Nacida en Ucrania en una modesta familia judía, Sonia Delaunay (Hradyzk, Ucrania, 1885 – París, 1979) fue acogida por sus tíos maternos de San Petersburgo cuando era tan solo una niña, de quienes recibió una educación cosmopolita. Comenzó su formación artística en 1904 en Karlsruhe (Alemania) y dos años después la continuó en París. Para no abandonar Francia, contrajo matrimonio de conveniencia con el marchante alemán Wilhelm Uhde, en cuya galería expuso por primera vez en 1908. Gracias a él conoció a artistas de vanguardia como Picasso, Braque y el propio Robert Delaunay, con quien se casó en 1910, tras divorciarse de Uhde.

A partir de entonces, el intercambio artístico entre ambos sería constante, aunque, ya desde los comienzos de su relación, Sonia se diferenciaría de su marido por compaginar los pinceles con las agujas de bordar, la decoración de interiores o el diseño de moda, convirtiéndose en una artista multidisciplinar, interesada en plasmar el lenguaje vanguardista sobre los más variados soportes, con vivos colores y técnicas diversas que recuerdan sus orígenes rusos.

Hacia 1912, la pareja se orientó hacia la abstracción y defendió los fundamentos de un nuevo arte que negaba los medios tradicionales y reposaba sobre el poder del color, lo que llevó a Robert Delaunay a desarrollar la teoría del simultaneísmo, un neologismo extraído del tratado sobre el contraste simultáneo de los colores de Eugène Chevreul, que establece que las tensiones y las vibraciones ópticas que genera la relación entre colores complementarios sugieren el movimiento conforme al modelo rítmico de la danza y la música. Los Delaunay asociaban el simultaneísmo a la vida moderna y al desarrollo urbano, y querían llevarlo a todos los ámbitos posibles.

París era, para ellos, la ciudad simultánea por excelencia, y se convirtió en su fuente de inspiración, en el lugar en el que empezaron a analizar el impacto de la luz sobre los colores. Pero fue en Madrid, en 1917, donde sus experimentos por trasladar el ideario del simultaneísmo a la vida cotidiana dieron el paso definitivo a la escena pública. En la capital española, Delaunay no solo comenzó sus colaboraciones con las artes escénicas, sino que inauguró una boutique en la que vendía sus creaciones de moda y de interiores. Esta etapa madrileña, de la que se cumplen ahora 100 años, supuso para ella un momento de gran experimentación y libertad que marcaría todo su desarrollo artístico posterior, a partir de la década de 1920 y ya de regreso en París. La exposición quiere reivindicar esos años de Madrid como un hito fundamental en su carrera, por lo que este periodo ocupa el capítulo central de la muestra, con un recorrido organizado en cuatro apartados cronológicos que incluye también las etapas inmediatamente anterior y posterior a su estancia en España.

Primeros años en París

A comienzos de la década de 1910, lo simultáneo designa las actividades de Sonia Delaunay, que pinta y confecciona objetos y prendas de vestir que responden a esta nueva estética colorista: una colcha de cuna para su hijo es el primer objeto calificado como simultáneo, al que siguen una caja de juguetes pintada, encuadernaciones de libros, objetos cotidianos y vestidos cosidos a base de trozos de tela. Sus experimentos vanguardistas se mezclan con influencias de las artes populares rusas.

Sus primeras creaciones revelan la búsqueda de un arte total e ilustran su voluntad de conseguir que la estética del simultaneísmo llegue a la cultura popular. El piso de los Delaunay, donde se reúnen los domingos artistas e intelectuales, es el primer espacio donde se exhiben estas creaciones simultáneas, como si fuera una galería de arte. Sonia se reafirma en su intención de abordar sin distinción todos los soportes, considerando equiparables y dignas de ser expuestas todas las expresiones artísticas. Así lo hizo, por ejemplo, en el famoso Salón de Otoño de Berlín de 1913, donde expuso pinturas, proyectos de carteles, encuadernaciones y objetos domésticos junto a obras de Robert Delaunay, Marc Chagall, Max Ernst, Lyonel Feininger, Franz Marc o Paul Klee, entre otros.

En este contexto, en el que moda, pintura y vanguardia están estrechamente ligadas, nace el “vestido simultáneo” como una forma de acercar al público el nuevo lenguaje visual. Los Delaunay se visten con sus creaciones y convierten salones de baile, como el parisino Bal Bullier, en laboratorios en los que experimentar con el simultaneísmo, en un primer intento de renovar la estética urbana a través del color. Con su provocadora asociación de color y mezcla de tejidos, causan sensación y se convierten en “reformadores de la manera de vestir”, según Apollinaire.

En esta época Sonia firma cuadros que están entre sus obras más importantes, pero sobre todo expone, junto a la pintura de Robert, objetos simultáneos. En la sala se muestran óleos como El Bal Bullier de la Colección Merzbacher (1913), Contrastes simultáneos (1913) y Prismas eléctricos no 41 (1913-1914), carteles publicitarios para las marcas Zénith y Dubonnet (1914) y diseños de moda, incluyendo el vestido y el chaleco simultáneos, realizados en patchwork en 1913. También se presenta un ejemplar de La prosa del Transiberiano y de la pequeña Jehanne de Francia (1913), una de las obras maestras de la vanguardia literaria y pictórica, compuesta a cuatro manos por el poeta Blaise Cendrars y Sonia Delaunay, y en la que por vez primera se funden poesía y pintura. Se trata de un desplegable vertical de dos metros de largo que se lee a la vez que se contempla: a los versos libres de Cendrars responden los dibujos de Delaunay, un entrelazado de formas y colores que evoca el avance del viajero en un tren.

Primera estancia en Madrid y Portugal

La Primera Guerra Mundial estalla mientras la familia Delaunay se encuentra de vacaciones en España por lo que, a finales de 1914, deciden instalarse en Madrid. Les fascina la luz de la ciudad, que les lleva a alcanzar un momento clave en sus investigaciones en torno al color. Aislados de la vanguardia, buscan inspiración entre los maestros clásicos y Sonia se inscribe en 1915 como copista en el Museo del Prado. Sus lienzos y vestidos simultáneos para el Bal Bullier dan paso a un interés por el arte popular, los cantantes y bailarines de flamenco, donde se puede reconocer un cierto retorno a la figuración. En el verano de 1915, son invitados por un grupo de artistas futuristas instalados en Vila do Conde, un pequeño pueblo en el norte de Portugal, y deciden trasladarse allí durante un tiempo. Aun así, Sonia sigue inspirándose con frecuencia en España, como puede apreciarse en obras como Gran flamenco (1915-1916) y Pequeño flamenco (1916), que se exponen en las salas junto a varios dibujos, acuarelas y diseños realizados en esta época.

Segunda estancia en Madrid y el arte total

Madrid es el corazón de la exposición. Su paso por la ciudad supuso un gran giro en su carrera al conseguir poner en práctica la idea de que el simultaneísmo llegara a todos los ámbitos de la vida. Con el triunfo de la Revolución de Octubre en Rusia, en 1917, Sonia dejó de recibir las rentas familiares que le habían permitido una estabilidad económica hasta entonces y decide llevar a la esfera pública sus creaciones.

En la capital española, el matrimonio Delaunay coincidió con Serguéi Diághilev, refugiado también en España, y Sonia empezó a colaborar en el diseño de escenografías y vestuario para los Ballets Rusos, una relación que marcaría el inicio de la estrecha vinculación con el mundo de las artes escénicas a lo largo de toda su carrera. En este capítulo se exhiben algunos de sus figurines y diseños de decorados para la representación del ballet ruso Cleopatra (1918), que creó en Sitges y se estrenó en Londres, así como fotos de la reforma completa que realizó para la conversión del antiguo Teatro Benavente de Madrid en un novedoso teatro-concert, y que se inauguró como Petit Casino en 1919.

“Abro una Casa Sonia de decoración de interiores” -recordaba la artista en sus memorias- “En las casas ricas, en los palacios históricos, mando a paseo los alambicados pastelones, los tonos lúgubres, las mortuorias cursilerías”. La inauguración de este negocio, que también dedicó al diseño de complementos y de moda, supone un hito en la carrera de la artista y es un importante precedente de su intensa dedicación al diseño de interiores, tejidos y prendas de vestir a partir de la década de 1920.

Recortes de periódicos y fotografías de la época permiten reconstruir este periodo en las salas y reivindicarlo como un momento decisivo en su carrera, a la vez que se acompañan de una selección de bocetos de moda y una chaqueta de lino (1928), pintada y bordada, que evoca el espíritu de lo que la prensa madrileña dio a conocer como “el estilo Sonia”.

En estos años en Madrid se relacionaron también con poetas vanguardistas, como Ramón Gómez de la Serna o Guillermo de la Torre. Recién regresada a París en 1921 e imbuida por el espíritu dadaísta, la artista decidió decorar las paredes de su casa con poemas de sus muchos amigos poetas, como el mural “abanico-poema” de Gómez de la Serna (1922). En su deseo de rebasar los límites de las artes, también diseñó “vestidos-poema”, de los que se muestran dos bocetos.

Regreso a París

En 1921, los Delaunay regresan a París. La experiencia en España anima a Sonia a vestir a la mujer de la ciudad con los diseños de sus cuadros, como si fueran tableaux vivants (pinturas vivas), y poco después inaugura la Boutique Simultané. En esos años colabora con grupos dadaístas y surrealistas en la producción de proyectos teatrales y cinematográficos, como en la película Le P’tit Parigot (1926), de Le Somptier. En 1925 participa con éxito en una exposición de artes decorativas y comienza a trabajar para unos grandes almacenes holandeses, Metz & Co, una relación comercial que mantendrá hasta la década de 1950.

En este capítulo se destaca su polifacética y versátil manera de enfocar el proceso artístico, ya fuera en lienzos, tejidos, tapices, litografías, escenografías o incluso en encargos murales. Se presentan una chaqueta (1924), dos vestidos que nunca antes se han mostrado en una exposición (1926), un traje de baño y un conjunto de sombrilla y bolso de playa (1928) junto a varios de sus diseños previos, y el óleo Vestidos simultáneos (1925), en el que la vestimenta de la figura central es similar al abrigo creado para la actriz Gloria Swanson ese mismo año y que también puede verse en la sala. Todo ello se complementa con fotografías de moda que hizo la propia artista y un vídeo coloreado realizado también por ella para promocionar sus diseños de 1925. Además, se dedica un amplio apartado a sus diseños textiles para mostrar cómo era el proceso creativo de las piezas, desde el dibujo sobre papel o cartulina al producto final, pasando por la correspondencia que mantenía con los almacenes Metz & Co, a los que enviaba muestras de tela y pautas para la producción de sus creaciones.

En 1937 participará, junto a Robert Delaunay, en la decoración de dos grandes pabellones de la Exposición Universal de París, de los que la muestra presenta tres bocetos. La artista evocará en el Pabellón del Ferrocarril su viaje a la península ibérica, demostrando, una vez más, la significativa huella que esta época dejó en ella.

Después de fallecer su marido en 1941, Sonia Delaunay continuó trabajando y colaborando en la promoción del arte abstracto. En 1964, tras la donación de un centenar de obras suyas y de Robert, se convirtió en la primera mujer viva a la que se le honraba con una exposición en el Museo del Louvre.

La muestra se cierra con tres grandes composiciones abstractas de su etapa final, Ritmo coloreado no 694, Ritmo color y Mosaico horizontal. En total, se exhiben más de doscientas piezas procedentes de instituciones públicas como el Centro Pompidou, la Biblioteca Nacional de Francia, el Museo de la Moda de París o el Museo Reina Sofía, así como de colecciones privadas.