Martínez de Pisón sigue el rastro del episodio y de su protagonista por archivos y hemerotecas de media docena de países hasta centrarse en la etapa española, en la que un golpe del destino convierte brevemente en un triunfador a este pícaro de la vieja escuela, un superviviente nato, un individuo con muchas dotes de persuasión pero muy pocos escrúpulos.

Desde el inicio de su carrera delictiva hasta su muerte en Hamburgo en 1952, Albert von Filek fue testigo, protagonista y a veces víctima de algunos de los episodios más convulsos de la historia de Europa del pasado siglo.

¿Cómo supo de las andanzas de Filek?

Las primeras noticias me llegaron a través de la biografía Franco, caudillo de España, de Paul Preston, en la que el historiador dedicaba unas pocas líneas, no más de diez, a aquel hombre que había sido capaz de ganarse la confianza de Franco, convenciéndole de lo portentoso de su invento, un combustible de calidad superior a la gasolina. Lo primero que pensé es que ahí había una buena historia: ¡un estafador internacional que tomó el pelo a Franco en la etapa más cruda del régimen! En el libro, a través de la historia de este pícaro, se traza indirectamente un retrato de la España y, en parte de la Europa, de los años treinta y cuarenta.

¿Cómo se documentó?

Ahora las hemerotecas están digitalizadas lo que simplifica mucho el proceso de documentación. Recuerdo que cuando escribí Enterrar a los muertos, la historia protagonizada por José Robles, el traductor de John Dos Passos asesinado en 1937, el proceso de búsqueda de datos me resultó muchísimo más laborioso. Pero con Filek la cosa fue más sencilla. Naturalmente, internet fue una ayuda esencial. Como es obvio, visité todas las instituciones en las que sospechaba que pudiera haber algún rastro. Fuí descubriendo cosas incluso de la historia de este sujeto antes de llegar a Madrid en 1931. Contraté a un genealogista que investigó los orígenes de Filek y fuí constatando que muchas de las cosas que iba contando de sí mismo eran mentira y que, en realidad, su carrera delictiva había empezado ya en 1919.

¿Qué explicación tiene que el engaño cuajase?

Conviene tener en cuenta que en 1939 España era una especie de gran cuartel gobernado con criterios cuarteleros. El Gobierno estaba formado por una serie de personas, muchos de ellos militares, que no sabían absolutamente nada de ciencia. Entre esos militares estaba el ministro de Industria, Alarcón de la Lastra, que tampoco sabía nada. En aquel Gobierno había una persona sensata y prudente que era José Larraz, ministro de Hacienda. En sus memorias habla de la persona que más defendía ese producto que era Felipe Polo, hermano de la mujer de Franco, del que también fue secretario personal, y de Serrano Suñer. Probablemente es uno de los que más lucharon para convencer a todos de las bonanzas del mejunje; como también lo hizo la propia Carmen Polo.

Además, en aquel momento ser ex cautivo de cárceles de la República era un pasaporte importante y pasabas a pertenecer a la aristocracia del régimen. Además, tener un apellido de origen germánico, y venderse como antiguo miembro destacado del Ejército austríaco, algo también falso, le abrió muchas puertas en ese momento. Pero acaso el hecho decisivo fueron los contactos que estableció en la cárcel, sobre todo su amistad con Serrano Suñer, cuñado de Franco.

Rápidamente se tomaron medidas para apoyar la iniciativa…

Así es. A finales de 1939 se publica en el BOE la ley por la que se regulan las empresas que merecen protección nacional y la primera industria que adquiere ese rango y beneficios es la de Filek. Al cabo de dos semanas se publican edictos para expropiar a su nombre terrenos en Coslada y Barajas e inmediatamente los periódicos de la época aseguran que este individuo había rechazado generosas ofertas de grandes compañías petroleras, algo totalmente falso, para ceder su gasolina a la España de Franco, por lealtad a la cual había sido encarcelado durante la Guerra Civil en prisiones republicanas. Los cálculos oficiales aseguraban que el ahorro derivado de aquel invento superaban los 150 millones de pesetas al año, una cifra enorme para la depauperada economía española de la posguerra. En poco tiempo Filek pasa de ser un personaje anónimo a una especie de salvador de la patria.

(La fabricación de la gasolina sintética –escribe Martínez de Pisón– había sido declarada de interés nacional por el consejo de ministros, los medios de comunicación oficiales habían alabado sus virtudes, se habían dado pasos legales para la instalación de la factoría, el inventor había concedido entrevistas a buen número de periódicos… Por sorprendente que parezca, todo eso había ocurrido sin que el carburante hubiera sido sometido a ningún examen o análisis químico. Según el testimonio de Juan Antonio Ansaldo, el propio Franco desdeñaba la opinión de los científicos. El dictador, con una sonrisa socarrona de superioridad, habría dicho a sus íntimos: «Todos los ingenieros y servicios técnicos que he consultado me han informado en contra del proyecto; pero yo me fío más de mi chófer y éste me ha asegurado que en el último viaje hemos logrado una media de noventa kilómetros por hora empleando únicamente ‘mi’ gasolina)

¿Cual fue el final de Albert von Filek?

Como comento en el libro, en julio de 1940, tras comprobar el estado de las muestras, medir los volúmenes totales de la destilación y fraccionar los productos, los expertos emitieron un dictamen que no dejaba dudas: «El procedimiento llevado a la práctica por el Sr. Filek carece a nuestro juicio de fundamento científico alguno, y este criterio se corrobora con los resultados obtenidos». Eso afirma el último párrafo del informe, y después sólo vienen la fecha y las firmas bien legibles de los cuatro miembros de la comisión: Constantino Lobo, Rugarcía, M. Puget y C. López-Sánchez. El engaño había sido descubierto a través de un sencillo análisis que se realizó en la Escuela de Minas de Madrid y que, como he dicho, increíblemente no se había hecho hasta entonces.

Conviene no olvidar que es un hombre que vive en una estafa continua. Cuando es consciente de que va a ser descubierto intenta escapar desde Lisboa hacia Argentina pero eso resultaba muy complicado en una Europa en guerra y, además, parece que estaba siendo muy vigilado por la Brigada Político Social. Su intento fracasa y confirmado el fraude, Filek fue encarcelado. Es difícil entender como un régimen claramente genocida como aquel dejó vivo al estafador. El hecho es que desapareció sobre él cualquier tipo de información, y fue hecho prisionero en el campo de concentración de Nanclares de Oca donde vivió en una condiciones extremadamente duras. Más tarde, en 1946, el régimen de Franco lo entregó a los aliados acusado de ser nazi, algo que ni era ni lo había sido nunca. Fue llevado a Hamburgo y de allí conducido a un campamento de refugiados donde murió seis años más tarde.