Del Arco dirige a la actriz catalana en un espectáculo arriesgado donde vuelve a demostrar su capacidad interpretativa. Según el director se trata de «una pieza de extrema dificultad que Núria hace fácil como sólo las grandes actrices pueden hacer. Ustedes sacarán sus propias conclusiones. La mía es y seguirá siendo que hay un antes y un después».

Escrita en 1594, mucho antes de sus renombradas obras, La violación de Lucrecia es una de las composiciones más difíciles de Shakespeare, un poema que narra el origen de la república en la antigua Roma. Única actriz en escena, Espert va transformándose en cada uno de los protagonistas, así revive a Tarquino, el violador; Lucrecia, la violada, y al marido de ésta.

Un espectáculo que contiene una poderosa belleza escénica, a pesar de la escalofriante violencia que tiene esta magnífica traducción de José Luis Rivas Vélez.

Espert lo describe como una «extraordinaria y emocionante narración del hecho criminal que terminó con el reinado de los reyes en Roma y que propició, por tanto, la instauración de la republica, y que se convierte en la pluma de Shakespeare en un mosaico de sentimientos, pasiones, arrebatos y delitos».

Violencia y poesía

Para Núria Espert, los ensayos de este Shakespeare han sido los más duros de su carrera. Acercarse a una violación, algo que está pasando en todo el mundo y en lo que apenas reparamos, comenta, requiere más que un mero ejercicio de interpretación. Por si fuera poco se ve forzada a revivir el proceso en cada representación. «Yo, que he matado niños en escena», bromea. Sin embargo, no es Espert actriz de llevarse el personaje a casa. Ella, más bien, se lleva a una actriz que interpreta a Lucrecia, afirma.

La catalana se enfrenta a un monólogo con traje de poema en el que muta continuamente. Única intérprete sobre el escenario, Espert habla de una «soledad diferente, poblada de lugares» y una cercanía que incrementa el desgarro en el espectador (también en la propia actriz).

La traducción de José Luis Rivas Vélez, que «llena la boca», según Espert, hace un ejercicio respetuoso, pero lleno de vida. Era imprescindible contar con un director que no tuviera miedo. Por eso, cuando Miguel del Arco comparó el poema de Shakespeare con un guion de Tarantino, la actriz supo que había dado con su hombre, alguien que supiera trasladar al escenario esa violencia cargada de fuerza y poesía.

Para Del Arco, emocionado de haber sido elegido por Espert para trabajar junto a ella, el trabajo fue muy fácil. La cercanía de la actriz, que aceptaba cada propuesta con un «déjame que lo pruebe», fue la medicina para curar sus nervios. Es así como pusieron en pie una obra violenta y hermosa que vuelve a los escenarios para algunas representaciones más. ¿Después? Buenos Aires y Londres están en el aire. En cualquier caso pinta un buen futuro para una pareja tan bien avenida