Gravitan sobre el largometraje preguntas de calado relativas al papel de los profesionales del derecho. A estos interrogantes conduce un guion muy trabajado que en todo momento huye, y lo consigue, de los estereotipos al uso. No hay caricaturas de los personajes, sino personas con sus luces y sombras y con sus diferentes umbrales de decencia o indecencia.

Firman lo que en la pantalla se cuenta el propio Stora, Sonia Moyersoen y la cronista judicial del diario Le Monde, Pascale Robert-Diard. De esa conjunción aflora un texto muy verosímil que invita a preguntarse si puede un abogado defender los intereses y poder de delincuentes, narcotraficantes o asesinos sin pertenecer en absoluto a ese submundo. Y, sobre todo, si puede hacerlo sin abrazar el perverso método de los corruptos.

Trama

El caso Villa Caprice nos introduce en la vida de Luc Germon (Niels Arestrup), un abogado de gran reputación cuya existencia se ve trastornada cuando acepta a un nuevo cliente, Gilles Fontaine (Patrick Bruel), uno de los empresarios más poderosos de Francia, al que acusan de comprar una propiedad en circunstancias más que dudosas.  

Asediado por la justicia, Fontaine recurrirá a Germon que, poco a poco, irá descubriendo más sombras que luces sobre su defendido, un hombre acostumbrado a triunfar al que nada, y mucho menos el respeto a la legalidad, echa para atrás. La inicial alianza entre el abogado y su defendido se va resquebrajando…

Fue la periodista Pascale Robert-Diard quien planteó el tema de Villa Caprice a Stora basándose en el llamativo suicidio del abogado Olivier Metzner. Al conocer los hechos el realizador se planteó qué podría empujar a un hombre tan poderoso a terminar con su vida y comenzó a fraguarse el guion de la película.  

Muerte social

Para Stora, “el poder es obviamente lo que me interesaba: quién lo posee, quién tiene derecho a tomar la decisión final. A veces, una persona que cree estar al mando no es más que un peón en un juego cuyas reglas no comprende. Pero también me interesaba planear cómo colaboran los distintos poderes –político, económico, judicial. En una sociedad extremadamente cruel, la más mínima debilidad puede tener un efecto dominó que lleve a la muerte social o incluso a la propia muerte”.

El caso Villa Caprice discurre con solidez ante los ojos del espectador gracias a un ritmo contenido y elegante –pese a lo podrido del tema de fondo– que vierte verdad sobre el resultado. Ese que, como queda apuntado, sugiere interrogantes, entre los que no es el menor el que cuestiona cuál es el precio del silencio. En este caso el de un abogado que deja de ser libre cuando se hace cómplice de un corrupto. Un profesional que, pese a sus elevados honorarios, se resiste como puede a olvidarse de la ética. Muy interesante.

El caso Villa Caprice

Dirección: Bernard Stora

Guion: Pascale Robert-Diard, B. Stora, Sonia Moyersoen

Intérpretes: Niels Arestrup, Patrick Bruel, Irène Jacob, Paul Hamy, Michel Bouquet, Laurent Stocker

Fotografía: Thomas Hardmeie

Música: Vincent Stora

Francia, Bélgica / 2020 / 103 minutos

Distribuidora: VerCine