Bretaña, 1770. Marianne (Noémie Merlant) es una pintora que debe realizar el retrato matrimonial de Héloïse (Adèle Haenel), una joven que acaba de dejar el convento. Un encargo difícil en el que se ha empeñado la inflexible madre de la joven.

Difícil porque Héloïse no acepta su destino como mujer obligada al matrimonio y se niega a posar, por lo que Marianne debe trabajar en secreto sin que la retratada sepa que está siendo la protagonista del cuadro.

Para ello, Marianne se hace pasar por dama de compañía, lo que le da la oportunidad de observarla de día y pintarla de noche. Entre paseos al borde del mar su relación se vuelve más intensa a medida que comparten juntas los últimos momentos de libertad de Héloïse antes de su boda.

Pasiones clandestinas

Sencilla en principio en sus fundamentos argumentales, la historia va tornándose más compleja para levantar una película de pasiones clandestinas en la que, además de una sobria dirección artística, destaca el trabajo de las dos actrices protagonistas.

Noémie Merlant y Adéle Haenel establecen un emocionante juego de miradas incendiadas, diálogos explícitos y palabras no dichas que arman y desarman al espectador. Lo arman porque lo sumergen en la sensual relación que se cuenta; lo desarman porque, inevitablemente, lo hacen partícipe y cómplice de la tensa injusticia que la película transpira.

Céline Sciamma, una de las cineastas más relevantes de la cinematografía francesa actual, autora también de Girlhood (2014) y Tomboy  (2011), justifica su salto ambiental al siglo XVIII:  «El que los problemas vengan de lejos no significa que hayan dejado de tener vigencia, especialmente cuando se trata de una historia tan poco contada: la de las mujeres artistas. Cuando me zambullí en la documentación sabía muy poco sobre la realidad de las mujeres pintoras de aquella época. Conocía figuras destacadas que probaban su existencia: Elisabeth Vigée Le Brun, Artemisia Gentileschi, Angelica Kauffmann… Pero la dificultad para encontrar información y documentación no ha sido impedimento para verificar la existencia de una verdadera ebullición artística femenina en la segunda mitad del siglo XVIII».

Artistas olvidadas

Y recuerda la directora que fueron muchas las pintoras que existieron en aquella época, principalmente retratistas. En aquel entonces ya existían las críticas de arte femeninas y las reivindicaciones a favor de mayores niveles de igualdad y visibilidad. De hecho, un centenar de mujeres pintoras lograron tener una carrera exitosa y muchas de sus obras se encuentran en las colecciones de las principales pinacotecas del mundo. Sin embargo, en buena medida la historia las ha dejado de lado.

«Cuando conocí el trabajo de estas pintoras olvidadas, sentí emoción y tristeza a la vez. Tristeza por el total anonimato de estas obras condenadas al ostracismo. No solo por su invisibilidad ante los ojos de la historia del arte, sino también por sus consecuencias: cuando miro estas obras me conmueven y remueven, sobre todo porque me han ocultado su existencia».

Responsable también del guion, Sciamma argumenta así su decisión de inventar una mujer pintora en lugar de elegir a una figura representativa: «Me pareció lo más justo, en comparación con las carreras de estas mujeres que solo hemos conocido ahora: inventar una era pensar en todas. Quería mostrar al personaje trabajando. Tuvimos que inventar sus obras. Quería trabajar con una artista en lugar de con copistas. Quería que ella tuviera la edad del personaje. Una artista que tuviera 30 años en la actualidad. Y durante mi investigación sobre las pintoras contemporáneas descubrí el trabajo de Hélène Delmaire. Tenía una formación clásica en pintura al óleo y bastante familiarizada con las técnicas del siglo XVIII y XIX. En colaboración con la directora de fotografía Claire Mathon, nos sumergimos en esta doble tarea, la de la creación de las pinturas por una parte y la de su ejecución en la película por otra».

Retrato de una mujer en llamas, sin caer ni en un solo plano en el riesgo de una preciosismo excesivo, cautiva y conmueve. Como lo hacen los retratos de Corot pintados en el siglo XVIII en escenarios naturales que, –confesión de la directora– ha sido una de las fuentes de inspiración de la película. «Lo increíble de Corot es que logra que la luz surja desde el interior de los personajes que retrata. Hemos intentado lograr ese efecto».

Pues bien: prueba conseguida. Compruébenlo.

Retrato de una mujer en llamas

Dirección y guion: Céline Sciamma

Intérpretes: Noémie Merlant, Adèle Haenel, Luana Bajrami y Valeria Golino

Fotografía: Claire Mathon

Francia / 2019 / 119 minutos