¿Qué novedades presenta esta exposición?

Por ejemplo, podemos recuperar los fragmentos del tratado de la pintura, que no se conoce lo suficiente. Y aquí vemos, no solamente los signos que Melzi, amigo de Da Vinci, le puso a esos fragmentos, sino que los hemos reproducido y cotejados con el original del manuscrito, que está en la Biblioteca Apostólica del Vaticano.

La escritura de Leonardo era muy peculiar.

Escribía de derecha a izquierda, en una evolución que fue cambiando con el paso del tiempo.

A Melzi se le adjudica la «nueva Gioconda» descubierta en el Museo del Prado.

Esa pintura es lo que se llama una réplica muy próxima al taller de Leonardo, y se supone que es obra de uno de sus discípulos.

También se ha comentado que el Codex II podría basarse en dos fortificaciones españolas.

Bueno, eso es excesivo. Al contrario. Esas fortificaciones, que son la de Salses y el Castillo de la Mota, pueden haber recibido influencia a través de los trabajos de arquitectura de Leonardo. O sea, que es al revés de lo que se ha dicho. Lo que sí se puede afirmar es que Leonardo, en materia de fortalezas, tiene una fuente de inspiración clara. Un italiano, un arquitecto valiosísimo de Siena, amigo suyo, que se llamaba Francesco Di Giorgio Martini. Este hombre hizo un par de tratados sobre arquitectura civil y militar y Da Vinci los estudió y copió literalmente algunos de sus fragmentos en el Códice II.

Parece que Da Vinci no estuvo nunca de acuerdo con el resultado final de sus obras, lo que le creaba cierta frustración.

Era un hombre perfeccionista y sufría el ‘síndrome de la obra inacabada’. Por esa razón muchas de sus obras, sobre todo pinturas, no las ultimó, y en sus manuscritos realiza una revisión continua.

¿Estamos, entonces, ante un hombre un tanto infeliz?

Sí, no era feliz. Hay una serie de razones de carácter biográfico que influirán decisivamente en su vida y en esa cierta infelicidad. Era hijo ilegítimo, homosexual (lo que en su época le creó muchísimos conflictos) y no pudo pisar la universidad, precisamente por ser hijo ilegítimo. No pudo conocer el latín y el griego, y eso era una barrera lingüística que le impedía estar al día en lo que era la producción científica más valiosa de la época. Todo esto son impedimentos graves que le crean un poso de amargura y frustración.

Es evidente que fue un hombre adelantado a su tiempo, y que muchas de las máquinas que inventó, evolucionadas, podrían funcionar hoy perfectamente.

Se adelantó a ese sentido del progreso, del método experimental, pero se encontró también con una barrera con la que no contaba. Escribía de derecha a izquierda y no era partidario de la imprenta, con lo cual sus textos quedaron anquilosados, olvidados en las bibliotecas, y en muchos casos se han perdido. Su contribución fue menor en ese sentido, porque ahora, cuando leemos su obra, nos damos cuenta de su modernidad.

Desgraciadamente se ha perdido una parte importante de todo lo que escribió.

Sí. Más de un cuarenta por ciento, aunque algunos lo cifran en un setenta por ciento de su obra. Se conservan unas seis mil quinientas páginas escritas por Da Vinci, pero, evidentemente, escribió muchísimas más. El Leonardo más desconocido está en sus manuscritos. La mitificación del personaje se ha centrado en su pintura, pero realmente su mayor aportación es la escritura. En este sentido, la exposición de la BNE es una joya. Por primera vez, monográficamente, se pueden admirar dos escritos de Leonardo en toda su riqueza poliédrica.

Paralelamente a esta muestra, la BNE transforma en libro interactivo los Codex Madrid.

El fenómeno de Leonardo es muy curioso desde el punto de vista social y no me extraña que los usuarios de la BNE hayan escogido, mediante una votación popular a través de las redes sociales, que el próximo libro interactivo producido por esta institución sean los Códices Madrid. Es importante descubrir al verdadero Leonardo y dejar a un lado al personaje mitificado, falseado y que no responde a su realidad.

Madrid. El imaginario de Leonardo. Códices Madrid de la Biblioteca Nacional de España. Biblioteca Nacional de España.

Hasta el 29 de julio de 2012.