Turandot vuelve, 20 años después, con dirección de escena, escenografía e iluminación de Bob Wilson, cuyo personalísimo universo teatral concede a la ópera un aura espectral muy ajustada al universo sonoro de la partitura, que evoca un mundo ancestral de reminiscencias orientales, muy alejado de la aproximación realista de las óperas anteriores de Puccini: Manon Lescaut, La Bohème, Tosca, Madama Butterfly, La fanciulla del West, La rondine, Il trittico, etc.

Wilson describe así su trabajo con esta obra: «Para mí sería fácil describir este montaje: cuento de hadas. Un cuento de hadas extraño, que describe un mundo ajeno al real, y lo que hace que nos identifiquemos con estos personajes es que, en primer lugar, son exóticos, y también hay una característica común en ellos, que es la búsqueda del poder, la ambición por alcanzarlo». El dramaturgo texano destaca la necesidad que tiene en su trabajo de «dejar espacio», de dejar una apertura suficiente al público. «Siempre hay que dejar la situación abierta y ello exige confianza en el texto, en la música, y establecer una distancia suficiente dentro de este trabajo formal para que haya espacio para la reflexión. El público necesita espacio para que sus propias ideas salgan a la luz».

Teatro de sombras

El carismático lenguaje visual y dramatúrgico de Wilson, con siluetas a contraluz, máscaras y movimientos casi rituales, es el ideal para contar la leyenda de la sanguinaria princesa china, enmarcada en su espacio escenográfico ‘natural’, que entronca directamente con el milenario teatro de sombras oriental.

Los personajes se convierten así en arquetipos legendarios e hieráticos, y la sutil paleta lumínica de Wilson se recrea con los colores orquestales de Puccini y con poéticas sinestesias que van de los tonos glaciales de la despiadada protagonista a las tonalidades cálidas del recogimiento de Liù, cuya muerte, en la partitura, coincide con la del propio compositor, que deja la obra inacabada.

Giacomo Puccini falleció en Bruselas en 1924, cuando se sometía a un tratamiento del cáncer de garganta que padecía. Se encontraba entonces en una encrucijada para concluir el tercer acto de Turandot, con un sorprendente final feliz en el que el amor triunfa sobre la perfidia. Su discípulo, Franco Alfano, se encargó de concluir la partitura partiendo de los esbozos y notas dejados por su maestro y bajo la atenta supervisión de Arturo Toscanini, quien dirigió el estreno póstumo de la ópera en La Scala de Milán, en 1926, en una célebre representación en la que el director italiano cortó abruptamente la interpretación –después del adagio que entona el coro tras la muerte de Liù– y se dirigió al público diciendo: ‘Qui il Maestro finí’ (Aquí terminó el maestro). En las sucesivas funciones se ha utilizado el final de Alfano, que es el que desde entonces se emplea normalmente, pese a que Luciano Berio escribió otra versión estrenada en 2002 en Salzburgo.

Salto hacia delante

En Turandot, Giacomo Puccini da un enorme salto hacia delante en su escritura compositiva: se aleja del realismo y de su genial maniqueísmo de las emociones y explora un nuevo universo dramatúrgico apertrechado con su eximia arte de orquestar, su eclecticismo y su portentoso olfato teatral. La ópera entrelaza motivos epigramáticos con una impresionante eficacia dramatúrgica, otorgando al coro una relevancia dramática desconocida en sus óperas anteriores. Explora universos armónicos más audaces con pasajes bitonales y disonantes articulados con su proverbial melodismo, abriéndose un floreciente camino truncado por su repentina muerte.

Dos repartos se alternan en la interpretación de las 18 funciones de Turandot, que traen al Real, una vez más, a Nicola Luisotti, su director musical asociado, cuya relación con el Teatro comenzó hace 10 años con Il trovatore, y al que hemos visto en recientes temporadas con Rigoletto y Aida. Después de sus triunfos con Verdi, Luisotti se pondrá nuevamente al frente del Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real –y también de los Pequeños cantores de la ORCAM– para dar vida a la genial partitura de Puccini.

Encabezan los elencos de Turandot dos sopranos que debutan en el Teatro Real: la sueca Irene Theorin y la ucraniana Oksana Dyka, ambas aclamadas intérpretes del rol titular de la ópera. Estarán secundadas por las sopranos españolas Yolanda Auyanet y Miren Urbieta-Vega, como Liù; los tenores Gregory Kunde, Roberto Aronica y Jae-Hyoeung Kim –que se alternarán en papel de Calaf–, y por los bajos Andrea Mastroni y Giorgi Kirof, que interpretarán a Timur.

Turandot despide la riquísima tradición operística italiana que, como ave fénix, abriría nuevos rumbos en el devenir de la música dramatúrgica, que daba sus primeros pasos en el inmenso mundo del cine, hoy, tan cercano a la ópera.

Esta es la quinta producción de Bob Wilson en el Teatro Real, tras O corvo branco (1998), Osud (2003), Pelléas et Mélisande (2011) y The Life and Death of Marina Abramovic (2012). Las funciones de Turandot están dedicadas a la memoria de Montserrat Caballé, grandísima intérprete del papel de Liù y también del rol titular de la ópera.