La exposición se divide en cinco zonas, a través de las cuales se recorre la vida y obra del diseñador. En la primera de ellas, cuatro piezas representan sus claves creativas. La segunda se centra en su periodo de mayor éxito y la tercera aborda los modelos realizados entre 1988 y 1990, cuando su trabajo se internacionalizó. En las últimas secciones se pone de manifiesto el acercamiento del diseñador hacia otras artes, como en las colaboraciones con fotógrafos como Alberto García-Alix o pintores como Juan Gomila o Álex Serna.

La revitalización de la moda

Tradición y artesanía se dan cita con el diseño más vanguardista en la obra de Piña, quien llegó a jugar un decisivo papel en la revitalización de la moda española. Fue en los años setenta cuando el ciudadrealeño entró en el mundo de la moda. Su introducción fue humilde (fabricando prendas de punto), pero muy eficaz. Pronto, debido a la fuerte demanda del mercado, se hizo un hueco en el sector textil.

Piña era plenamente consciente de sus dotes creativas. Además se sabía capaz de leer las mentes de las mujeres de su época, conociendo sus necesidades y carencias. Estas mujeres comenzaban a principios de los ochenta su emancipación, demandando un estilo que les permitiera romper con lo establecido. De este modo, el modisto se adentra en el mundo del diseño, dando lugar a sus primeras colecciones para pasarela, en un momento en que la industria del prêt-à-porter español comenzaba a dar sus primeros pasos.

Nuevos tiempos

En la víspera de las elecciones de 1982 tuvo lugar un desfile de Piña en la carpa del Circo de la Ciudad de los Muchachos, todo un punto de inflexión en su carrera, ya que todos recuerdan aquella colección como un acontecimiento espectacular. En ella, lo tradicional iba de la mano de lo moderno, sentando las bases de un estilo personal y rompedor que encandiló a tantas mujeres ávidas de algo fresco y original en el mundo de la moda. Nació entonces lo que se vino a conocer como la «mujer Piña», un estilo poderoso y sensual, que se alzó como protagonista indiscutible de la Movida madrileña, perpetuándose, más que como una moda pasajera, como un símbolo de los nuevos tiempos.