En condiciones muy precarias y huyendo de la Europa de la posguerra, el visionario arquitecto húngaro de ascendencia judía László Toth llega a Estados Unidos en 1947 animado por la propuesta de un familiar que allí vive. Deja atrás un penoso pasado marcado por los campos de concentración. Arriba al nuevo continente con el propósito de reconstruir su vida, su obra y su matrimonio con Erzsébet, su esposa, tras verse obligados a separarse durante la guerra.  

Sin saber inglés, solo y en un nuevo país totalmente desconocido para él, Toth se establece en Pensilvania, el lugar en el que está instalado el primo que, en principio, le acoge. Pero al poco tiempo el adinerado y prominente empresario industrial Harrison Lee Van Buren, sabedor del talento y de la brillante obra que el arquitecto dejó en su país natal, lo contrata con el propósito de levantar el impresionante complejo con el que el millonario sueña desde siempre. Las cosas parecen no poder ir mejor para el artista, pero acumular poder y forjarse un legado tiene su precio.

Estamos ante una obra cinematográfica mayor. Todo es grande, en el mejor sentido del término, en este largo-metraje. Por supuesto, los 215 minutos de las dos partes de la cinta, separadas por un intermedio de quince minutos incluido en la proyección, que se cronometran en la pantalla con una original cuenta atrás. Grandes los 70 milímetros con los que está rodada. Un formato de altísima resolución no utilizado en los últimos cincuenta años (con la excepción de El rostro impenetrable dirigida por Marlon Brando con la colaboración de Stanley Kubrick y El hombre que sabía demasiado y Vértigo de Alfred Hitchcock). Grandes las actuaciones de los tres protagonistas: Adrien Brody, Felicity Jones y Guy Pearce. Grande también la estructura de un guion que integra giros diversos, siendo cierto que en algún momento alguno de esos saltos puede desconcertar al espectador. Pero nada grave. Y siguiendo con la grandezas, inevitable aludir a la dirección de actores, a la medidísima puesta en escena, a la banda sonora y a la fotografía que brinda imágenes magníficas como, por citar un ejemplo, las captadas en las canteras a cielo abierto de Carrara.

Adrien Brody firma una actuación memorable. Recuérdese que en su momento y con 29 años de edad logró el Óscar por su papel en El pianista, dirigida en 2002 por Roman Polanski, convirtiéndolo en el actor más joven de la historia en recibirlo. Aceptando lo odioso de las comparaciones, la que ahora deja en pantalla no tiene nada que envidiar a aquella y nada descabellado es llegar a la conclusión de que la segunda estatuilla dorada camina con determinación hacia su persona.

Como él ha confesado, la historia del arquitecto tiene similitudes con la suya, pues sus padres llegaron desde Hungría a Estados Unidos en 1956 escapando de una revolución por la que su madre, la reconocida fotógrafa Sylvia Plachy, tuvo que abandonar en su país de origen la obra de toda una vida: «Aunque soy consciente de que es una obra de ficción, la he sentido como bastante real pues aborda un pasado terrible del que tenemos que aprender para abordar el presente».

En este sentido, el de la supuesta ficción que relata el filme, el director y productor Brady Corbet (Arizona, 1988), que también ha desarrollado carrera como actor en películas de, entre otros, Michael Haneke y Lars Von Trier, puntualiza que aún dentro de lo ficticio, la historia se inspira en algunos de los arquitectos de la Europa central y del este, miembros de la Bauhaus, que tuvieron que huir cuando los nazis la clausuraron. El protagonista de The Brutalist se ha fijado de forma especial pero muy libremente en uno de ellos: Marcel Breuer.  

Con un bajo presupuesto, el filme ha costado 10 millones de dólares, y casi ocho años de preparación, sigue la senda de un realizador que en sus propuestas (La infancia de un líder, Vox Lux: el precio de la fama) aborda situaciones ligadas a tiranías e injusticias: «Me interesa tratar aquello que alimenta ideologías tiránicas. El brutalismo como metáfora. Y, como en el caso de The Brutalist, los personajes que luchan y buscan mostrar su mundo interior aún en circunstancias claramente adversas».

Cine de altura. The Brutalist convence. Que nadie se eche atrás por las tres horas y media de proyección. Comprobarán que pasan en un suspiro.

Ganadora del León de Plata a la mejor dirección en el último Festival de Venecia, la cinta ha sido galardonada con tres Globos de Oro como mejor película dramática, actor y director y cuenta con nueve nominaciones a los Bafta de la Academia Británica y 10 en los próximos Óscar, incluyendo la de mejor película.  

The Brutalist

Dirección: Brady Corbet

Guion: Mona Fastvold y Brady Corbet

Intérpretes: Adrien Brody, Felicity Jones, Guy Pearce, Joe Alwyn, Stacy Martin e Isaach De Bankolé

Fotografía: Lol Crawley

Música: Daniel Blumberg

EE.UU., Reino Unido, Hungría / 2024 / 215 minutos

Distribución: Universal Pictures