Nico Munuera. Boneless XVIII, 2015.

Nico Munuera. Boneless XVIII, 2015.

La isla de Boneless traslada al visitante a ese enclave físico e interior recurrente habitado por Munuera. Espacio físico y geográfico de superficie natural, recortado por el litoral, donde los límites se unen, se separan, se funden y se confunden siempre como un dibujo cambiante. Interior en cuanto a la experiencia solitaria de habitar y escudriñar cada fragmento de ese paisaje, que es la pintura. Acechando el tiempo en la pausada contemplación de sus leves pero perceptibles variaciones.

Observación minuciosa y experiencia de la naturaleza en el término más profundo que queda plasmada en la obra no por la representación o interpretación, sino en el comportamiento mismo del fluir de la pintura. La tinta, manejada a semejanza de la técnica japonesa mokkotsu (boneless «representaciones sin hueso”, sin los contornos delimitados), permite explorar las características de la pintura, invitando a descubrir el color como naturaleza misma.

Ese tiempo y observación minuciosa puede verse también reflejado en obras como Claude Color Chart. La idea de montaje fílmico, fotográfico, cartografía o fragmentación unido en nuestra cultura a conceptos de exactitud y asimilados como verdades racionales, es conjugada en su resolución final por la intuición de los matices y relaciones. Percepciones que derivan de esa experiencia circular de observación y vivencia que nos conduce de la pintura al paisaje. Tiempo, mirada y color son posiblemente los tres grandes conceptos internos en la obra del artista.