El sistema está podrido y este es solo un pequeño ejemplo de ello. Guillermo Toledo, Carlos Bardem y Carlo D’Ursi interpretan a los ojeadores que se enriquecen engañando tanto a los chavales como a sus familias para sacarles todo el dinero posible, sin preocuparse verdaderamente por ellos en ningún momento. Representan la punta del iceberg de un problema enraizado y de difícil solución, uno de los eslabones de la horrible cadena que apenas sí llega a dibujarse en la película, que prefiere centrarse en la historia de los dos aspirantes a ser el nuevo Drogba.

Y son dos historias duras. Muy duras. Comienzan en el mismo punto, en Mali. Amadou y Moussa son dos adolescentes que juegan con otros chicos de su edad. Hasta allí viaja el primero de los oportunistas ojeadores, que se compromete a llevarlos a Europa para hacer pruebas en equipos de primer nivel. La estafa empieza pronto, cuando les exigen a las familias que inviertan todos sus recursos en financiar las gestiones del viaje. Una vez en España, las vidas de ambos protagonistas cambiarán para siempre; cada una en una dirección que nunca habían imaginado.

La sobriedad con la que se trata un tema tan dramático es un punto a favor de Diamantes negros, que no necesita artificios para llegar a las vísceras de la audiencia. La crudeza de las experiencias de Amadou y Moussa es suficiente para conmover y plantear unas cuantas preguntas que cualquiera, aficionado al deporte rey o no, encontrará incómodas. Al final, el fútbol no es más que otro escenario donde las desigualdades entre norte y sur se hacen patentes.

Ficción para tratar la realidad

Según el abogado Ronny van der Meij, 20.000 niños africanos llegaron a España esperando una oportunidad en el terreno de juego y acabaron en la calle. El reglamento de la FIFA especifica que las transferencias internacionales de jugadores se permiten solo cuando el jugador alcanza la edad de 18 años, aunque existen varias excepciones. La realidad que retrata Diamantes negros muestra cómo, con las artimañas y al margen de la legalidad, se puede eludir la restricción y engañar a las autoridades.

Al carroñero le da igual dónde acaben los chicos (en la calle, delinquiendo…) mientras él se quede con un buen pellizco. La frialdad con la que los ojeadores explotadores tratan a los chavales es impactante. Pero esto no ocurre en países lejanos; sucede aquí y ahora. En España y en Portugal, en Francia y en Estonia. Diamantes negros es cine de denuncia de primera, tan conmovedora como enfurecedora. Merece la pena.

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Diamantes negros
Dirección: Miguel Alcantud
Guion: Miguel Alcantud
Intérpretes: Setigui Diallo, Hamidou Samake, Carlos Bardem
España, Portugal / 2013 / 100 minutos