Entre los artistas que componen la nómina de esta exposición la mayor parte proceden de diferentes puntos del país, como es el caso de Julio Sarramián, Mercedes Pimiento, Juan Millás, Antonio R. Montesinos, Irene Grau, Jesús Labandeira y Pablo Llorca con su mirada paisajística de Ricardo Compairé. El ámbito internacional está representado por Elina Brotherus y Françoise Vanneraud y, como es habitual, se da cabida a obras de altoaragoneses con el proyecto centrado en la fotografía del paisaje en el Pirineo central del oscense Eduardo Marco Mirada.

Elena del Diego y Maribel de Pablo, con el catálogo de la exposición en sus manos. J. BROTO

Elena del Diego y Maribel de Pablo, con el catálogo de la exposición en sus manos. J. BROTO

Lo que propone la DPH sin salir de la sala de exposiciones es, en palabras de la responsable provincial de Cultura, Maribel de Pablo, un «pequeño viaje donde seamos conscientes de la propia relación que tenemos con el territorio, nos animemos a descubrir paisajes que no conocemos y a mirarlos de otra manera».

En este proyecto, Elena del Diego funde su experiencia como historiadora del Arte y educadora de museos para acercar la lectura de la obra de arte al espectador. Para conseguirlo parte de un análisis personal de las teorías del paisaje llevadas a cabo por estudiosos y pensadores. «El paisaje –recuerda– nace como término dentro del ámbito artístico, aunque luego se utilice para referirnos a la geografía física».

En Paisaje de fondo «se nota cómo la influencia del arte ha calado en cómo miramos al terreno que nos rodea» porque, según apunta la comisaria, «esa relación no es pura, no es directa, porque viene determinada por las imágenes, por la historia del arte». Del Diego busca una reflexión consciente de las relaciones con los paisajes, los que creemos ver, los que caminamos, los que pintamos, los que nos abruman, los que fotografiamos, los que añoramos, los que hemos olvidado, los que soñamos, los que ansiamos contemplar…

Partiendo de la pintura, el vídeo, la fotografía o las más curiosas instalaciones, los 11 artistas hablan del paisaje, pero también de la memoria, la ausencia, de la tecnología, del caminar por la alta montaña, e incluso imaginan cómo podría ser el futuro.

Cultura y naturaleza

En la muestra tiene especial protagonismo Enrique Radigales, que obtuvo la última Ayuda Ramón Acín con su proyecto Ruderales que une cultura y naturaleza, medio ambiente y arte. Durante un año ha hecho el seguimiento de un antiguo terreno de cultivo de cereal que pertenece a su familia, entre Azanuy y Alins, para ver y analizar cómo las especies y la propia naturaleza transforman este espacio.

La palabra ruderal proviene del latín rudus, ruderis, y con ella se designa a las «malas hierbas», que en la instalación de la muestra se transforman en unas cortinas hipnóticas dentro de una estructura de aluminio donde se almacenan los servidores de ordenador, entra en juego la tecnología, pero también una ceramista y la parte familiar, remantando la instalación con una recuerdo de su padre haciendo la prueba de perito agrónomo.

Con su obra, el oscense Eduardo Marco Miranda plantea la cuestión: ¿Qué hay más allá de la experiencia de caminar por las montañas? Para ello continúa con lo que hicieron los primeros pirineístas y replica esos escenarios de finales del siglo XIX y principios del XX. Presenta la Crónica de un trayecto, una colección de 48 fotografías seriadas de lo que supone la práctica artística del caminar. Uno de los pirineístas más conocidos en la provincia fue Ricardo Compairé (Villanúa, 1883 – Huesca, 1965) y ante la posible influencia de la estética romántica en su producción fotográfica, el comisario y crítico de arte Pablo Llorca presenta como parte de la exposición un estudio sobre su mirada paisajística, del que sobresalen los análisis comparativos que en aquel tiempo realizaba y que ayudaban al conocimiento del espacio y de los fenómenos naturales.

En la sala de exposiciones recibe al público una gran fotografía, Der Wanderer 2, donde la finlandesa Elina Brotherus reinterpreta una de las obras más representantivas del Romanticismo que deja paso a la pieza del francés Vanneraud, compuesta por fotografías antiguas de cascadas, ríos o pantanos de la Bretaña francesa y del Pirineo aragonés que remiten a un pasado en blanco y negro, y una gran mancha de plastilina verde desborda el límite de la pared en relación a fenómenos naturales que no se pueden controlar.

Con la Naturaleza hiper-transfronteriza de Julio Sarramián, el público pueda viajar virtualmente hasta el paisaje sin dar un paso. Lo que ha hecho es reproducir e interpretar pictóricamente imágenes de ciertas partes del planeta extraídas de modelos 3D. Otro viaje, pero en tren entre Barcelona y Sevilla (cinco horas y media comprimidas en poco más de veinte minutos), es lo que propone la artista Mercedes Sarmiento, que da visibilidad a paisajes anodinos que a priori no son contemplados.

Por su parte, Juan Millás lleva al público a perseguir la visión utópica de quienes contemplaron por primera vez un paisaje en la naturaleza, lo plantea como una especie de alucinación que toma forma física a través de una instalación de vídeo y fotografía. Quien habla del futuro en esta exposición es Montesinos. A través de la imaginación, el juego o la ficción recrea paisajes urbanos mediante la construcción y la posterior fotografía de una serie de maquetas llevadas a cabo en espacios normalmente domésticos y que en este caso ocupan la parte central de la sala.

A diferencia del resto de los artistas de la exposición, la valenciana Irene Grau se adentra físicamente en el paisaje y allí es donde sucede la acción, saca la pintura del estudio para llevar a cabo su artealización y después tomar perspectiva y encuadrar su mirada mediante la cámara fotográfica. Por su parte, Labandeira lo concibe como un lugar en el que habitan los recuerdos, de ahí que imágenes de paisajes nevados convivan  con otras que nos muestran fragmentos de cuerpos, estancias domésticas, edificios…, todas ellas percibidas tras una especie de bruma como si se tratara de un intenso déjà vu o lleva a pensar «yo ya he estado aquí».

Las tesis y los artistas

Como resultado del análisis que numerosos estudiosos y pensadores han realizado en torno al concepto de paisaje, la exposición parte de dos tesis fundamentales: la primera de ellas es la que defiende que el paisaje como tal es solo un constructo mental, solo existe si hay una mirada consciente hacia el entorno. El paisaje no es la naturaleza, ni el territorio, sino un conjunto de ideas, sensaciones y percepciones que el ser humano construye durante la contemplación de un lugar, ya sea rural o urbano. Es decir, el paisaje se halla en la frontera entre lo que denominamos cultura y la naturaleza.

La segunda tesis es la que plantea que el ser humano no realiza esta mirada hacia la naturaleza de forma inocente o pura, sino que viene determinada por la representación que de ésta han venido haciendo los artistas, especialmente los pintores. Tanto es así que el propio término paisaje surgió primero en el ámbito artístico para pasar después a ser utilizado para designar a un espacio físico real. Es esta la tesis de partida de esta exposición: la capacidad del arte para con­dicionar nuestra mirada hacia el entorno, y cómo a lo largo de la historia hemos dejado de ver naturaleza y territorio para ver paisaje.

Artistas

Elina Brotherus /  Françoise Vanneraud /Julio Sarramián / Mercedes Pimiento./ Juan Millás / Antonio R. Montesinos/ Irene Grau / Jesús Labandeira / Enrique Radigales / Pablo Llorca y Ricardo Compairé / Eduardo Marco Miranda