Desde que unos hermanos, los Grimm, nos pusieran delante de los ojos las andanzas de una dulce muchacha, Blancanieves, y sus siete enanos amigos, el mundo ha dado muchas vueltas y aquella historia, también.

El cine se ha hecho eco del relato no pocas veces y en versiones muy diferentes (acaso la más popular sea la de Walt Disney, que supuso la primera y sólida piedra de su descomunal imperio). Pero casi con seguridad nada tan original y atrevido como la Blancanieves que firma como guionista y director Pablo Berger, que ha convertido el cuento de los Grimm en un relato ambientado en los primeros años del siglo XX, en el sur de España y en el mundo del toreo.

Muda y bicolor

Fiel al espíritu sombrío del original, rodada en blanco y negro y sin sonido (¡oigan bien, hablamos de cine mudo), la insólita propuesta integra como madrastra a una Maribel Verdú más convincente y actriz en cada nuevo reto.

El hilo conductor está protagonizado por Carmencita, hija de torero, cuya vida sufre un vuelco cuando su padre queda paralítico como secuela de una cogida. La envidia y artimañas de su madrastra marcarán su vida, la historia y la película.

Reinventada

Esta Blancanieves reinventada es mágica aunque carezca de príncipes y hadas. Mágica por su muy potente estética. Mágica, aunque nos haga pensar en la desesperanza. Mágica, en fin, porque emociona y conmociona.

Nominada como una de las tres representantes españolas a los Oscar, y aunque por aquellos lares sus posibilidades estén notablemente lastradas por el hecho de que la también muda y en blanco y negro The Artist se lo llevase casi todo en Hollywood en su momento, Blancanieves se merece, por atrevimiento, fondo y forma, eco y reconocimiento, como el que ayer le brindaron los Premios Goya al otorgarle nada más y mada menos que diez de sus sólidas estatuillas.

 

Blancanieves

Dirección: Pablo Berger

Intérpretes: Macarena García, Maribel Verdú, Sofía Oria, Pere Ponce y Daniel Giménez Cacho.

España / 2012 / 90 minutos