La reedición en español e inglés de Memoria de una excavación urbana cuenta con el prólogo Manolo Millares: Tocando la certeza de la letra, escrito por Alfonso de la Torre.

La figura de Millares destaca tanto por su producción artística como por sus dotes de organizador e impulsor de novedosas propuestas estéticas a través de asociaciones que promovió desde Las Palmas de Gran Canaria como L.A.D.A.C. (Los Arqueros del Arte Contemporáneo) a principios de los años 50 y, sobre todo, el grupo El Paso en Madrid, del que fue fundador en 1957 junto a Antonio Saura, Rafael Canogar, Manuel Viola y Pablo Serrano, ente otros.

Manolo Millares. Memoria de una excavación (1970).

Manolo Millares. Memoria de una excavación (1970).

Precisamente es durante el año 1957 cuando la arpillera –uno de los hitos artísticos de la segunda mitad del siglo XX– toma un lugar preponderante en su producción artística. En la Bienal de São Paulo de ese año presenta 10 obras que por primera vez titula con el nombre de Arpilleras, confirmando de este modo la relevancia que confiere Millares al soporte elegido para sus pinturas. La arpillera es un tipo de tela burda de trama gruesa (realizada de cáñamo o yute), muy alejada del suave algodón o lino que generalmente los artistas han usado como base para realizar sus cuadros.

Cualidad táctil

La elección de Millares se debe precisamente a su basta textura, que confiere a la obra una cualidad táctil de gran personalidad. El canario se procura las arpilleras directamente de sacos, que cose y tensa en bastidores, y sobre los que aplica cola para dar volumen y consistencia. Sobre ellas pega objetos, pinta parcialmente con colores generalmente blancos y negros y, ocasionalmente, retoques en rojo y ocre. De este modo la obra se convierte en algo objetual, más escultórico que el cuadro al uso.

En 1957, el MoMA le compró una arpillera, y Millares realizó varias exposiciones en galerías internacionales de la talla de Pierre Matisse en Nueva York o Daniel Cordier en París. Las arpilleras, desde su aparición a finales de los 50, rápidamente se convirtieron en una de las expresiones artísticas más reconocibles de su generación. Este reconocimiento no se limitó al territorio español, sino que rápidamente sus obras fueron expuestas en galerías extranjeras y en los numerosos pabellones de España en las Bienales de Venecia, Alejandría o São Paulo.