Publicada en más de cincuenta países y con más de ciento cinco millones de lectores en el mundo, Millennium, la saga iniciada en 2005 por Larsson con las novelas Los hombres que no amaban a las mujeres, La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina y La reina en el palacio de las corrientes de aire, prosiguió su éxito gracias a tres títulos más escritos por Lagercrantz: Lo que no te mata te hace más fuerte, El hombre que perseguía su sombra y La chica que vivió dos veces, que puso fin a uno de los fenómenos literarios más desbordantes de las últimas décadas.

– Tras publicar la biografía del futbolista Ibrahimović, el libro más vendido en la historia de su país, ¿qué le supuso ser el continuador de Millennium?

Es evidente que el gran desafío de mi vida. Fue algo tremendo. Una tormenta mediática que acarreó mucha controversia. Todo el mundo opinaba respecto a si se podía o debía permitir la continuación de la obra de Larsson. En medio de todo aquel follón hubo un momento en que dudé si iba a ser capaz de sobrevivir. El tiempo ha demostrado que lo logré. Los vientos cambiaron gracias a la aceptación de los tres libros que siguieron con la saga. Pero empecé a añorar otro tipo de personajes. Personajes que fueran totalmente míos. Personajes más frágiles, más sensibles que se podían romper por dentro y llegué a la conclusión de que tenía que seguir los dictados del amor: hay que seguir las pasiones y una de mis grandes pasiones desde que era niño es Sherlock Holmes. Me enamoré de Holmes por su capacidad de observación y de deducción; de ver lo grande en lo pequeño. Pero quería sustituir su absoluta seguridad, su soberbia, su arrogancia, por otros personajes, que como he dicho transmitiesen más dulzura y más fragilidad. A ello me puse.

– Refleja usted dos ambientes muy distintos, uno distinguido y poderoso y otro castigado y humilde, ¿por qué?

Quería esas dos caras porque entiendo que en los dos planos se pueden detectar privilegios. Los de los pudientes, los de la clase alta, son obvios, pero en los ambientes pobres, que de alguna manera pueden observarse como guetos, también se puede entender como privilegio el hecho de poder permitirse sentirse débil. De ser frágil. De derrumbarse. De no tener que manifestarse siempre en el éxito y en la batalla continua por lograrlo. Al mostrar personajes de ambos lados he querido significar que esa muralla que los separa de alguna manera puede ir agrietándose con lo que se quiebran prejuicios e ideas socialmente establecidas.

– ¿Por qué razones sitúa usted la acción de la novela en 2003?

Me interesa la contemporaneidad porque creo que no entendemos muy bien nuestra época contemporánea. Ahora muy cerca de nosotros hay una guerra terrible y no sabemos que consecuencias finales va a tener. No sabemos qué es lo que se va a romper. Vivimos en el desconcierto. Desconocemos lo que va a suceder en el futuro, incluso en el inmediato futuro. Por eso es más sencillo ir hacia atrás y buscar las líneas generales de la evolución, del desarrollo de la sociedad contemporánea volviendo al pasado. No es un año elegido al azar. Creo que a partir de 2003 nuestro mundo empezó a romperse con los conflictos de Oriente Próximo, la Guerra de Iraq, con los atentados de Nueva York… Tras aquel 11 de septiembre desde Estados Unidos se iniciaron acciones que provocaron crisis que han tenido consecuencias nefastas a nivel internacional como los dramas de los refugiados, el resurgir de la extrema derecha, el Brexit o la aparición de personajes como Donald Trump que han llevado a que vivamos en un mundo herido.

Tras esos años, la esperanza que teníamos se ha ido perdiendo. Por eso quería retroceder a esa época porque considero que es el punto de partida de la situación actual. La actuación de Estados Unidos en todo esto creo que ha sido desoladora y devastadora. Tras la barbaridad de los atentados de las Torres Gemelas y la vulneración de los derechos humanos de tantas personas, EE.UU. reacciona de la misma manera, torturando y vulnerando los derechos de presos sin saber si realmente eran culpables de algo. Eso ha sido terrible para la imagen del país y ha roto buena parte de la unidad mundial. Responder a un atentado violando los derechos humanos ha sido un terrible error que, como he dicho, considero que es el punto de partida de lo que está ocurriendo ahora.

[Para escribir Obscuritas, David, hijo del poeta y crítico Olof Lagercrantz y nieto del reconocido filósofo Hans Valdemar Ruin, confiesa haber realizado un exhaustivo trabajo de documentación. Su formación pluridisciplinar ha sido fundamental para dotar de profundidad a una trama en la que los elementos religiosos se mezclan con los políticos. Antes de graduarse en periodismo, Lagercrantz estudió Filosofía y Teología en la Universidad de Gotemburgo lo que le acerca, como él mismo reconoce, a determinados temas].

– ¿Es la tortura otra de las claves de su obra?

Tras el análisis de toda la información y la documentación que manejé, otra de las conclusiones a las que es imposible no llegar es que la tortura es absolutamente inútil. La estrategia de la tortura es totalmente errónea salvo en contadísimos casos, como pueda ser amenazar y torturar para conseguir el número de una cuenta bancaria o el de una caja fuerte. No hay manera de saber la verdad torturando, porque el torturado no va a contar la verdad, sino a decir lo que el torturador quiera oír para que deje de torturarlo. Por consiguiente no sólo hablamos de un acto siniestro y malvado, sino completamente inútil.  

– También habla usted de la mentira.

Me interesa que desde la oscuridad se busque la luz. Quería explorar a través de mi libro el mundo de la mentira. Hoy la mentira se ha instalado entre nosotros. Hay tantas informaciones falsas que es preciso, como hace uno de los personajes de mi novela, emprender la búsqueda de la claridad. Estamos en una guerra de desinformación. Las mentiras nos ahogan, por eso en mi literatura sueño con personajes que ansían y son capaces de ver la claridad.  

– Y la música…

También me interesaba significar que la música es un elemento fundamental relacionado con la creatividad, con la libertad y con el deseo. Por eso para el régimen talibán constituye una amenaza, como lo es la cara desnuda de una mujer, ya que ambas cosas inspiran deseo y el deseo de libertad es inaceptable en cualquier dictadura. Como la belleza, y la música contiene mucha, genera alegría, esa gente busca su destrucción.

– ¿Encuentra razones para el optimismo en la situación actual?

Sí, estamos viendo la unión de Europa frente a la guerra y eso es algo muy positivo. Pero no debemos olvidar la tremenda polarización del mundo de hoy, que provoca odio y desencuentros y es consecuencia de una desinformación consciente. De una estrategia que me preocupa profundamente ante la que no hay que rendirse.

Y con el anuncio de que espera que la serie ahora emprendida llegue a cinco volúmenes, David Lagercrantz, profundo, afable y reflexivo deja caer que en España se siente leído y apreciado. Acierta: la realidad le da la razón.

Universo propio

«Quería dar un giro», comenta Lagercrantz al referirse a Obscuritas, «un thriller que conjuga lo mejor que he aprendido de mi carrera como escritor y periodista en relación con la ciencia y la novela negra (durante cuatro años trabajó en la sección de sucesos del periódico Expressen cubriendo los asesinatos más impactantes de Escandinavia). Por todo ello me apasionaba la idea de poder crear mi propio universo, en el que flirtear con mis héroes de infancia: Holmes y Watson».

Ese comentado giro se concreta en una historia en la que la voz de sus personajes permite desgranar algunos de los problemas más acuciantes de la sociedad actual, como la inestabilidad de la política internacional, la corrupción en el mundo del fútbol, la conflictividad en los suburbios de las grandes ciudades, el ascenso de la ultraderecha o los límites a la libertad de expresión.

[La trama nos instala en el verano de 2003. En las afueras de Estocolmo aparece el cuerpo sin vida de un árbitro de fútbol. Giuseppe Costa, padre de uno de los jugadores, es arrestado por el crimen. El caso parece claro, pero Costa se niega a confesar el asesinato. El tiempo apremia, la presión por encontrar al asesino aumenta y, cuando no quedan pistas de las que tirar, el jefe del equipo de Homicidios decide recurrir a Hans Rekke, profesor de Psicología en la Universidad de Standford y uno de los mayores expertos en técnicas de interrogatorio.

A pesar de todos los esfuerzos, Costa queda libre y el caso se cierra sin haber sido resuelto. Solo Micaela Vargas, una joven policía recién incorporada al equipo, se niega a que la investigación caiga en el olvido. Rekke, aristócrata y con conexiones con las altas esferas, y Micaela, hija de inmigrantes chilenos y conocedora de los bajos fondos, decidirán resolver un caso que esconde mucho más de lo que nadie hubiera podido imaginar].