Esta selección de nueve autorretratos de sus colecciones, de Rembrandt, Steen, Freud, Beckmann o Schiele, entre otros, permite recorrer con pocos ejemplos la evolución de este subgénero desde el Renacimiento hasta el siglo XX, en un montaje que puede visitarse con acceso gratuito hasta el 7 de junio.

Aunque existen precedentes en el arte antiguo, es a partir de la Edad Media cuando los artistas empiezan a incluir sus propios rasgos personales en alguno de los personajes representados en sus obras, convirtiéndose en una forma velada de autorretrato. No obstante, el género no se populariza hasta el siglo XV, en Italia y Flandes en primer lugar, cuando muchos comienzan a pintarse a sí mismos junto a los símbolos de su oficio, una tradición que se ha mantenido sin interrupción hasta nuestros días.

En el autorretrato subyace siempre un componente psicológico, a veces incluso algo narcisista, motivado por el deseo de conocerse a sí mismo y de mostrarse en sus múltiples facetas y con infinidad de matices. Se trata de una acción reflexiva en la que artista y modelo se identifican y en la que el espejo juega un papel importante, como instrumento necesario en el proceso de elaboración del cuadro, y en simbiosis también con la propia obra de arte y con la idea del rostro como espejo del alma.