Este cuarto envite es muy probablemente el más arriesgado y el de calado mayor. Shutter Island no tiene nada que ver con las tres propuestas anteriores. Influenciado por los grandes clásicos del cine negro y de terror, entre los que se percibe la huella de Retorno al pasado, Laura o Suspense, Scorsese busca y lograr envolver cada secuencia en un ambiente claustrofóbico con el que la película crece, aunque a veces se resienta.

Thriller psicológico de envergadura

Crece porque estamos ante un thriller psicológico de envergadura en el que destaca un DiCaprio que, al margen de algunas muecas superfluas, hace un papel más que convincente. Y en lo de resentirse tiene que ver el exceso en algunos giros desconcertantes que dibujan escenas de difícil credibilidad y pueden llegar a confundirnos. Pero el espectáculo está servido y el conjunto; el resultado: mola.

Un complejísimo guión que se va armando como un rompecabezas y parte de conceptos y parámetros relativamente simples, nos sitúa en los primeros años 50 del pasado siglo. Con el telón de fondo de la Guerra Fría. En un mundo sumido en tensiones y desconfianzas, dos agentes federales (DiCaprio y Mark Ruffalo) desembarcan en la siniestra Shutter Island, un pedazo de tierra aislado que alberga el Hospital Ashecliffe, a medias psiquiátrico a medias centro penitenciario, destinado al tratamiento de delincuentes y criminales con trastorno mental.

En ese ambiente, los dos policías acuden para investigar la desaparición de una de las internas, una psicópata que ha asesinado a sus dos hijos y que parece haberse diluido en el aire de la isla.

De pronto sobreviene una fortísima tormenta y en ese caos afloran dudas, intenciones poco claras de quienes gobiernan el centro y surge la sólida sospecha de que aquello no es otra cosa más que un lugar en el que se experimenta con los enfermos en técnicas prohibidas, quirúrgicas y no quirúrgicas, de lavado de cerebro y control mental.

Homenajes y guiños

Película de múltiples lecturas, de homenajes y mezclas, encandilará a muchos y gustará menos a otros. Entre los homenajes, ¿acaso no se esconde uno al Visconti de ‘Muerte en Venecia’, ya en ese primer plano de un barco difuminado emergiendo de la niebla entre sonidos de sirena y músicas envolventes? ¿Y los constantes guiños al cine de Alfred Hitchcock? ¿Y el ya comentado tono de thriller de los 50 que encierran buena parte de las escenas clave de la cinta?

Y de mezclas también. Baste señalar la elección de algunos actores además de Di Caprio (Ben Kingsley, Max von Sydow, Emily Mortimer), y la novela homónima de Dennis Lehane de la que todo parte, un autor que había ya, con Mistic River (dirigida por Clint Eastwood), fraguado otra inquietante obra para el cine. Y la adaptación impecable como guionista de Laeta Kalogridis, que hasta ahora había dejado su mejor impronta como productora de la aclamada Avatar.

Un Scorsese en estado puro que ha confesado “busco a los personajes que sufren para ver cómo se enfrentan al dolor” y un DiCaprio cada vez más actor dan como resultado que Shutter Island nos haga reflexionar sobre esa especie de infierno que en ocasiones el ser humano soporta en la Tierra. Personas que viven en el filo mismo de la navaja más afilada, en la línea sutil que separa la realidad de lo que no lo es, el sueño de la vigilia, la cordura de la locura.

Porque, a fin de cuentas, y como la película propone: ¿quién se atreve a trazar la frontera entre verdad y mentira? Y, en definitiva, ¿quién puede estar absolutamente seguro de qué?

 

Shutter Island
Dirección: Martin Scorsese.
Intérpretes: Leonardo DiCaprio, Mark Ruffalo, Ben Kingsley, Max Von Sydow y Michelle Williams.
Guión: Laeta Kalogridis sobre la novela de Dennis Lehane.
EE.UU. / 2010 / 138 minutos.