La gran variedad de abanicos que atesoró José Lázaro son testigos de su búsqueda incansable como coleccionista, de meses e incluso años, para encontrar piezas con las que obsequiar a su esposa, Paula Florido, desde que la conoció en 1901. Gracias a su colección el visitante podrá apreciar la evolución de este complemento femenino.

Entre las obras que se muestran las hay muy tempranas, del primer tercio del siglo XVIII, donde las referencias al barroco clasicista son evidentes; ejemplares en los que se ve cómo se va fraguando el gusto rococó que dio lugar al abanico galante, fiel reflejo de la vida refinada y placentera de los nobles y burgueses europeos del segundo tercio de la centuria; y piezas de estructura sencilla, pero de calidad, que adentran al espectador en el estilo neoclásico y la moda Imperio.

Mitología y religión

Alegoría de las Artes o las cuatro estaciones. Francia, último tercio del siglo XVIII. © Museo Lázaro Galdiano. Madrid.

Alegoría de las Artes o las cuatro estaciones. Francia, último tercio del siglo XVIII. © Museo Lázaro Galdiano. Madrid.

 

Las pinturas de los países, como se denomina la tela del abanico, están realizadas sobre papel o vitela (piel de vaca o ternera, adobada y pulida), materiales que permiten el plegado, y están inspiradas en asuntos mitológicos, históricos, galantes y pastorales. Los poemas homéricos de la Iliada y la Odisea, unidos a la Eneida de Virgilio y Las Metamorfosis de Ovidio, fueron una fuente inagotable para los pintores de abanicos junto a las gestas de Alejandro Magno cuya figura encarnó los ideales de valor, poder y nobleza.

La pintura de los abanicos de estilo Luis XV, identificados con el rococó, refleja la creciente hegemonía de la mujer en la vida social y ella será la protagonista indiscutible reflejada en la diosa Venus, personificación del amor, la belleza y la fertilidad; en Juno, diosa del matrimonio y protectora de la mujer; o de Onfalia, que hizo que Hércules olvidara su valentía abandonándose a los placeres del amor.

De la historia religiosa, habitual en abanicos del primer tercio del siglo, se escogieron relatos del Antiguo Testamento, aquellos donde la mujer desempeñó un papel fundamental, como Sansón y Dalila, Salomé, Betsabé o la reina de Saba. A partir de 1750, a la literatura se unen, como fuente de inspiración para los pintores, el teatro, la ópera y el ballet.

Grandes pintores

La Comedia Francesa. Francia, segundo tercio del siglo XVIII. © Museo Lázaro Galdiano. Madrid.

La Comedia Francesa. Francia, segundo tercio del siglo XVIII. © Museo Lázaro Galdiano. Madrid.

Las pinturas de Antoine Coypel, Charles Le Brun y sobre todo las de Jean Antoine Watteau y François Boucher, creadores de la fiesta galante y de la pintura pastoral, son otro gran referente para la decoración de los abanicos dieciochescos.

Variedad y calidad están presentes en  la colección de abanicos de la Lázaro Galdiano. El visitante se podrá deleitar con los elegantes varillajes realizados en marfil o carey con trabajo de piqué, tallados y calados en forma de rejilla o puntos (grillé/pointillé), a los que se añaden pequeñas láminas de madreperla, plata dorada o corlada, nácar y, en ocasiones, piedras preciosas en el adorno de las palas y en el clavillo.

Estos abanicos son algo más que objetos de colección, fueron testigos mudos de una relación personal, la de los coleccionistas José Lázaro y Paula Florido: desde que se conocieron, en 1901, y hasta la muerte de Paula en 1932, Lázaro regaló a su esposa abanicos en dos fechas muy señaladas: el 15 de enero, día de su cumpleaños, y el 29 de junio, en que celebraba su onomástica.