Hidalgo ha sido y es muchas cosas en relación al cine, el periodismo y la literatura. Columnista, ensayista, novelista, crítico y guionista, quedamos con él para repasar su último trabajo y lo hacemos pocas semanas antes de que se hiciera público su nombramiento como director de EL CULTURAL.

– ¿Por qué poner a dialogar a esas dos glorias de nuestro cine?

Existiendo una bibliografía bastante extensa sobre Fernán Gómez y Berlanga a la que yo mismo he contribuido, no cabía ocuparme de las dos figuras sin una justificación. Conocía esas fuentes, interlocutores y colaboradores comunes. La idea fuerza del libro fue poner en primer plano una línea troncal, primero con la tradición del humor español, subrayando la influencia del sainete en ambos, el origen de la picaresca, el esperpento y todo con muchos matices. Después entroncarlos a ambos en esa línea que puede ir de Gómez de la Serna, Wenceslao Fernández Flórez, Miguel Mihura, Edgar Neville, Rafael Azcona y toda esa galaxia que supuso La Codorniz y adláteres. La tercera pata del libro serían colaboradores como Pedro Beltrán, Jesús Franco, Juan Estelrich o un pseudodiscípulo o emanación de ambos como José Luis García Sánchez.

¿Necesitamos efemérides para recordar a figuras tan esenciales?

Me consta que hay una corriente periodística un poco harta de las efemérides, que las contemplan como ejercicios de arqueología. Pero en este momento de la cultura y la sociedad españolas estamos muy necesitados de este tipo de conmemoraciones porque ha habido un corte en el interés de las nuevas generaciones por el pasado cultural. Viven en un doble fenómeno, el presentismo con mirada hacia adelante y luego la globalización cultural con el liderazgo americano. En ese sentido estamos desasistidos sobre todo en lo que se refiere a la tradición española de mirarnos a nosotros mismos. Cinematográficamente no venimos de Spielberg, nuestra mentalidad no viene de Tarantino. No se trata de ser antimoderno. Seamos todo lo modernos que haya que ser porque hay que ir hacia delante, pero un país tiene que conocer lo suyo, entre otras cosas para comprender lo moderno. Si no conocemos bien a Berlanga y a Fernán Gómez, nos podemos creer –y no voy a dar nombres– que ciertas comedias españolas, muy modernas, que se hacen de treinta años para acá, han surgido del aire cuando en realidad han surgido de la misma línea. Esa pareja feliz no solo tiene una fuente neorrealista sino también sainetesca. El sainete puede sonar muy antiguo pero está en Fernando Colomo, en Manuel Gómez Pereira, está en muchas comedias. Habrá mucho decorado guay o hípster, pero el argumento de fondo es sainetesco.

Una efeméride puede ser una oportunidad para conocer el pasado y comprenderlo. No puede haber ruptura si no conoces con qué rompes. Y te llevarás la sorpresa de que cuando rompes con algo queda siempre algo y hay algo nuevo. Esa es la tarea cultural y eso es lo que hemos hecho con el libro, abrir una pantalla para que conozcamos de dónde venimos.

– La pregunta que nos hacemos los admiradores de ambos, ¿por qué trabajaron juntos tan poco?

Hubo una oportunidad perdida. Fue un papel que Berlanga escribió pensando en Fernando, el personaje del contrabandista El Langosta para Calabuch. Esa pareja feliz es del 51 y Calabuch es del 56. Cabe preguntarse qué hubiera pasado si se establece ese hilván solo cinco años después de la primera colaboración, aquello sale bien y refuerzan su amistad y complicidad profesional. No sabemos lo que habría pasado. La cuestión es que en aquella película entró la coproducción italiana y se decidió que lo interpretaría Franco Fabrizi. Me parece un momento capital. Luego llegan los años sesenta y un cúmulo de circunstancias, entre ellas la peor etapa de Fernán Gómez como actor, por la mala calidad de las películas en las que se mete. En cambio, en los años setenta, pasa lo contrario: Fernán Gómez se recupera como actor con personajes muy acabados, como los de Ana y los lobos, el intelectual autoexiliado de El espíritu de la colmena, el estraperlista desagradable de Pim, pam, pum fuego… Aparece otro actor, empaquetado, maduro, con seriedad en la dicción. Ya no es algo que rime bien con la «sensibilidad Berlanga». Eran amigos pero Berlanga ve siempre en Fernando un intelectual, un gran lector y escritor, de conversación perfecta. Puede parecer duro pero no hay química; química social o amistosa puede, pero para concebir cosas juntos no.

– ¿En qué medida Esa pareja feliz, primera película de Berlanga codirigida con Juan Antonio Bardem y con Fernán Gómez de protagonista, es, más allá de su calidad, realmente importante en el devenir del cine español?

Para que se estrene Esa pareja feliz hay que esperar a que la segunda, Bienvenido, Mister Marshall, vaya al festival de Cannes y tenga algunos premios y sea una película más amable y divertida para el público. Por cierto, Bardem tiene en los años cincuenta tanta importancia o más que Berlanga en el cine español y en el europeo. La película es un intento de conectar con cierto cine de comedias que se hizo durante la República con un fondo realista, con unos personajes de la calle, trabajadores… Pero de ese tiempo, del mismo año, y buscando retratar la vida corriente, no podemos, bajo ningún concepto, olvidarnos de Surcos de José Antonio Nieves Conde, mucho más neorrealista, más dura porque no es comedia, que explica las condiciones de los inmigrantes españoles en un Madrid devorador, con gente mala. De hecho, para ser justos, habría que juntar Esa pareja feliz con otra de Nieves Conde, El inquilino, también de los cincuenta. Esa pareja feliz es un paradigma de un cine que se empieza a abrir y que traerá consigo trabajos dirigidos por Fernán Gómez como La vida por delante y La vida alrededor. Hay una continuidad clara de ese primer universo berlanguiano en estas dos películas de Fernán Gómez con Analía Gadé.

– Ha citado Bienvenido, Mister Marshall. En su guion colabora Miguel Mihura, de quien Fernán Gómez adaptó Sublime decisión (Solo para hombres) y Ninette y un señor de Murcia. Fue importante para ambos aunque Berlanga nunca destacó su aportación, ¿por qué?

Mihura conecta a ambos. Es bien sabido que era un tipo difícil, arisco, con malas pulgas. En una biografía suya se indica que no le gustaba nada de lo que se hacía con sus obras, ya como pauta general. Efectivamente, no le gustó Solo para hombres y parece que le agradó algo más Ninette y un señor de Murcia. Respecto a Bienvenido, Mister Marshall, sostengo que el papel de Mihura en esa película es mayor que el que nos dijo Berlanga a Juan Hernández Les y a mí en El último austrohúngaro. De eso me convencieron con pruebas Fernando Lara y Eduardo Rodríguez en su libro Miguel Mihura en el infierno del cine, donde recogen fragmentos del guion entregado a censura y de la versión final, demostrando que Mihura metió más mano de la que Berlanga reconocía. Luego Berlanga se picó y dijo que éstos exageraban. Ni para ti ni para mí pero sin duda fue más importante de lo que admitía el director valenciano.

– En el libro dedica sendos capítulos a esos dos dípticos prodigiosos que son Plácido (1961) y El Verdugo (1963) por un lado y El extraño viaje (1964) y El mundo sigue (1965) por otro. Hacen cima pero parece que a los dos les va a costar unos cuanto años recuperar o acercarse a un nivel similar.

A los cien años de su nacimiento les estamos tratando como maestros de una gran importancia en el cine español y así es, pero hay que recordar a la gente, que no lo sabe, hasta qué punto sus trayectorias no eran entonces de color de rosa. No lo eran por la censura, desde luego, pero también, y hay que decirlo, porque al público no le gustaban esas películas. Escuece decirlo. El público español de los cincuenta y los sesenta estaba pasando por problemas económicos y no estaba hecho a un cine que aun con elementos de comedia –no digamos ya si no los tenían– era más duro, más intelectual. Cuesta admitirlo pero se prefería las películas de CIFESA. El franquismo había hecho su trabajo cultural. Había predilección por las películas históricas de héroes, las religiosas con mártires y santos, las de folclóricas… No toda la culpa la tiene la censura. Cuesta mucho ir haciendo una sociedad más culta, más ilustrada, con más escuela, con más lectura.

Plácido y El verdugo son obras maestras no solo del cine español, sino del cine europeo, consideradas por la crítica, en algún caso con presencia en festivales, nominación al Óscar para Plácido… pero la gente no iba a las salas a verlas. Buscaba el cine americano del momento. El caso más dramático es el de Fernán Gómez, porque ninguna de sus dos películas llega a estrenarse cuando les toca. Tardan años en proyectarse y de mala manera. Y eso es aparte de que la censura cargara contra ellas. Debemos asumir eso porque si no tampoco entenderemos lo que ha pasado, lo que ha costado formar un público o tener un público formado en general que quiera ver otras cosas. Costó décadas.

– Al hablar de Mihura no hemos mencionado que fue el fundador de La Codorniz y que de la mítica revista también salió Rafael Azcona, otra figura clave, esencial como guionista de Berlanga durante muchos años y autor de grandes papeles para Fernán Gómez.

Es obvio que para Berlanga es decisivo en su obra, en una etapa que empieza en Plácido muy bien y termina regular tirando a mal con Moros y Cristianos. Más de dos décadas haciendo películas juntos. En el libro, no obstante, doy algunas cifras. Azcona hace más guiones para Marco Ferreri que para Berlanga. Con Fernán Gómez solo hace una película como guionista, Mi hija Hildegart, que a mi juicio es de las peores de ambos. Esta única colaboración no salió bien. Luego es verdad que a partir de los setenta, los ochenta, Fernán Gómez interpretó muchas películas apreciables de distintos directores importantes que habían sido escritas por Azcona. No es colaboración directa pero hay un contagio. Cuando hay amistad y se queda para comer y contarse proyectos se crean influencias que no son rastreables o que no pueden ser citadas nominalmente. Así, Azcona no es guionista de Bruja más que bruja o de Mambrú se fue a la guerra, dos películas dirigidas por Fernando en las que podríamos rastrear cosas que tienen que ver con el mundo de Azcona.

– Como autor del libro El banquete de los genios, haciendo especial hincapié en el genio concreto de Luis Buñuel, ¿por qué cree que hubo siempre un cierto silencio de Buñuel hacia ambos y viceversa?

En primer lugar, es verdad que para Berlanga y para Fernán Gómez Buñuel es como si no existiera aunque haya por ahí alguna declaración aislada de los unos sobre el otro. No es un nombre que esté nunca sobre la mesa en las conversaciones con ambos. ¿Por qué? Porque Buñuel no está en España. Está exiliado en México y no se puede hablar con él ni aprender tampoco de sus películas, que llegan mal a nuestro país. Cuesta verlas seguidas y enteras. En lo personal, Buñuel no es una fuente nutricia directa. Eso no solo pasa con Berlanga y el Fernán Gómez director, que empiezan en los cincuenta. Pasa también con los directores de la década siguiente. Para el nuevo cine español, Buñuel también es un ausente en un sentido neto. Saben quién es. Ha venido a España a rodar Viridiana, pero esos jóvenes no le conocen bien.

– ¿Y Carlos Saura?

A partir de un momento dado, Buñuel hace visitas a España que no son públicas. Saura traba una amistad personal. Además, el mundo surrealista o del melodrama mexicano fue muy despreciado durante años por los propios críticos e historiadores españoles. No ha sido hasta hace relativamente poco cuando se ha empezado a hablar con reconocimiento de las películas de esa etapa que no fueran El ángel exterminador, Simón del desierto o Los olvidados. El centenario de Buñuel, en el año 2000, no sirvió para lo que ha servido el de Berlanga y Fernán Gómez. No se llegó a la mitad de énfasis, de cantidad de actos y libros. También es verdad que no había entonces las plataformas y redes que ahora tanto pueden contribuir a una mayor difusión. Sigue habiendo un cierto desconocimiento sobre aspectos de la filmografía de Buñuel. Buñuel tampoco simpatizaba con Berlanga y Fernán Gómez. En el libro indico que Berlanga estaba picado porque le constaba que Buñuel se había salido de la proyección de Tamaño natural. El aragonés dijo algo así como que la película le parecía una guarrería o una cochinada.

– Pese al encanto que aporta la música a la visión de Plácido o la calidad de la partitura que hizo Pedro Iturralde para El viaje a ninguna parte, ¿no es común a Berlanga y Fernán Gómez más desinterés que interés por la música?

Le concedían muy poca importancia. No son personas con sensibilidad especial hacia la música. A Berlanga le pondría un matiz, porque hay un tramo en que sí hay una música –en los años cincuenta y algo de los sesenta– con una intención y me refiero al trabajo que hizo Jesús García Leoz. Fue un compositor que muere de forma prematura, lo cual fue una tragedia para el cine español. La otra opción es Miguel Asins Arbó, que es quien le da la dimensión popular, que conecta con la afición tan valenciana por las bandas de música municipal, las bandas populares. En esa colaboración con ambos Berlanga pone cierta atención. Pasado eso se olvida.

A Berlanga le gustan mucho los ruidos hechos en posproducción porque le horrorizaba el sonido directo, quería doblar todo porque le gustaba añadir cosas que no habían dicho los actores. Luego en el doblaje si veía que un actor estaba de espalda le llamaba para que dijera una frase divertida que se le había ocurrido. Era de la textura de la palabra. Y algo parecido le pasa a Fernán Gómez. No lo veo relevante y no vale que Bruja más que bruja fuera una zarzuela porque odiaba la zarzuela. La hizo para ridiculizar el género.

– Entre tanta convergencia de amistades e influencias, hay una divergencia: su manera de expresarse oralmente.

Bueno, es que Fernán Gómez es una máquina oral, que primero lo es cerebral. Esa precisión… Tenemos al escritor, al creador, pero tenemos a un conversador como muy pocos hemos conocido, de perfección en la construcción de la frase cuando le entrevistan, con esa riqueza verbal, con ideas interesantes, con ese modo de puntuar y redondear las frases. Berlanga, en cambio, era un caos y además estaba encantado con esa imagen caótica de su persona y ya no sabía uno si se lo hacía o era así.

– Termina el libro señalando satisfecho que hoy los dos gozan de la admiración y el respeto que merecen pero también que habrá que ver si su obra seguirá influyendo a las nuevas generaciones de cineastas.

Tengo esa preocupación por la ruptura del conocimiento complementado con el cambio social. Una cosa lleva a la otra. No se trata solo de comprobar que hay herederos, discípulos, continuadores, porque efectivamente los hay. Entre los que están en activo, podemos citar a Álex de la Iglesia, Borja Cobeaga y Diego San José, La cuadrilla (Santiago Aguilar y Luis Guridi), Víctor García León, Santiago Segura, sobre todo si Segura se hubiera mantenido en la verdad del primer Torrente… ¿Eso continuará en esta era digital de la globalidad? Si la sociedad es irreconocible, carente de rasgos definitorios, cada vez será más difícil la continuidad de esa tradición española e italiana que, no es un tópico, guardan tantos parecidos.

– Ya a título más personal. En 1981 firmó la primera biografía de Fernando Fernán Gómez y su obra de conversaciones con Berlanga escrita con Juan Hernández Les. ¿Qué relación personal tuvo con ambos cineastas?

Totalmente distinta con uno y con otro. Desde que conozco a Berlanga a partir del libro, que supuso un año de conversaciones, se abre una relación de una cierta continuidad que, con periodos que he lamentado de no vernos mucho tiempo, fue bastante personal, de ir a su casa, de quedar. Desde mis puestos de responsabilidad en periódicos fui contando con él en diversas actividades y eso culmina en un hecho concreto, que es el fallido proyecto de la cuarta parte de la trilogía nacional (La escopeta nacional, Patrimonio Nacional, Nacional III). Fui el último guionista incorporado a ese proyecto. Hago la versión final y la película cuando está en fase de preproducción se suspende. Yo paso de hacer el libro sobre él a escribir con él y hacer un proyecto de película. En el plano profesional, uno de los grandes disgustos de mi vida es que ¡Viva Rusia! no se hiciera. Me habría encantado haber añadido a mi trayectoria ese guion. Todo iba encarrilado hasta el último momento.

– ¿Y con Fernán Gómez?

Con Fernán Gómez no he tenido ningún trato personal. He coincidido en un par de ocasiones y he compartido algún whisky en algún grupo de conocidos mutuos. El libro que escribí sobre él lo considero uno de mis peores libros. Fue un texto precipitado que me encargó el Festival de Cine de Huelva con muy poco tiempo y del que no quedé nada satisfecho aunque contenga material documental que ha servido a trabajos posteriores y es comprensible porque fue el primero sobre su figura.

– ¿Y cómo se tomó el comentario que el propio Fernán Gómez hizo del libro en sus memorias El tiempo amarillo?

Pues iba a añadir precisamente que no tengo el menor inconveniente en decir que lo criticó de una manera que a mí me parece fantástica y que me tomé de maravilla. Mi trabajo le disgustó enormemente a Fernando. Debo decir que él no quiso colaborar en el libro aduciendo que estaba ocupado. Lo hice sin lo que yo quería: haber podido conversar con él unas horas para repasar todo. Me tuve que avenir a la documentación y revisar su filmografía. En sus memorias viene a decir que el Festival de Cine de Huelva le dio un homenaje y para ello encargó una obra, que fue allí muy contento, que le dieron el libro y que en él se dice que tal película, esa otra y la de más allá son fallidas, que esas no son malas del todo, que en éstas se equivocó haciendo esto, etc. Y acaba diciendo que el autor del libro es Manuel Hidalgo y punto. No dice más, no me califica de imbécil o cretino. La genialidad de Fernando es que dice –hay que imaginarle con ese tono único suyo de voz–: yo estoy de acuerdo con bastantes cosas que dice el autor de este libro, es verdad que hay unas películas que son malas, hay otras que no me salieron bien y hay otras en las que no puse mucho empeño. Entonces zanja el asunto con este giro, que es puro humor Fernán Gómez, “en fin, puedo estar de acuerdo, lo que no entiendo es cómo no encontraron otra persona mejor para dedicarle un homenaje”. Y me parece genial. ¿Cómo viví eso? Aplaudiendo. Pensando: ahí está Fernán Gómez con esta inteligencia, con ese retruécano, con esa ironía tan suya. Tengo capacidad total para asumir cualquier crítica pero si encima tiene esa elegancia y ese humor. Si esta fuera una entrevista más personal, le diría que lo único que me molesta de ese comentario es que no me atacara más, que se limitara a decir que el autor es Manuel Hidalgo. ¡Ya puestos dedícame un párrafo entero!

Berlanga y Fernán Gómez en diálogo

Manuel Hidalgo

Edición Acción Cultural Española