La obra, con libreto del compositor basado en la novela homónima del escritor simbolista ruso Valeri Briúsov (1873-1924), tuvo una larga y accidentada gestación (de 1919 a 1927) y un camino no menos difícil después de concluida la partitura. Su trama satánica, grotesca y delirante relata, a lo largo de siete escenas (en cinco actos), el camino truculento de Renata, poseída por espíritus malignos desde la aparición sobrenatural en su infancia de Madiel, el ángel de fuego, hasta su trágico final.

El libreto, que une la alquimia, la brujería, la cabalística, el exorcismo o la inquisición, originó una partitura con un lenguaje de tintes expresionistas que se alejaba de la herencia nacionalista, privilegiando los tonos sombríos y la incorporación de pasajes disonantes, melodías vocales ásperas y declamaciones arraigadas a la prosodia del ruso. La orquestación salvaje, vibrante, contrastante, ‘obsesiva’, lírica y sobrenatural, mantiene una tensión dramática casi cinematográfica (Prokófiev sería un gran compositor de bandas sonoras, sobre todo en sus colaboraciones con Eisenstein, de Alejandro Nevsky a Iván el Terrible).

Para Joan Matabosch, director artístico del Teatro Real, «el estreno en España de El ángel de fuego es un auténtico acontecimiento. Diría que es uno de los grandes momentos que hemos vivido en el Real. Vamos a estrenar la que es una de las más grandes óperas del siglo XX, muy desconocida hasta hace relativamente poco, porque Prokófiev nunca consiguió que se estrenase en vida por diversos motivos, y fundamentalmente por dos, el primero es que el papel principal, el de Renata, es de los más exigentes, de los más extensos y de los más agotadores que se han escrito en toda la historia de la ópera, y la segunda cuestión es su tema, tremendo, muy difícil de imaginar en un escenario operístico de los años 20 del siglo pasado».

Censuras y peripecias

La República de Weimar, oasis de libertades y cuna de extremismos, acogió con mayor o menor escándalo óperas radicales como la blasfema Sancta Susanna de Paul Hindemith, la atonal y antimilitarista Wozzeck de Alban Berg, o la multirracial y jazzística Jonny spielt auf de Ernst Krenek. Pese a estos antecedentes, ni siquiera la mediación del prestigioso director de orquesta Bruno Walter consiguió subir El ángel de fuego al escenario de la Deutsche Oper de Berlín. Los reveses continuos llevaron al compositor a desistir de su estreno y reutilizar sus principales materiales musicales en la tercera de sus sinfonías, dada a conocer en París en 1929. El ulterior ascenso del nazismo y el endurecimiento de las políticas culturales en la Unión Soviética hicieron inviable su estreno a medio plazo.

La ópera, en cuyo libreto ambiguo y desconcertante subyacen la violencia sexual, trastornos psíquicos, prácticas macabras, perversidad, fervor religioso…, provocó el rechazo de varios teatros hasta su estreno en 1954 en una versión de concierto, traducida al francés, en el Théâtre des Champs-Elysées. Al año siguiente, en 1955, finalmente se escenificó, bajo la dirección de Giorgio Strehler, y llegó, en italiano, a la Fenice de Venecia. Su presentación en la versión original en ruso tuvo lugar en Perm en 1987. El ángel de fuego subió finalmente al escenario del Teatro Kirov de San Petersburgo en el marco de las conmemoraciones del centenario de Prokófiev, en 1991.

La producción concebida por Calixto Bieito (Miranda de Ebro, 1963) desplaza la acción de la Alemania preluterana a los años 50-60 del pasado siglo. Con dramaturgia de Beate Breidenbach, rehúye el esoterismo del libreto y profundiza en el drama real de la protagonista. En su mente enajenada y herida se suceden las escenas de la ópera como destellos de la memoria, recreadas en las habitaciones dispuestas en una estructura giratoria diseñada por la escenógrafa Rebecca Ringst que, con la iluminación de Franck Evin y los vídeos angustiantes de Sarah Derendinger, se transforma en una verdadera casa de los horrores. Solo una bicicleta, símbolo de la libertad, fragilidad y fuga de Renata, recuerda la inocencia perdida de su infancia.

La dirección musical está a cargo de Gustavo Gimeno (Valencia, 1976), que debuta en el foso del Real, al frente de un doble reparto encabezado por las sopranos Ausrine Stundyte y Elena Popovskaya (Renata), los barítonos Leigh Melrose y Dimitris Tiliakos (Ruprecht), los tenores Dmitry Golovnin y Vsevolod Grivnov (Agrippa von Nettesheim / Mefistófeles), las mezzosopranos Agnieszka Rehlis y Olesya Petrova (La Madre Superiora / Vidente), los bajos Mika Kares y Pavel Daniluk (El Inquisidor), que actuarán junto al Coro y la Orquesta Titulares del Teatro.

Prokófiev en Madrid

El ángel de fuego es la sexta de las 10 óperas compuestas por Prokófiev, que dejaría inacabadas otras cuatro. La originalidad, irreverencia y libertad expresiva de títulos anteriores, como El jugador o El amor de las tres naranjas, habían forjado ya su destreza en la escritura operística que con esta obra recibiría un nuevo impulso.

Desde la reapertura del Teatro Real en 1997 se han presentado en su escenario tres óperas de Prokófiev: Guerra y Paz, en 2001, en una producción del Teatro Mariinsky, con dirección musical de Valery Gergiev y de escena de Andréi Konchalovski; El amor de las tres naranjas, en 2006, en una coproducción del Real con el Festival de Aix-en-Provence, con dirección musical de Tugan Sokhiev y escénica de Philippe Calvario; y, en ese mismo año, Semyon Kotko, con la Orquesta y Coro del Teatro Mariinsky, bajo la dirección de Valery Gergiev.