Trilogía de la ceguera: La intrusa, Interior y Los ciegos. Foto: marcosGpunto

Trilogía de la ceguera: La intrusa, Interior y Los ciegos. Foto: marcosGpunto.

Trilogía de la ceguera está integrada por tres textos escritos entre los años 1890 y 1894, La intrusa, Interior y Los ciegos. En ellos, Maeterlinck se preocupa por aquellos aspectos íntimamente unidos al hombre contemporáneo, como son el silencio, la soledad, la angustia, el miedo a lo desconocido o la negación de la muerte. Estos elementos aparecen en un montaje hipnótico, íntimamente ligado al cine de suspense y a las emociones más profundas del ser humano.

Tres creadores han sido los encargados de adaptar y dirigir cada una de estas piezas: Vanessa Martínez se ha hecho cargo de La intrusa; Antonio C. Guijosa de Interior y Raúl Fuertes es el responsable de Los ciegos. El elenco actoral es el mismo para todas ellas y está integrado por Lucía Barrado, Quique Fernández, Lucía Fuengallego, Pablo Huetos, José Vicente Moirón, Celia Nadal, Verónica Ronda, Pedro Santos, Carlos Silveira y Gemma Solé.

Emociones y suspense

Trilogía de la ceguera: La intrusa, Interior y Los ciegos. Foto: marcosGpunto

Trilogía de la ceguera: La intrusa, Interior y Los ciegos. Foto: marcosGpunto.

La intrusa se mueve entre el absurdo becketiano y la muda violencia pinteriana. La historia gira en torno a una familia degenerada por su endogamia, compuesta de espectros, ausencias y personajes desconcertantes: todos esperan, no saben muy bien a quién; todos tienen razones ocultas para no querer estar allí; todos ocupan una casa que no se sabe a quién pertenece; todos son presa de una situación que nadie, salvo la abuela y los niños, llega a descifrar; todo sucede en el silencio, en la trágica cotidianidad; y todo transcurre bajo tierra, entre los diálogos sin salida que separan a los interlocutores en vez de relacionarlos.

En Interior, dos desconocidos se acercan a una casa para anunciar una muerte. Sin embargo, al mirar por las ventanas, la felicidad de los que ven les paraliza, sin atreverse a dar la noticia. Maeterlinck escribe una función intrigante y perturbadora, en la que los personajes que miran, al conocer una realidad que los personajes observados ignoran, perciben el mundo de una manera distinta, completamente nueva. Lo que observan les resulta de repente extraño, ligeramente borroso, casi irreal.

Los Ciegos es una obra que está conectada con la realidad actual: varios personajes ciegos, perdidos y solos en un bosque, abandonados por su guía, esperan a que éste regrese, incapaces de saber qué hacer ni a dónde ir, incapaces siquiera de darse cuenta y valorar la amenaza que les cierne hasta que es demasiado tarde. Se trata por tanto de una metáfora de la profunda crisis espiritual y ética que padece la ‘sociedad del bienestar’, donde los individuos sobreviven en una deriva ideológica y moral, intentando desesperadamente encontrar respuestas a preguntas que todavía ni siquiera se han formulado.