La forma de encarar la creación en el cine de Ingmar Bergman, el maestro sueco, flota en la obra de Hong Sangsoo, que entrega ahora su 26 largometraje tras haber ganado en 2016 la Concha de Plata en San Sebastián con la magnífica Lo tuyo y tú.

Bergman sí y no, pues aunque los ecos ahí están, el realizador surcoreano dota a los temas de su gusto, aquellos sobre los que vuelve una y otra vez, de un tono en el que conviven el humor y el drama, algo que no se da en el cine solemne del sueco.

Con El hotel a orillas del río, Sangsoo regresa a los asuntos que esencian su excelente cinematografía, aquella que se presentó en sociedad en 1996 con la desconcertante El día en que el cerdo cayó al pozo. Ahí esta, una vez más, la amistad como valor incuestionable; la familia como vehículo de encuentros y desavenencias; el amor como uno de los misterios mayores a los que un ser humano puede asomarse, o la pérdida como algo  inevitablemente unido a nuestra existencia. Todo eso gravitando sobre personajes poco claros en los que anidan formas de ser contradictorias.

Blanco y negro

Rodada en un luminoso blanco y negro que da hondura a cada plano, la historia habla de un poeta que se hospeda en un hotel a orillas del río Han y convoca a sus dos hijos, con los que nunca ha tenido una buena relación y con quienes no se reúne desde hace tiempo. La súbita decisión está motivada por su extraña y en parte infundada impresión de que se le avecina la muerte. Esa convicción le hace sentir la necesidad de despedirse.

En esa situación y mientras cada uno de los miembros de la familia intenta ubicarse y ponerse al día, una joven que ha sido engañada por su pareja se muda al hotel en compañía de un amigo con el que intenta consolarse del chasco sentimental. Mientras cada uno gestiona su desazón, una gran nevada detiene el tiempo y entrelaza las historias de todos.

Un hotel y un imponente paisaje nevado son los elementos con los que Hong Sangsoo teje una especie de cuento moral sobre la vida y la muerte en una de las películas más serenas.

Como es habitual en él y como confiesa sin rodeos, el realizador ha vuelto a trabajar sin guion previo. Partiendo de unas breves notas y algunas ideas, va desarrollando la película a medida que filma, algo que lleva hasta el extremo de ir eligiendo sobre la marcha la localización de cada escena. «Es algo que, con excepción de mis tres primeros largometrajes, siempre he hecho. Pero tengo claro lo que quiero contar porque hablo de lo que conozco. No invento porque estoy seguro de que si intentase hablar de lo que desconozco, de cosas que me son ajenas, mi cine sería un desastre».

El alcohol

Curioso también que Sangsoo vuelva a utilizar el alcohol como vehículo para dotar a los diálogos entre los personajes de un clima muy especial. «Apenas conozco a gente que al emborracharse no sea más franca. Por eso utilizo este truco para dar mayor verosimilitud a lo que dicen». Y una vez más  subvierte las normas clásicas de la narración temporal -aunque trabaje con una convencional estructura en tres actos-, con variaciones prácticamente imperceptibles y juegos de ensayo y error para conseguir una obra cargada de emoción poética.

El hotel a orillas del río, cuyo protagonista, Ki Joo-bong, ganó el premio a Mejor Actor en el Festival de Locarno gracias a una actuación que llena de emoción cada plano, logró los galardones a Mejor Película, Guion y Actor en el Festival de Gijón. Todo más que merecido en este clarividente retrato de un hombre que intenta rendir y ajustar cuentas consigo mismo diciéndole adiós a quienes tiene cerca y, en definitiva, a la belleza de un mundo del que, en el fondo, no sabe si tiene sentido despedirse. 

El hotel a orillas del río

Dirección: Hong Sangsoo

Intérpretes: Ki Joo-bong, Kim Min-hee, Kwon Hae-hyo

Fotografía: Kim Hyungku

Corea del Sur, 2018

96 minutos

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