El proyecto recrea un espacio perdido, el lugar donde Goya vivió antes de exiliarse a Burdeos. Entre 1819 y 1824 pintó allí un conjunto de 14 pinturas directamente en las paredes de los dos pisos de su residencia. La casa se demolió en 1909, pero las pinturas permanecen ligadas a ese lugar.

Estas obras se exponen hoy en la sala 67 del edificio Villanueva y, vinculada a ellas, el filme de Parreno se presenta en la sala 64-65, en la que habitualmente se exhiben las pinturas de Goya sobre el levantamiento popular contra el ejército napoleónico en 1808 –El dos de mayo de 1808 en Madrid (1814) y El tres de mayo de 1808 en Madrid (1814)–, que hasta que se clausure este proyecto han sido trasladadas temporalmente a la sala 75, donde mantendrán un diálogo con Las lanzas de Velázquez.

En La Quinta del Sordo de Parreno la casa está deshabitada. El aire circula en silencio. Estamos en 1823 o, quizá, 1825. El año no está claro. Tampoco la estación del año. Podría ser invierno o verano, de día, o de noche… Las imágenes enlazan las pinturas entre sí para formar una cosmología, un universo creado por esas pinturas. Y tras toda cosmología, como nos enseñan los mitos, hay una cosmogonía, un proceso de creación de universos, un intento de ordenar el caos. Las primeras ninfas estuvieron asociadas con la topografía. Eran tanto seres como espacios. Esta película de ciencia-ficción es un intento de re-presentar este “espacio-ser”, una antropomorfización de la casa que quedará para siempre como una sublimación del lugar donde estuvo la obra de arte.

Viaje en el tiempo

Para reproducir este espacio hay que viajar en el tiempo. Parreno utilizó cámaras ultrarrápidas (capaces de obtener 500.000 fotogramas por segundo) para grabar las pinturas. En contacto con ellas el tiempo se detiene. La cámara escanea el espacio desesperadamente en busca de signos. Parreno reconstruyó la casa y el jardín en tres dimensiones para hallar la acústica original del lugar. Allá donde teníamos relieve, ahora tenemos sonido: el sonido del fuego y la luz cruzando este espacio olvidado. Los reflejos de las luces en las pinturas aparecen como faros en la pantalla, iluminando intermitentemente lo que lleva mucho tiempo extinguido. En la sala participamos de un mundo oculto donde nos encontramos cara a cara con las pinturas negras y en una redescubierta proximidad entre las imágenes y el fantasma de un espacio desaparecido.

Parreno guía al visitante a través del ritual de la proyección. La película se proyecta varias veces al día, con una programación precisa. Un músico presenta cada sesión. La luz de las lámparas titila en la sala, los asientos forman el arco de un círculo alrededor de la pantalla. Se entregan auriculares que ofrecen una experiencia binaural de la banda sonora, permitiendo acceder a este mundo interior. El músico se presenta antes de interpretar al violonchelo una composición original de J.M. Artero, un preludio a la película. La música no se puede oír a través de los auriculares, pero tiene ya la capacidad de perturbar los límites de este complejo espacio. El interior y el exterior se mezclan, lo imaginario y la realidad también. Las luces destellan y varían en intensidad hasta que desaparecen en la oscuridad de la sala.

– La película se proyecta de lunes a sábado a las 10.30, 12.30, 14.15, 16.45 y 18.30 h, y domingos y festivos 10.30, 12.30, 14.30 y 17.00 h.

Imagen de la proyección de la ‘La Quinta del Sordo’: una obra de Philippe Parreno. Foto © Museo Nacional del Prado.

Imagen de la proyección de la ‘La Quinta del Sordo’: una obra de Philippe Parreno. Foto © Museo Nacional del Prado.