Las cinco obras fueron adquiridas entre 1965 y 1996 por Hans Heinrich Thyssen, quien había nacido en Scheveningen, la misma playa donde Van Gogh iba a pintar con frecuencia durante sus años en La Haya. Junto a ellas se pueden ver tres pinturas, también de las colecciones del Museo, de Georges Michel, Charles-François Daubigny y Anton Mauve, tres paisajistas que ejercieron una influencia decisiva en la formación de Van Gogh.

Etapa holandesa

Molino de agua en Gennep, de la colección Carmen Thyssen-Bornemisza, es el lienzo más grande pintado por Van Gogh y una de las obras maestras de su etapa holandesa. La gama de colores y texturas sugieren el intenso frío y la humedad de esos días del final del otoño en Brabante. Con su doble rueda y la estructura de madera que se reflejan en el agua, el molino parece a un extraño barco anclado en el río Dommel. Hay dos figuras en una balsa. Una grieta de luz rasga las nubes grises e ilumina el cielo con una luz inusitadamente blanca y fría, sobre la cual la masa oscura del molino destaca con un fuerte efecto de contraluz.

El contraluz es un recurso expresivo al que Van Gogh volverá con frecuencia en la época de Nuenen, ya sea en su Paisaje al atardecer o en sus interiores con tejedores o campesinos, siluetas sombrías aureoladas por la luz de una ventana o de una lámpara. Esos contrastes generan una atmósfera de misterio y sublimidad casi religiosa muy sensible en la obra cumbre de la etapa holandesa de Van Gogh, Los comedores de patatas, así como en la litografía que el artista ejecutó a partir de ella.

En París

La creación de Van Gogh experimentó un giro decisivo en 1886, a consecuencia de su encuentro en París con los impresionistas. Y sin embargo, también existe continuidad entre la pintura de su etapa holandesa y su obra posterior en Francia. El artista se inspiró en el impresionismo para pintar varios cuadros de barcos descargando, primero desde un punto de vista elevado y con colores claros y más tarde, en Los descargadores en Arlés, con un punto de vista bajo y tonos sombríos. El fuerte contraste entre las siluetas oscuras de las figuras y la barca contra la ardiente luz del atardecer produce un intenso efecto dramático.

La última pintura que se expone prescinde del contraste tonal de luz y sombra con un lenguaje basado sólo en el color puro y en la superficie de la tela. Su título, Les Vessenots, se refiere a una zona de las afueras de Auvers en la que vivía el doctor Gachet, primer propietario de esta obra. La mirada del pintor se centra en los campos, en el espacio desierto que se abre desde el primer término.

El efecto es semejante al de esas composiciones de Degas en las que el suelo de parqué se dilata y desplaza las figuras hacia el fondo o los márgenes del cuadro. Los campos vacíos parecen empujar el horizonte hacia arriba, comprimiendo las casas, los árboles, las colinas, las nubes y el cielo en una franja contra el borde superior del lienzo. Sobre ellos, el pincel cargado de pintura despliega una actividad frenética, una especie de escritura en relieve con puntos y comas, rayas rectas y curvas torturadas, y esa enigmática ondulación azul, tal vez un rastro de humo, en primer término.