Organizada por ”la Caixa” en colaboración con el Museu Nacional d’Art de Catalunya y los Musées d’Art et d’Histoire de Ginebra, este viaje por el azul tiene como protagonistas a los principales artistas en el paso del siglo XIX al siglo XX, entre los que destacan Hermen Anglada-Camarasa, Joaquim Mir, Isidre Nonell, Pablo Picasso, Darío de Regoyos, Nicolau Raurich, Santiago Rusiñol o Joaquín Torres García. También se incluyen algunas figuras destacadas del arte europeo como Ferdinand Hodler, Emil Nolde, Gustave Courbet o Maurice de Vlaminck, junto a una serie de estampas japonesas de la colección Anglada-Camarasa.

Comisariada por Teresa-M. Sala, profesora de Historia del Arte de la Universidad de Barcelona, la muestra está formada por un total de 72 pinturas –algunas de las cuales se prestan por primera vez– de más de una docena de prestadores, así como por cinco películas, cedidas por la Filmoteca de Catalunya.

Azul. El color del Modernismo se inspira en el libro de Rubén Darío Azul…, publicado en 1888 y de influencia decisiva en los modernistas, y a partir de ahí se adentra en el espíritu de una época marcada por la presencia de este color y de sus connotaciones. Un período, el de finales del siglo XIX y comienzos del XX, en que se constituye una poetización estética basada en la relación entre los paisajes, los fenómenos de la naturaleza y los estados anímicos. Esta conexión se inscribe en el proyecto de la modernidad, transita por el simbolismo y ve nacer el cinematógrafo.

Poesía y arte

La poesía y el arte de la época se llenan de paisajes crepusculares, de cielos a medianoche, de parajes montañosos, de playas y de mares, pero también de escenas cotidianas y de retratos que emplean una gran variedad de azules como vehículo para traducir y manifestar el misterio y el subconsciente, la belleza y la inmensidad, las tensiones interiores y la soledad, la vida espiritual y el más allá.

Con la llegada de los pigmentos sintéticos, a los azules que estaban presentes en aquel momento en la paleta de los artistas se les añaden otros: al preciado azul ultramar (el lapislázuli), el índigo o el azul cobalto, se les unen el azul ultramar francés, el azul de Prusia o el cerúleo. Y así se amplían las posibilidades y los matices de expresión de una época que, en Azul. El color del Modernismo, se transforma en un recorrido que va de Occidente a Oriente y de la música a la poesía, pasando por la pintura y por el cine.

El protagonismo que toma este color a finales del siglo XIX no es del todo nuevo. Anteriormente, el Romanticismo ya había concedido una atención particular al simbolismo de los colores, entre ellos el azul, que representaba virtudes poéticas. No en vano, Victor Hugo sostenía que l’art c’est l’azur, es decir, ‘el arte es el azul’. También los poetas simbolistas otorgaban al azul valores y atributos fundamentales, como Charles Baudelaire, quien consideraba que emergía de la belleza enigmática de las sombras para devenir un símbolo vinculado a lo inalcanzable, mientras que Stéphane Mallarmé se aventuraba en la búsqueda del ideal de belleza absoluta a través del eterno azur. Rubén Darío, desde tierras americanas, se inspiraba en la poesía francesa para escribir, en 1888, Azul…

El cine

A finales del XIX nace el cine. En sus inicios, el color se aplicaba manualmente fotograma a fotograma con pinceles, plantillas o tintes de colores. Así se conseguía crear atmósferas que a menudo respondían a un código de uso según el cual, por ejemplo, el rojo expresaba peligro; el amarillo, alegría, y el azul, la noche. En el año 1906, el sistema se mecaniza gracias, entre otras novedades, al Pathécolor, un procedimiento de coloreado de películas con plantilla. Sin embargo, no se puede hablar de cine en color hasta las décadas de los años veinte y treinta del siglo XX. Pero si se quiere atender a los colores del Modernismo y, concretamente, al azul y a su relevancia, hay que fijarse en las primeras películas coloreadas.