En su recorrido vital, Bhagwan (Bhopal, 1931-Pune, 1990) se convierte en un iconoclasta, partidario de la fusión de las costumbres orientales y occidentales, la meditación y el exceso, la fraternidad y el amor libre, la vida recogida y los Rolls Royce —llegó a tener casi veinte— y todo ello sin renegar de la exposición mediática.

El tratamiento argumental de Wild Wild Country se consigue mediante el formato documental, con profusa utilización del abundante material filmado en la época. Rápidamente, el espectador se da cuenta de que Bhagwan, el gurú, pese a la magnificencia de su figura, no es más que el pretexto y motor para elaborar un relato. Su secretaria, Ma Anand Sheela, opera como la presidenta de la Fundación y auténtica líder de facto de la comuna, que se convierte en una pequeña ciudad con alcalde, servicio médico y policía propios. Incluso consiguen forzar el cambio de nombre del pueblo a Rajneeshpuram (la ciudad de Rajneesh).

Lo fascinante de esta historia surge cuando los 50 habitantes originarios del pueblo se sienten invadidos por aquellos hippies vestidos con colores carmesíes. La comuna crece de tal forma que literalmente acaban por convertir el lugar en un vergel con numerosas construcciones para los miles de seguidores de Bhagwan.

Pero el problema con el que se topa la comuna es mucho más vasto que la resistencia del puñado de habitantes de Antelope. Primero, la vecina Wasco County, a continuación el Estado de Oregón y, finalmente, el mismísimo Gobierno federal.

No hay que olvidar que el áshram se establece legalmente en 1981, año en que el republicano Ronald Reagan comienza su andadura como presidente. Pese a la espiritualidad intrínseca de los nuevos pobladores de Antelope, el conflicto trasciende las actividades de respiración profunda, meditación y  búsqueda de la iluminación. Hablamos de la maquinaria judicial — a conveniencia— del Estado más poderoso del planeta contra el sueño de un excéntrico individuo de piel tiznada y túnicas de colores.

En los años 80, Estados Unidos estaba sumergido en la causa anticomunista y contra todo aquello que violentase el statu quo que quería imponer no solo en su propio territorio, sino en todo el mundo. Pese a ello, la aventura de Rajneeshpuram se prolongó durante cinco años.

La narración se articula con los testimonios de Ma Anand Sheela, la menuda mujer que desafió a todos y a todo y que desde su extraordinaria inteligencia cautiva treinta años después de la locura de la que fuera protagonista, del locuaz abogado y ex calcalde de Rajneeshpuram, y de algunos personajes más de la época: habitantes del pueblo, políticos, seguidores, etc.

El flujo de imágenes, de pequeñas historas insertadas, el efecto mágico del sueño de Osho, el caos y la tragedia mezclados con condescendencia y humor, convierten este documental en un verdadero viaje sensorial desde la vaporosidad espiritualista de la comuna hasta la cuestionable racionalidad del sistema político y judicial estadounidense.

Son demasiados elementos, pero engarzados con gran habilidad y conocimiento del ritmo narrativo. La historia de Bhagwan-Osho es así la historia de un sueño, la historia de los años 80 y la historia de Estados Unidos. Hipnótica.