Liberto. Foto: Felipe Mena.

Liberto. Foto: Felipe Mena.

La propia Brió participa en el montaje como actriz junto a Mürfila y Tàtels Pérez. Como asegura la autora, «Liberto surge de la necesidad de evocar un momento lleno de pensamientos caóticos, racionales, contradictorios, absurdos e incluso cómicos; y de dejar testimonio, de agradecer y de denunciar». Es, en definitiva, una tragedia moderna sobre una vida.

Pero también es «el mundo visto desde la lucidez de una situación extrema, las relaciones humanas desde esa mirada ‘privilegiada’, si se la puede llamar así. La amistad, la familia, el retrato del mundo hospitalario desde la perspectiva de quien lo desconoce por completo…», explica Brió. Liberto habla de la tragedia desde el día a día, desde el humor, la ironía, el absurdo, las contradicciones, las canciones, los errores, los aciertos, las dudas, la valentía… y, en definitiva, desde la vida.

Luz y oscuridad

La protagonista de la historia es una madre que relata los quince días de vida de su hijo y cómo pasan, ella y su pareja, desde la felicidad inicial cuando reciben la noticia del embarazo hasta la dolorosa certeza de que lo mejor que le puede pasar a su hijo es que muera. El zigzag de emociones que vive la lleva a replantear sus proyecciones sobre la vida futura, su visión de todo lo que la rodea, la enfermedad, la muerte, las decisiones que debe tomar, las dudas, el dolor, las dificultades y las contradicciones a enfrentarse.

Sobre el escenario, la madre convoca a dos cómplices, dos espíritus que se materializan en una amiga y una cantante de rock, palabra y música, que van transmutando a lo largo de la historia en todas las voces que necesita el relato. La obra mezcla realidad y ficción.

Una visión muy personal, un cóctel de humor y tragedia que atrapa hasta el final, gracias a la luz, que «recae sobre la madre y a través de su voz emergen de la oscuridad el resto de personajes, el hijo, el padre, los amigos, los doctores, la familia…», afirma Norbert Martínez, quien continúa, «la claridad llena de humor, vitalidad, esperanza e ilusión y una oscuridad llena de dudas, contradicciones, rabia y dolor». Y entre oscuridad y claridad, la música, un elemento que traspasa de forma transversal toda la obra, evoca canciones, ilumina momentos, grita y ensordece.