El Museo abría sus puertas por primera vez al público como Museo Nacional de Pinturas y Esculturas un 19 de noviembre de 1819. Sin embargo, el edificio neoclásico de Juan de Villanueva que le sirve de sede fue diseñado originalmente para el Gabinete de Ciencias Naturales, tal y como lo ordenó Carlos III, en 1785. Cuando se cumple el 194 aniversario de la fundación del Museo y coincidiendo con el segundo centenario de la muerte de su arquitecto, el Prado, a través del proyecto del artista Miguel Ángel Blanco, rinde homenaje a su historia y a ese origen como museo de historia natural.

Arte y naturaleza

Miguel Ángel Blanco subraya el aspecto histórico del Museo a través de 22 intervenciones en las salas de su colección permanente que proponen aunar arte y naturaleza.

La exposición cuenta con unas 150 piezas de historia natural, entre las que se encuentran animales, vegetales, meteoritos, fósiles o minerales, seleccionadas por el propio Blanco y procedentes de las colecciones públicas españolas de historia natural, como la del Museo Nacional de Ciencias Naturales, el Real Jardín Botánico o el Museo de la Farmacia Histórica.

Las piezas dialogan e interactuan con los cuadros y esculturas del Prado e interfieren ante ellos, guiando al visitante en una nueva expedición científico-artística. Una evocación de los orígenes del Museo que incorpora un punto de vista creativo.

Algunos momentos

Por la puerta alta de Goya, el visitante descubrirá, nada más entrar en el Museo, la estatua de Carlos V y el Furor, de Leone y Pompeo Leoni, que interactúa con un águila real que alza su vuelo con las alas desplegadas. Una visión que pone de manifiesto la magnitud de la exposición y las sensaciones que se van a sentir a lo largo de su recorrido.

Pero esta no es la única sorpresa, en la llamada rotonda de Ariadna se encuentra la escultura Venus del delfín. Blanco ha suspendido del techo de la sala el esqueleto de un delfín, procedente del Museo Nacional de Ciencias Naturales, que no dejará indiferente a nadie. Otro de los espacios ‘reconvertidos’ es la sala 55B, en la que se encuentran las tablas de Adán y Eva de Durero, y en la que el artista madrileño ha introducido el esqueleto de una serpiente enroscada sobre sí misma.

Paseando entre las Pinturas Negras de Goya, el visitante se encuentra con El aquelarre, al que se le han unido tres anfibios y reptiles naturalizados y conservados en frascos históricos. Se trata de un sapo común (Bufo bufo), una cobra (Naja melanoleuca) y una salamandra (Salamandra salamandra gallaica). Junto al cuadro se puede ver, además, el esqueleto de un murciélago conservado en una campana de cristal y el cráneo con cuernos de un búfalo común (Alcelaphus major) que cuelga de forma invertida.

Bosque negro

Las 22 instalaciones se completan con una obra del propio Miguel Ángel Blanco. Bosque negro se enmarca dentro de Libro-caja nº 1072, que pertenece a su proyecto vital y creativo La Biblioteca del Bosque, que recoge 1.131 libros-caja que contienen elementos naturales y que crean en cada uno un micropaisaje. Bosque negro, una de sus cajas-libro más paisajísticas, según el mismo autor, cobra sentido frente al cuadro de Lucas van Valckenborch Paisaje con ferrerías (1595).


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La exposición está acompañada de un catálogo que incluye textos de Miguel Ángel Blanco, artista y comisario de la muestra, y de Javier Ignacio Sánchez Almazán, conservador de la Colección de Invertebrados del Museo Nacional de Ciencias Naturales. Además incluye un portfolio con fotografías y textos de cada una de las 22 intervenciones y las fichas técnicas de todas las obras expuestas, así como la biografía del artista.

Por otro lado, y para completar la muestra, se ha organizado un ciclo de conferencias, itinerarios didácticos y actividades para las familias.