad en la que afloran lugares oscuros, deseos reprimidos, y miedos, y retos, frustraciones y fantasías. Al evocar el mundo en el que vivía, las imágenes que antes eran muy claras empiezan a ser sustituidas por visiones cada vez más borrosas.
Más que su imaginación, entra en juego su capacidad creativa y afloran historias que el espectador, movido por los hilos que manejan los responsables de la película, no es capaz de discernir.
Acabamos por no saber si su ceguera es producto de un accidente o de una enfermedad congénita; si la aventura extramatrimonial del marido es real, si es real su obsesión por las páginas pornográficas de internet; si es ella misma la vecina a la que su marido espía por la noches; si la voz en off sobre el que el guión gravita es la de ella; si el encuentro de Ingrid con un viejo amigo se produce, si ella lo seduce…
Pero ese es el juego de la propuesta. Un juego en el que todo parece condicionado a la interpretación de quien desde el patio de butacas asiste a esta sucesión de claroscuros.
Confusa y sugerente
Como ha señalado el propio Vogt, que no renuncia al humor pese a lo sórdido del entramado, «el reto de la película es situar al público en la piel de una mujer ciega que no se preocupa por lo real más que en la medida en que consigue visualizarlo. Espero que transmita muchas cosas diferentes sobre el ser humano, sobre todo en lo que concierne a su ser interior: todos los pensamientos extraños, vergonzosos e imaginativos que tenemos y nos cuesta compartir con los demás».
Confusa pero sugerente, Blind huye, y lo consigue, a través de un experimento narrativo y visual distinto, de cualquier parecido con un historia clásicamente contada. No es tanto el relato de una mujer ciega, acosada por su deficiencia, como una reflexión sobre la creación como vehículo para huir hacia ámbitos que, así parece demostrarlo Ingrid, pueden estar tan alejados como en el interior de uno mismo.