“Hoy en día rige la norma del mercado del arte, y eso no puede ser. Todos tenemos que participar de algunas tendencias, pero no tenemos por qué rendirnos ante ellas”, comenta Vallés. Manteniendo la tradición de alguna de sus obras videográficas con cajas de cartón, donde se podía asistir a través de la pantalla a la construcción de un espacio para después destruirlo, esta vez lleva el tema un paso hacia delante, “o hacia atrás”, tal y como él mismo expone, haciendo partícipe al público de su escultura viviente, creando un espacio donde se elimina el concepto tradicional de galería y donde el público interviene creando la obra a lo largo del tiempo.

Con esta intencionalidad tan irónica, que ya se pudo ver anteriormente en sus últimas pinturas y dibujos –unas obras cargadas de un mensaje detonador de corrientes contraculturales y contra mercantiles “Soft” difuminadas por la risa–, transforma el espacio de la galería en un tenderete de noodles, trayendo de vuelta las nociones rebeldes de la segunda mitad del siglo XX.

Destacando de nuevo mensajes como el de su obra Buy, de 2017, sin dejar de hacer notar su evolución conceptual, Restaurante Palacio Feliz traslada a un espacio donde el arte y la vida se entremezclan tratando de dejar la menor separación posible entre ellas. Invitando a disfrutar del placer de la comida asiática, Aggtelek transmite un mensaje sobre el mercantilismo en el que se ha visto envuelto el arte, tocando todos los palos y disparando a todo el mundo desde la posición de francotirador de la que gozan los artistas. Con el reto implícito de “pasen y vean… si se atreven, claro”, el dúo vuelve a tambalear las concepciones del espectador, trasladándole a un espacio que no deja indiferente.