Después de un doloroso divorcio, que, naturalmente, dio también al traste con su asociación musical, Sarah Lee se ha reconvertido y se toma ahora las cosas con más calma.

Estos días presenta su lustroso repertorio en nuestro país, en una gira que pasa por Granada (día 19 de abril), Santander (21), Madrid (22), Zaragoza (26), Sant Feliu de Guíxols (27) y Rubí (28).

– ¿Qué significa para usted llevar el apellido Guthrie?

Tener un apellido como el mío puede ser difícil o muy sencillo, y creo que depende mucho de la actitud de cada uno. Yo siempre he intentado que sea sencillo y natural. Siempre he tratado de no sentir una presión extra por las expectativas que la gente pueda tener sobre mí a propósito de ser la hija y la nieta de quien soy. Mi padre fue un ejemplo magnífico para mí, porque a él, claro, le pasó lo mismo con su propio padre, y él fue capaz de seguir siendo él mismo, crear su propia música y su propio arte, sin olvidar, por supuesto, la relevancia de llevar ese apellido y lo que el nombre de Woody Guthrie significa para la historia de la música.

Si eres capaz de manejar ese peso, de conectarlo con tu propio arte y tu propia personalidad, eso se convierte en un superpoder. Para mí es un privilegio, y trato de verlo solamente desde una perspectiva positiva, como un bonito regalo por el que me debo sentir agradecida.

– ¿Siente alguna responsabilidad con respecto a la música y con respecto al mensaje que difundió su abuelo?

Sí, por supuesto, pero en realidad no creo que sea tan diferente de lo que le puede suceder a cualquiera. Siempre existe esa responsabilidad de no decepcionar las expectativas que se crean alrededor de cualquier persona por el hecho de ser hijo o hija de quien lo sea, responsabilidad en tu trabajo, en tus ideas, en tu forma de educar a tus propios hijos.

Tengo que subrayar que mi padre nunca me hizo sentir la menor presión con respecto a su profesión. Esa no fue una parte de mi vida durante mi infancia. Por supuesto, el ambiente en el que nací y en el que me crie tuvo una influencia, pero eso es lo que le ocurre a cualquier persona, que, lógicamente, estará condicionada por sus circunstancias familiares. Yo podría haber elegido cualquier otra ocupación, podría haber sido librera o cualquier otra cosa, pero finalmente elegí ser una cantante de folk. En un momento dado, decidí asumir esa responsabilidad y ese honor, porque todo va unido.

– ¿Se identifica con el lema que lucía Woody Guthrie en su guitarra, “This machine kills fascists” (esta máquina mata fascistas)?

Absolutamente, aunque yo lo traduciría en un sentido más positivo. Creo que la música es muy poderosa para unir a la gente en la lucha contra los opresores, contra cualquier tipo de negatividad en este mundo. Sí creo que la música ha servido y sirve para cambiar cosas importantes.

– ¿Qué recuerdos guarda de su infancia y su relación con la música?

Al contrario de lo que mucha gente puede pensar, la música no era algo cotidiano durante mi infancia. Mi padre estaba en la carretera, haciendo conciertos, una gran parte de su tiempo y cuando volvía a casa no tocaba música y rara vez ponía discos. Yo no lo recuerdo tocando la guitarra en casa. A mi madre le encantaba la música y sí ponía discos, pero eso no es muy diferente de lo que sucede en cualquier casa.

– Sin embargo, con sus hijas las cosas han sido forzosamente diferentes.

Claro, yo he criado a mis hijas en la carretera, porque esa era mi profesión. Mi madre pudo permitirse ocuparse de mí y criarme en casa, pero con mis hijas no ha podido ser así. Y no digo que sea malo necesariamente, por supuesto.

– Entonces, ¿cuándo empezó a meterse en el mundo de la música?

La primera vez que canté encima de un escenario fue cuando tenía catorce años. Mi padre tenía un concierto, en un sitio grande, para 12.000 o 13.000 espectadores, y me pidió que cantara una canción de Pete Seeger. Me la aprendí y la canté. Estaba muy nerviosa y algo avergonzada, pero al parecer no lo hice demasiado mal.

Pero realmente fue unos años después, al acabar el instituto, cuando empecé a meterme en el mundillo de la música. No sabía muy bien qué hacer, y mi padre tenía una gira aquel verano, con Bob Weir (guitarrista de The GreatfulDead), los Black Crowes y otros grupos, así que me apunté como road manager y fue un descubrimiento, porque yo era fan de los Black Crowes, de Grateful Dead y de todos esos grupos, y fue maravilloso compartir esa experiencia con ellos. Fue un punto de no retorno. Me encantó la épica de la vida en la carretera, los conciertos, viajar y todo eso.

Algún tiempo después, viviendo ya en California, conocí a Johnny (Irion, su marido y mitad del dúo con el que actuó y grabó entre el año 2000 y el 2014) y fue él el que realmente me animó a tocar la guitarra y dedicarme profesionalmente a la música. Dejamos de tocar juntos en 2014, porque pensamos que eso podría ayudar a salvar nuestro matrimonio, pero la verdad es que no funcionó. Fue una época muy dura para los dos, pero finalmente fue una liberación.

– Poco después decidió marcharse a vivir a Austin, ¿qué supuso ese cambio?

Fue fundamental. Me encanta esa ciudad. Mi hermana vivía allí y decidí irme para allá y eso ha cambiado mi vida de una forma radical, sobre todo porque ha cambiado completamente mi relación con la música. Ya no me tomo a mí misma tan en serio como antes, y eso es fantástico. Me dije a mí misma, “eh, no eres tan importante, simplemente sabes hacer música, y eso es divertido”. El ambiente musical de Austin es increíble, puedes escuchar música todo el tiempo, todo el mundo toca y compone, y allí a nadie le importa quién soy. Empecé a tocar de nuevo, pero por primera vez en mi vida no lo hacía por dinero, sino por el puro placer de hacerlo. Eso hace que la música cobre una dimensión nueva para mí, una dimensión mucho mejor. Todas esas presiones, expectativas, el hecho de tener que tocar para poder pagar el alquiler… ¿esas son las razones adecuadas para hacer música? Por supuesto que respeto a todos los músicos que se ganan así la vida, pero a mí, ahora que ya no gano dinero con ella, la música me hace mucho más feliz.

– Obviamente hay razones para pagar por la música, pero, ¿qué le parece el argumento, tantas veces esgrimido a este respecto, de que si no se paga por la música los músicos dejarán de hacerla?

No estoy de acuerdo, por supuesto. No creo que la gran mayoría de las grandes canciones de la historia de la música popular fueran hechas pensando en el dinero que iban a ganar sus autores con ellas. Como dice, hay razones para que la música sea una industria y haya mucha gente que viva de ella, pero la verdadera esencia de la música es el arte, no el negocio. Trabajar por el propio trabajo es mucho más satisfactorio que hacerlo por el resultado que te va a proporcionar.

– A lo largo de su carrera ha tenido la ocasión de conocer y trabajar junto a músicos formidables y muy conocidos, ¿guarda especial recuerdo de alguno de esos encuentros en particular?

De muchos, claro. Este pasado mes de enero pude participar en un homenaje que se le hizo a Ramblin’ Jack Elliott, y lo mejor de todo es que él mismo estaba allí… en esta ocasión tuvimos la fortuna de que el homenaje no era porque se había muerto, sino que pudimos ofrecérselo en vida, para demostrarle lo mucho que significa su música para todos nosotros. Me encantó estar allí, tocando con gente como Joan Baez, que desde luego ha sido una enorme influencia para mí, y sintiéndome por un momento como si estuviera al mismo nivel que ella, compartiendo camerino, comiendo la misma comida que ella… fue fantástico. Pensé que por fin había alcanzado el éxito. También estaba gente como Steve Earle, Ricky Lee Jones, Nathaniel Rateliff, mi amiga Melissa Carper, que es una compositora y cantante maravillosa. Estar ahí, metida en ese mundo de leyendas, fue increíble.

– Al mismo tiempo, ha tocado también con músicos más jóvenes, ¿nota la influencia de Woody Guthrie en las nuevas generaciones?

Sí, claro. Esa influencia está ahí, incluso aunque muchos de esos artistas no sean conscientes de ello. Es historia de la música y todos los músicos, de alguna manera, tienen esa influencia, aunque no hayan escuchado sus discos, porque les llega a través de otros músicos a lo largo de las distintas generaciones.

– Recientemente ha publicado dos nuevas canciones, ¿podemos esperar un nuevo álbum a corto plazo?

Realmente no lo sé… Me estoy tomando mi tiempo, porque la verdad es que no estoy segura. Recientemente he montado una empresa de comida porque me encanta cocinar y la verdad es que la idea de volver a pasarme la vida en la carretera no me resulta muy atractiva. Eso es algo que he hecho durante toda mi vida, me he pasado veintitantos años haciendo lo mismo y ahora prefiero hacer otras cosas. Como explicaba antes, la música es demasiado importante como para que sea mi forma de ganarme la vida. Tengo dos hijas y la verdad es que tengo una vida muy agradable ahora en Austin, tocando de vez en cuando por el mero placer de hacerlo, y mi idea de lo que es tener éxito ha cambiado radicalmente. No quiero un disco en las listas de éxitos, no necesito ser famosa, tener una compañía potente que me ayude a promocionar mis discos. Todo eso está cambiando mucho en mí. No digo que no vaya a hacer un disco nunca más. Si en un momento dado tengo diez o doce buenas canciones puede que vaya a un estudio, las grabe y las edite en un disco, si es que hay alguien interesado en hacerlo, pero si eso no ocurre, no hay ningún problema.

– ¿Y cómo encaja esa filosofía con, por ejemplo, la gira que está haciendo ahora mismo, tocando en pequeños locales, muy lejos de casa?

Lo hago básicamente porque me encanta la gente y es fantástico compartir tu tiempo y tu música con gente que lo aprecia y lo disfruta. Para mí es un privilegio. Había estado antes en España, pero no de gira, sino solamente dando dos conciertos, en Madrid y Badalona. Ahora estoy teniendo a oportunidad de viajar, de ver paisajes estupendos, probar comidas buenísimas, beber buen vino, ver monumentos, conocer a un montón de gente amable y respetuosa…

– ¿Aprovecha también para tratar de conocer la música local?

No siempre tengo oportunidad, pero desde luego sí me interesa, me dejo recomendar y procuro escuchar cosas diferentes.

– Como aficionada, ¿trata de descubrir artistas nuevos?, ¿qué música le gusta escuchar?

Últimamente la verdad es que estoy escuchando mucho jazz, música clásica, cosas latinoamericanas… un poco fuera del mundillo del folk. Me interesa conocer cosas que se salen un poco del ambiente musical en el que me he movido siempre. Por supuesto, me encanta el country y el folk, adoro a Hank Williams y escucharé siempre esa música, pero me gusta intentar sorprenderme también con cosas que no conozco.

– Le iba a preguntar por sus próximos proyectos, pero, por lo que cuenta, no parece tener grandes planes a corto plazo…

La verdad es que no. Después de esta gira mi plan es volver a Austin, tocar con mi hermana todos los miércoles en un bar, trabajar en mi compañía de granola –comida consistente en granos de avena y miel–… Envaso la comida y la vendo en los mercadillos de los granjeros, es un poco loco pero me gusta. A veces hay gente que me reconoce y no se cree que esté haciendo eso: “pero, espera un momento ¿Tú eres Sarah Lee Guthrie y estás vendiéndome estos paquetes de cereales?” “Sí, claro que soy Sarah Lee Guthrie”. Me pasaba lo mismo cuando estaba de camarera en la barra de un bar, donde he estado estos últimos años sirviendo cervezas… me decían “¡pero tú no deberías estar aquí, deberías estar en el escenario!” y yo les contestaba, “¿Qué quieres, una Lone Star o un chupito de Jameson?”. Prefiero esa vida sencilla y auténtica. Me encanta.


¿Todavía no conoce Balas perdidas, nuestro nuevo boletín semanal gratuito para gourmets del rock and roll?

Con su ayuda podemos multiplicar el alcance del arte y la cultura en español. Síganos en Instagram, X, Facebook o Youtube. Más de 167.000 lectores bien informados ya lo hacen.