Organizada por el Instituto del Patrimonio Cultural de España, la Subdirección General de Promoción de las Bellas Artes y la Real Academia, la muestra supone una mirada desde los archivos fotográficos del IPCE, especialmente el archivo fotográfico Moreno. Estas fotografías pueden considerarse auténticos retratos de los artistas que los habitan, incluso cuando estos se encuentran ausentes de las imágenes fotográficas. Constituyen un género especial de retrato, en el que se dan cita tanto la dimensión pública y profesional de una persona como su vertiente más privada y personal.

Las imágenes, realizadas por Mariano y Vicente Moreno, Ruiz Vernacci, Conde de Polentinos, Cabré, Wunderlich o Pando, unen su valor documental al estético. Reflejan la maestría técnica de sus artífices en el dominio de la luz y la composición, junto a una sensibilidad capaz de captar la personalidad del pintor o escultor en simbiosis con el interior del estudio o taller en que trabaja.

Comisariada por Isabel Argerich y Óscar Muñoz, la muestra no pretende ser una representación exhaustiva de las diversas tendencias del arte español en la primera mitad del siglo XX, pero sí permiten adivinar la riqueza de su entramado y de las distintas realidades que coexistieron durante aquellas décadas. Ofrece, pues, una visualización de distintos tipos de talleres, sobre todo pintores y escultores: José Moreno Carbonero, Mariano Benlliure, Aniceto Marinas, José Villegas y Cordero, Eduardo Barrón, Eduardo Chicharro, Fernando Álvarez de Sotomayor, Cecilio Plá, Manuel Benedito, José María López Mezquita, José Capuz, Victorio Macho…, son algunos protagonistas.

Del clasicismo a la modernidad

El taller del artista se articula en cinco bloques. El primer ámbito presenta el bagaje decimonónico a través de la pintura de historia (Moreno Carbonero) y paisaje (Aureliano de Beruete), así como la herencia del academicismo y del arte clásico que queda simbolizada por la imagen del salón central del Museo de Reproducciones Artísticas alojado en el Casón del Buen Retiro, al que acudían numerosos artistas para dibujar los modelos de la Antigüedad grecorromana.

Las imágenes muestran que la pervivencia del clasicismo en la enseñanza académica de aquella época, unida a la exuberancia formal y expresiva del modernismo, propició el eclecticismo característico de la escultura monumental y conmemorativa en España (Benlliure, Querol).

El segundo y tercer bloques se centran tanto en los artistas de sociedad como en aquellos que practicaban un arte que se recrea en el folclore, las costumbres, indumentarias y tradiciones de las regiones y pueblos de España (López Mezquita, Eduardo Chicharro, Juan de Echevarría…), adoptando un enfoque sobre la realidad nacional que, en algunos aspectos, sintoniza con la obra literaria de la denominada Generación del 98, con cuyos miembros mantuvieron relación a través de tertulias y encuentros.

Renovación

Un cuarto espacio, denominado Aires de renovación, incluye a pintores y escultores en quienes se advierte un estilo y una actitud más moderna y desenfadada, ajena tanto a las normas académicas como a la temática castiza. Sus obras viran hacia otros asuntos y estilos más definitorios del siglo XX, llegando en algunos casos, como Maruja Mallo y Jorge Oteiza, a transitar el terreno de la vanguardia.

La exposición concluye con un grupo de imágenes correspondientes a la época de guerra y posguerra, hasta comienzos de la década de 1950. En ellas alterna el arte oficial y conmemorativo del régimen franquista (Fructuoso Orduna, Juan Cristóbal…) con algunos ejemplos que muestran el incipiente resurgir de una cierta modernidad (Javier Clavo y su pintura reminiscente de Picasso o de Antoni Clavé).