Arquitectónicamente meticuloso, el proyecto sirve para documentar históricamente estos puntos de referencia nacionales y culturales. Su trabajo se expone del 4 de junio al 4 de julio, en el marco de PHotoEspaña 2013, en la Galería Patricia Acal de Madrid.

Según el autor, este proyecto, también llamado Bjoerling´s Larynx, además de Opera, se tituló así por Jussi Björling, tenor sueco y, posiblemente, el mejor cantante del siglo, conocido por su técnica, su sentimiento y el registro de su voz. Bjöerling debutó en la Ópera Real Sueca de Estocolmo y finalmente llegó a ser el primer tenor de la Ópera Metropolitana de Nueva York.

Estos espacios son los espacios en los que su abuelo, Anton Gutman, nunca tuvo la oportunidad de actuar. Gutman fue un cantante educado justo después de la Segunda Guerra Mundial por Helge Rosvaenge, un tenor danés que cantaba con regularidad en las Óperas Estatales de Berlín y Viena. Mientras Gutman estuvo internado en un campo de prisioneros de guerra en la Unión Soviética actuó para prisioneros y oficiales. Casi medio siglo más tarde, David Leventi afirma que «creció escuchándole cantar mientras caminaba alrededor de nuestra sala de estar».

Símbolos de esplendor

«Las óperas en Bjoerling´s Larynx están de pie como los símbolos de la riqueza y el esplendor de las naciones, su dedicación a la promoción de las artes y a la unión de las comunidades. Son espacios con historia –arquitecturas como la del Teatro Nacional, Ópera Estatal de Praga, y el Estates Theatre de Praga o el Teatro Estatal en Budapest fueron tan mundialmente reconocidas por su poder que se mantuvieron en pie durante las guerras, o como el Semperoper de Dresde o el Wiener Staatsoper de Viena– que, aunque bombardeados, fueron reconstruidos como los símbolos de la perseverancia de sus naciones», señala Leventi.

El proyecto incluye Libros Guinness de los Récords, resumen de superlativos como la Ópera Metropolitana de Nueva York –sin rival en tamaño–, y el Teatro Real di San Carlo en Nápoles, la más antigua continuamente activa.

En la muestra también aparecen teatros como el Palais Garnier de París, con un techo que sirvió de lienzo al polémico artista Marc Chagall y una lámpara que –después de que cayera en 1896– sirvió de inspiración para El Fantasma de la Ópera.

Son óperas como La Scala de Milán que ha resonado con la música de Verdi, Rossini y Bellini, o el Teatro Mariinsky de San Petersburgo, donde se estrenaron obras de Tchaikovsky, Mussorgsky y Rimsky Korsakov. Son declaraciones arquitectónicas como el Teatro Amazonas –erigido en medio de la selva con materiales importados desde más allá del Atlántico– construido para afirmar Manaus como un centro cultural que rivalizara con los de Europa.

Desde el punto central del escenario

«Como los Becher y Candida Höfer, he fotografiado sistemáticamente cada ópera desde el punto central del escenario donde un cantante estaría de pie. De la misma forma en la que la voz de cada cantante famoso se proyecta y rebota contra ornamentados palcos privados y resuena bajo los trompe l’oeil pintados en los techos, la luz en la ópera golpea cada uno de estos rasgos y vuelve a la cámara, fijándolos en el negativo», relata el autor.