La acción se sitúa en el momento en que agoniza la Segunda Guerra Mundial. A través de las pequeñas historias de sus protagonistas, Vermiglio nos adentra en la familia del maestro de un pequeño pueblo de los Alpes italianos. La llegada a ese apartado rincón de un joven soldado desertor marcará un antes y un después en la vida de cada uno de ellos, abocándolos a un destino que no esperaban.

“Para escribir Vermiglio pasé mucho tiempo en la casa donde mi abuela dio a luz a sus muchos hijos, dentro de esas paredes donde mi padre y sus hermanos crecieron. En este caso, también hubo necesidad de viajar en el tiempo. Y por eso me ayudó mucho el tener álbumes de fotografías familiares que ya conocía, pero esta vez me fijé mucho más en el detalle. La relación personal con el lugar me ha sido útil tanto directa como indirectamente. Por un lado, por una especie de memoria filogenética, consciente e inconsciente, de las historias que escuché cuando era niña, del recuerdo del olor de la cocina de mi abuela, de reconocer mis genes en los rostros y movimientos de las personas y saber distinguir qué y quién ha sido modificado por el tiempo y quién, afortunadamente para esta película, sigue manteniéndose”.

Con sus primeros documentales, Signori professori y Nadea y Sveta, ambos premiados en el Festival de Turín, Delpero exploró la frontera entre lo ficticio y lo real. Su primer largometraje de ficción, Hogar, compitió en 2019 en el Festival de Cine de Locarno y consiguió, entre otros reconocimientos, el Kering Women in Motion Young Talent Award en Cannes. Vermiglio, su segunda película, se estrenó en el Festival de Venecia, donde logró el Premio del Jurado.

—¿Ha convivido en los lugares y con las gentes a las que después ha filmado?

Para escribir siempre me quedo algún tiempo en los lugares de los que quiero hablar. Me sumerjo a través de los cinco sentidos. Es un momento creativo que asegura que la película crezca desde su esencia y luego se desarrolle de manera orgánica si se le da el cuidado adecuado, como una planta. Para preparar la selección de actores pasé muchas horas en los bares donde sentía que cualquier hombre que estaba allí podía ser mi abuelo. En las iglesias, entre esas mujeres, reconocía a mi abuela. Al ser la nieta del maestro de esa época, fui acogida con confianza y cariño por sus habitantes. Después de todo, en el pueblo de Vermiglio hay cuatro o cinco apellidos importantes, y Delpero es uno de ellos.

—En sus filmes las mujeres ocupan un papel protagonista…

Al hacer películas realistas soy muy cuidadosa a la hora de mantenerme coherente con la realidad. En Hogar, como en la anterior Nadea y Sveta, que fue un documental, los hombres estaban completamente ausentes en el entorno que describía, por lo que hubiera sido forzado incluirlos. En el mundo que describo en Vermiglio, ellos están parcialmente ausentes porque están en la guerra. En su lugar, hablo de quienes no se fueron o no pudieron regresar. El universo y la historia que cuento me van guiando. Yo solo me encargo de transmitirlo respetando mis creencias. En mis últimas historias he tenido la necesidad personal e ideológica de hablar de mujeres. Sentía que era interesante ponerlas en el centro de la historia, invirtiendo una tendencia del cine clásico. También era un enfoque que me resultaba natural: sabía mejor cómo hablar de las mujeres. Eso no significa que no quiera o no pueda hablar de hombres. Al contrario, realmente me encantó hablar de Cesare, Pietro, Attilio, Dino o los niños, en quienes encuentro humanidad a través de sus contradicciones. Ahí aflora mi curiosidad intelectual y humana, y, por lo tanto, cinematográfica.

—¿Por qué la maternidad le interesa como tema troncal en sus historias?

Descubrí a posteriori que era un tema común en mi trabajo. No decidí abordarlo, sino que fue una necesidad interna que escuché, un asunto que tocó mi alma. Abordarlo cinematográficamente fue un acto necesario.

—Otro tema en su película es el conflicto entre tradición y modernidad, ¿no es así?

Me interesa mucho la relación entre lo personal y lo individual dentro de una comunidad. ¿Hasta qué punto nos distinguimos como individuos dentro de relaciones colectivas como parte de una familia? Vermiglio trata sobre una comunidad en la que, en el tiempo y el espacio, lo que no está físicamente cerca se crea a través de la imaginación, y tal vez apoyándose en un único referente: el padre y maestro. Así, el atlas del padre se convierte en un receptáculo de los deseos de todas las hermanas, como una ventana al mundo.

—¿Cómo y por qué decidió utilizar actores no profesionales?

Lo que tenía en mente era una película muy visual, con pocos diálogos, y por eso fue particularmente importante encontrar los rostros perfectos. Siendo una película de época, esa necesidad fue aún más acuciante, ya que tenían que ser rostros antiguos que parecieran de ese período.

—La vida en Vermiglio se presenta sin sentimentalismos, reflejando su belleza, pero subrayando también las carencias de una zona apartada. ¿Su propósito era incidir en que el arte ofrece una salida a las limitaciones de la vida rural?

Me gustan mucho las situaciones en las que todos tienen algo de razón, porque hacen que nunca dejemos de plantearnos dudas y cuestionarnos porqués. En la escena del disco, la madre tiene razón: lo urgente en la familia es alimentar a los hijos y defenderlos de las enfermedades que trae la guerra. Pero, ¿qué padre no querría que sus hijos asistieran a una lección como la de Vivaldi o Chopin? Esas músicas son una forma de acceder a la cultura. ¿Quién no está de acuerdo con introducir a los jóvenes en la belleza del arte que salva al mundo, especialmente en momentos en que está devastado por el nihilismo de la guerra? No me movió ningún sentimiento idealizador o sentimental con respecto al pasado. Traté de representar una realidad tanto en su belleza como en su crudeza. Ambas están presentes, las muestro sin expresar juicios de valor, me gusta que el espectador pueda considerarlas a través de su propia mirada personal.

Vermiglio

Dirección y guion: Maura Delpero

Intérpretes: Tommaso Ragno, Giuseppe De Domenico, Roberta Rovelli, Martina Scrinzi, Orietta Notari y Carlotta Gamba

Fotografía: Mikhail Krichman

Música: Matteo Franceschini

Italia, Francia, Bélgica / 2024 / 119 minutos

Karma Films