Tras el auge de la tipografía, «que se sumó a la cotidianidad de la gente con la llegada de los ordenadores», asegura Ribagorda, en la última década ha surgido un interés creciente por la forma manuscrita y caligráfica en diversos sectores. Ámbitos tan distintos como el diseño, la lingüística, la bibliofilia, el arte e incluso la tecnología de la información investigan y trabajan sobre la escritura y su formalización.

En España se puede presumir de haber desarrollado una amplia bibliografía y documentación sobre la caligrafía europea que ha sido reconocida internacionalmente. Stanley Morison, destacado tipógrafo inglés, pone como ejemplo de documentación sobre el tema los libros de Domingo María Servidori, Torcuato Torío de la Riva y Emilio Cotarelo.

Sin embargo es cierto que la calidad de los escribanos españoles no ha sido reconocida como se debe. Desde el origen de las artes de escribir en la península con Juan de Icíar, Guiral de Valenzuela o Francisco Lucas, España desarrolla un enorme trabajo en esta disciplina, convirtiéndose los calígrafos en formadores y examinadores de maestros, e influyendo decisivamente en la pedagogía española.

Con el cálamo y la pluma

Autores como Morante, Casanova o los Zabala son imprescindibles para comprender este arte. La destreza que demostraron con el cálamo y la pluma hicieron de alguno de ellos auténticos maestros, tanto de la escritura como del dibujo y el grabado, pues, al fin y al cabo, escribir es una forma específica de dibujar y la relación que los une queda patente en esta exposición. Como asegura el comisario de la muestra «la caligrafía es dibujo en estado puro».

El desarrollo de un discurso identitario gráfico y tipográfico en España se produce con la caligrafía como protagonista. Sobre el encargo de la bastarda española, «una letra nacional similar a las derivadas de las cancillerescas italianas, que se dulcifica y se bastardea con la redondilla para dar lugar a una letra más clara, gallarda y limpia», explica Ribagorda, los calígrafos escriben uno de los debates más importantes para la cultura de este país, con el diseño y la metodología como protagonistas.

Santiago Palomares y Joseph de Anduaga, antagonistas en formas y métodos, debaten sobre la relación entre nación y ciudadano, entre una educación para la uniformidad o para la diferencia.

Interés de los jóvenes

El mundo de la producción tipográfica y por tanto impresa se nutre también de la experiencia caligráfica. La edición española del siglo XVIII es deudora de grabadores como Gerónimo Gil o Antonio Espinosa que, como se ve en la muestra, se inspiran en los más grandes maestros español.

Las cursis influencias inglesas fueron apagando la tradición caligráfica española y las tecnologías escritas parecían relegar al pasado la caligrafía. Sin embargo, acompañando a esta muestra se puede admirar el resurgir de este arte de mano de jóvenes y no tan jóvenes artistas contemporáneos, cuya escritura vuelve a poner en valor la tradición a la vez que muestra el profundo cambio de forma y sentido que este arte está experimentando.

Este resurgir se produce en el último decenio, «la caligrafía ha ido consiguiendo el interés de los jóvenes estudiantes de Diseño o Bellas Artes. Curiosamente, la cultura digital necesita más que nunca de la calidad de lo único, lo sensible y lo manual. Su sentido ha variado sustancialmente, y hoy podemos ver su uso en el rótulo comercial, como en el siglo XIX, pero también en textos tan diferentes como el grafiti o la pintura», concluye José María Ribagorda.